Un cuarto de siglo 

La Medicina es efectivamente una ciencia y un arte. Como tal su ejercicio  es una mezcla de conocimiento y  particular aplicación  del mismo. Es una destreza que  como el violín o el  piano sino se practica no suena muy bien que digamos. La cuarta parte de cien años es nada menos que 5  lustros, ejercer esta profesión por ese tiempo significa bastante  en términos cronológicos para los mortales.

Sin embargo, parece que fue ayer que salimos de las aulas universitarias con  el título bajo el brazo  y una gran dosis de entusiasmo y miedo por el mundo en el  que debíamos  desenvolvernos. Ahora sí solos sin tutores, ni maestros, en una sociedad competitiva y primordialmente  hostil contra una "casta" privilegiada y ya en ese entonces poco solidaria.   Ser médico en los últimos 25 años del siglo XX fue una experiencia única e  irrepetible, increíble y dolorosa, exitosa y frustrante, altamente científica a la vez que primitiva.  La  generación de profesionales de ese entonces  debió enfrentar el avance vertiginoso de la investigación que dio un vuelco de 360 grados a los principios, a las teorías, a las bases aprendidas. Fue la época de las especialidades y  subespecialidades. Y en ese sentido muchos tuvimos que hacer de pioneros.

Y también, por desgracia, fue el momento de las grandes crisis políticas,  morales, económicas.  Mantener, entonces, una norma de conducta fue un gran desafío para quienes debían ser  fieles al Juramento de Hipócrates pero igualmente debían sostener a una familia, actualizarse, conservar  un estatus, investigar, en pocas palabras hacer una carrera, bajo la mirada vigilante y acusadora de una  comunidad, que perdona a todos menos al individuo que tiene en sus manos la  vida y la muerte, que si no es  capaz de "resucitar", al menos deberá consolar.

Precisamente, ese fue otro escollo que se debió salvar, pues justamente,  en  esas dos décadas y media, la medicina se mecanizó inevitablemente, la tecnología contribuyó a salvar  la existencia en detrimento de la costumbre, de la relación médico paciente, encareciendo los tratamientos, y  separándonos más de la colectividad, especialmente de aquel segmento que no podía acceder a esos procedimientos.  No pocos transitamos con vehemencia por el campo de la docencia con la sana intención de que los que venían detrás completaran con mayor ventaja lo que habíamos iniciado. Sin que por ello pensáramos retirarnos tempranamente de la lucha.

A pesar de todo lo anteriormente expuesto, para quien  escribe estas líneas, ella es   y será la más humanista de las profesiones y el oficio más apasionante que pueda dignificar a los habitantes de la tierra . Y está seguro que,  no obstante la incomprensión colectiva y los sacrificios que su práctica cotidiana conlleva, aquellos que hoy celebramos Bodas de Plata profesionales si volviéramos a nacer seríamos lo mismo.      

 

Autor:

Dr. ALDO GUEVARA D´ANIELLO
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