Sexualidad en la tercera edad

De todas las funciones del organismo de la que más se ha dicho a través de los tiempos es de la sexualidad. Tema tabú, aún en nuestros días, ha sido tratado con cautela, disimulo, miedo, indiferencia, euforia, o total desenfado.

 

 

Pero  cuando mayormente se ha enconado la discusión es cuando se la asocia a la tercera edad.

 

Y es que el envejecimiento es un fenómeno universal que conlleva en los humanos un proceso de deterioro, esto es, de cambios en el organismo que sin llegar a ser patológicos no son aceptados por los individuos pacientemente.

 Por otro lado, ninguna función orgánica como esta tampoco ha estado sujeta a la influencia de la moda y de los tiempos, de los vaivenes históricos y políticos, e incluso de las extravagancias del fanatismo religioso.

 

Con esos antecedentes es bueno precisar ciertos principios básicos. Se piensa en algunas civilizaciones o culturas que el añoso es asexuado, y de hecho, todavía algunos hijos no pueden imaginar siquiera que sus progenitores tengan sexo. Pero las manifestaciones de un sistema ya maduro se manifiestan tempranamente y mueren con el individuo, son diferentes de acuerdo al género (masculino o femenino), y respetan una línea heterogénea de comportamiento, tan poco uniforme que no se puede decir que la totalidad de los mortales seguirán determinado patrón. En términos castizos, podría afirmarse que es como el biotipo, unos son “calientes”,otros “fríos”, algunos demasiado eróticos, y  por allí habrá quienes pasan por asténicos en ese campo.

 

En todo caso, para analizarla pasados los 60 hay que tener en cuenta esos detalles porque lo que se da es un reflejo de esos detalles anotados. Por ejemplo, en  el varón, hay una disminución de los caracteres sexuales secundarios y, a pesar de que hay erección ésta sufre variantes, la frecuencia se reduce, el tiempo de excitación es mayor, y la propia eyaculación es distinta. Igualmente el volumen de semen se reduce, mas la satisfacción es la misma.

 

En la mujer, la historia es diametralmente opuesta, con la caída hormonal de la menopausia  decrece la lubricación por lo que el coito poco a poco va resultando doloroso, sin embargo, la colectividad con su cultura prejuiciosa imprime a la actividad carnal un papel fisiológico o contranatural dependiendo del continente en el que se viva.

 

De ahí que en Europa se ejerza hasta tardía edad, y en América Latina este supeditada a la moral pública, como se ilustra  en “El amor en los tiempos del cólera”de García Márquez, cuya historia se desarrolla en Colombia colonial y en el que el asunto era calificado de”cochinada” cuando sus actores eran los viejos héroes de la novela.

En unos y en otras, la naturaleza es sabia y ella demanda cuando necesita. Y es que las relaciones sexuales programadas son producto de las novelas o  películas pornográficas, ya que ellas son inherentes a la condición del individuo como defecar, beber, orinar, comer, etcétera. No constituyen un pecado, ni a los 15, peor a los  80. Y nadie debe sentirse enfermo por que no es como el vecino, sino que debe aceptar la biodiversidad en su amplia gama.

Así mismo, es importante recordar en el declinar lo que sostenían dos psicólogos eminentes, Master y Johnson, los que afirmaban que no hay impotencia en  el varón, pues incluso a los 100 lo único que se necesitan es una buena pareja.  Evidentemente, en estos tiempos de Viagra y otros descubrimientos eréctiles la experiencia de los profesionales antes mencionados es científicamente válida, y ampliamente comprobada.

En conclusión, la actividad y el interés sexuales están presentes en cualquier etapa de la existencia y por desconocimiento o por conveniencias se condena a la gente que envejece a actuar clandestinamente o con un sentido de culpabilidad.

Autor: 

 

Dr. ALDO GUEVARA D´ANIELLO
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