Nada es para siempre

La temporalidad del ser humano es y será siempre motivo de preocupación y reflexión en la faz de la tierra. La muerte es para muchos un vocablo
eliminado de su diccionario, y para no más de un terrícola, causa de pánico. Para evitarla se han ensayado mil y una fórmulas para pernoctar más de 100 años pero siempre el término de la existencia y su halo de misterio está presente a cada instante.
 

Precisamente, es a partir de la quinta y sexta década que la conciencia
de la partida se  torna más angustiosa en  unos casos, cercana en otros, y
hasta obsesiva en no pocos.  De ahí que sea bueno recordar constantemente que la muerte tiene un fin teleológico, esto  es, tiene una razón de ser, y ella no es otra que la renovación de la población.

¡ Qué sería del mundo con tanta gente!  El envejecimiento, entonces,
contribuye a promover un mecanismo de compensación. Existe una teoría que hace referencia a este fenómeno y es la del RELOJ MOLECULAR, según la cual la vejez resulta ser un elemento del programa de diferenciación progresiva que se inicia con el desarrollo embrionario, continúa con el crecimiento, termina con la senescencia, y finaliza con la muerte.

Dicho de otra forma, la vida es una constante transformación, y la
última etapa de dichos cambios es la mortalidad, el estado definitivo en el
que queda materia y para los cristianos empieza la espiritualidad eterna;
ambos estados (vejez y muerte) poseen un rol en  la evolución y en la
supervivencia de la especie.

 Sin embargo, aceptar lo anteriormente expuesto no es fácil en la cultura
occidental cien por ciento consumista y hedonista, en la que el sentido de
posesión material da estatus, y la acumulación de dinero concede un poder
incalculable. Aspectos  que marcan la idiosincrasia de la juventud mundial.
Por ello, la finitud es menos "terrible" para los añosos que para los
jóvenes. Winston Churchill a los 80 decía "me es igual morir, he visto todo
lo que tenía que ver ".

Con tales antecedentes, la aceptación de que nada es para siempre como ley biológica inevitable debe ser un criterio asumido desde temprana edad, como parte de la formación de la personalidad, de manera que la culminación o ruptura brusca del ciclo vital, no signifique una horrible sorpresa, sino que sea tomado como una realidad biológica sin escapatoria.

Autor: 

Dr. ALDO GUEVARA D´ANIELLO
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