El riesgo de la nostalgia

Según el diccionario de la Real Academia nostalgia quiere decir pena de verse ausente de la patria, o de los deudos, o amigos; así como pesar que causa el recuerdo de un bien perdido. Quien diga que no la ha sentido, miente; y quien sostenga que es cosa de viejos es de aquellos que atribuye a la edad todo lo malo de la existencia.

 Y es que el vocablo proviene del prefijo griego; nostos (regreso) y algos (dolor, mal). Por consiguiente es un estado de melancolía pasajero que los seres humanos presentamos en diferentes momentos del tránsito terreno, y que se desencadena por diferentes circunstancias. Es propio de situaciones como la que vive actualmente el mundo, en el que la mayoría de los habitantes del globo piensa en épocas pasadas. Y como siempre el tiempo pasado fue mejor.

 Se presenta igualmente cuando cambiamos de un estado a otro, o cuando finaliza una etapa vital  y hacemos un inventario. Los fines de año son propicios para la añoranza que en muchos casos lleva a la pena y en más de uno desencadena  lágrimas.

 Probablemente por ello es que la prensa señale a Diciembre como el mes en el que repuntan los suicidios. Sin embargo es bueno aclarar que la NOSTOMANIA es el estado patológico, en el que el individuo permanece por largos períodos.

 Ahora bien, la gente mayor tiene la tendencia a recordar y aunque recordar es vivir, en una buena proporción es sufrir. Naturalmente, porque después de la sexta década ya se ha perdido amigos, familiares, cónyuges y un larguísimo etcétera. Las pérdidas son lutos, son dolores que se asumen en diferente grado y manera.

 Pero volviendo a nuestro tema, los jóvenes también pasan por nostálgicos instantes, porque nuestra cultura posee todos los factores necesarios que, constituyen el mecanismo propio para hurgar en la memoria  almacenada y provocar instantáneamente el retorno de una vivencia imprimida en las neuronas. Por ejemplo, la música, un olor, un sabor, una imagen, un color, y no pararíamos de enumerar elementos que traen experiencias de un ayer.

 De ahí que estamos sometidos diariamente a su influjo todos, absolutamente todos, unos más (los añosos) y otros menos (los jóvenes), sin que por ello debamos intentar reprimirlo o evitarlo, al contrario el secreto está en dejarlo que pase como una brisa de una evocación que refresca, alegra, o estimula a fortalecer el espíritu.

Autor: 

 

Dr. ALDO GUEVARA D´ANIELLO
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