Dr. Claudio
Arias Argudo |
Ex
Catedrático Universitario |
Docente del
Hospital "Santa Inés" |
Cuenca |
|
Médico Tratante y Miembro de la Comisión Docente del Hospital "Santa Inés" |
Fax: (593) 7 2838285 |
Correo: clarias@etapaonline.net.ec |
Cuenca - Ecuador |
|
Resumen
Se presenta el panorama de la lepra como un elemento de conmoción
social y de castigo en todas las culturas y las civilizaciones, de
todos los tiempos. Las reacciones positivas, inspiradas por el amor
al prójimo originaron movimientos reivindicativos. Los trabajos
clínicos, el descubrimiento del bacilo de Hansen y las iluminadas
contribuciones para la clasificación de la enfermedad basada en
evidencias, permitieron la liberación de los leprosos y su
integración a la sociedad, al abrir las puertas de los leprosarios
con la garantía de un tratamiento curativo.
Palabras clave: lepra, aspectos sociales,
rechazo social, castigo, reivindicación social, liberación de los
leprosos.
Resumen
Se presenta el panorama de la lepra como un elemento de conmoción
social y de castigo en todas las culturas y las civilizaciones, de todos
los tiempos. Las reacciones positivas, inspiradas por el amor al
prójimo originaron movimientos reivindicativos. Los trabajos clínicos, el
descubrimiento del bacilo de Hansen y las iluminadas contribuciones para la clasificación de la enfermedad basada en evidencias, permitieron
la liberación de los leprosos y su integración a la sociedad, al abrir las puertas de los leprosarios con la garantía de un tratamiento
curativo.
Palabras clave:
lepra, aspectos sociales, rechazo social, castigo, reivindicación social, liberación de los leprosos El padecimiento por parte de los Cruzados tuvo el mérito de aliviar el peso de la maldición para llegar aún a santificarla y despertar el espíritu cristiano de amor al prójimo y estimular la solidaridad. En 1179 el Concilio de Letrán
estableció que la lepra ya no era motivo de separación de la familia; en 1120 se funda en Jerusalén la Orden de San Lázaro que se ocuparía del cuidado de los leprosos en "Lazaretos".
Una especie de fervor casi místico inundó el ánimo de las sociedades
de la época; especialmente mujeres seglares y religiosas de varias órdenes religiosas se con-sagraban a su asistencia. El amor a los semejantes se convertía en un acto de renuncia material completada con una suerte de inmolación y confesión religiosa cer-canas al martirio. Personas de las cumbres económicas y sociales compartían el mandato del amor cristiano como Isabel Landgrave de Turingia (1207-1231) cuyo es-poso Luis IV murió en
las Cruzadas. A los pocos
años de su muerte fue santificada(1).
Tan antigua como es la lepra, resulta irrelevante discutir en qué momento arribó a América, si con los migrantes asiáticos mucho antes de la llegada de Colón, si viajó en los barcos de esclavos negros o con los esclavos españoles. No existen vestigios ciertos de que fue autóctona de América. En todo caso, se extendió con el mercado de esclavos a partir de focos de comercio como Cartagena de Indias y Lima hasta llegar a la Presidencia de Quito, sorprendiendo a pueblos vírgenes de defensas y predispuestos epidemiológicamente por su organización social. La importancia de la enfermedad fue señalada en las colonias de América y su atención reclamada con insistencia. La Real Cédula de febrero de 1679 señala, entre las obligaciones del Protomedicato en la Real Audiencia de Quito y en las Provincias de Guayaquil y de
Cuenca, la designación de un lugar de aislamiento provisional. A comienzos del siglo XIX se concretan las acciones y aparece en Cuenca por gestiones del Cabildo el Hospital Lazareto de la Misericordia localizado en Perezpata; empezó a funcionar como leprocomio el 28 de diciembre de 1816. El aumento del número de pacientes, muchos de ellos soldados de los batallones libertarios que llegaron del norte, obligaron a la Junta de Sanidad a buscar alternativas que culminaron con la adecuación de la Hacienda del Jordán para leprocomio. Su compra se oficializó el 25 de mayo de 1835. Los conflictos humanos y sentimentales entre mujeres y varones dentro de la colonia de Jordán determinaron el acondicionamiento de un lazareto para mujeres en Miraflores (marzo de 1854). Gracias a las gestiones de la Conferencia San Vicente de Paúl y el apoyo de la Orden de Santo Domingo, en 1889 entra a funcionar el Lazareto bajo la orientación de las religiosas Dominicas que vinieron desde Francia para enfrentar tan noble y humano designio. El
Leprocomio Mariano Estrella
ha cumplido un siglo y ha testificado todos los avatares técnicos y administrativos convirtiéndose en un hito invalorable de la historia de la medicina local y del país.
El discrimen y la persecución junto a las deformaciones
y úlceras expuestas, concedían al leproso el único halago de la fantasía y la esperanza. La inspiración de
Hartmann von Aue, consignada en su epopeya escrita en verso por el año 1200, relata la historia del Pobre Enrique, caballero leproso a quien el amor y la virtud le
salvaron de la lepra: "Si Dios quisiera ser el médico" entonces "la sangre del corazón de una doncella podría salvar a Enrique. La mujer debe estar en edad de matrimonio y sacrificarse voluntariamente. Así lo decide la hija de un campesino; los dos viajan a Salerno. Cuando Enrique ve a la bella joven atada en la mesa del médico, rechaza el sacrificio a costa de sus dolencias. Dios curó al compasivo caballero que se casa luego con la muchacha".
La impresionante soledad de los elefancíacos llamó a la comprensión no solamente de los misioneros y encargados de su cuidado sino también de escritores y poetas.
Podría decirse que se generó una modalidad literaria a veces trágica y otras veces mansa, actitud mental que se integraba a una reacción lazarofílica de ese tiempo.
Fueron innumerables los actos de entrega a los leprosos rayanos en el heroísmo y el sacrificio, como una especie de satisfacción de la humanidad en una época cubierta
de tinieblas. Jesús se detuvo en su camino, los miró cerrando los ojos y curó a los leprosos.
Rigoberto Cordero y León, con su ternura nos cuenta
La Parábola del Leproso(2):
Jesús iba camino de su lago de ensueño, la divina ternura con su paso pasaba; distancia de lucero tenía en su sonrisa; el más fresco rocío en sus ojos temblaba.
Y, de pronto, detuvo sus andares de lirio y se quedó mirando lo que nadie miraba: su sonrisa fue lago de mayor dulcedumbre, y en las dulces pupilas le nacieron dos lágrimas. El leproso pedía piedad para sus penas, unas cosas tristísimas tenía en su mirada; hablaba casi en llanto, desesperadamente, así como si hablaran solamente sus llagas.
EL LADO BUENO DE LA LEPRA
El médico noruego
Armauer Hansen (1841-1912) des-cubre el agente causal de la
lepra en 873; seis años más tarde, el bacteriólogo alemán Albert
Neisser consi-gue demostrarlo en orma fehaciente a partir de los
tejidos de enfermos. Este hecho de gran importancia cien-tífica no
cambió la suerte de los hansenianos hasta que entró a formar parte
de los cuatro criterios fundamenta-les: clínico, bacteriológico,
inmunológico e histopatoló-gico, los mismos que sirvieron de base
para la clasificación de la enfermedad.
La lepra no es
terriblemente contagiosa. Aunque es considerada una enfermedad
doméstica, os estudios epidemiológicos han confirmado que son muy
raros los casos de transmisión de la lepra entre esposos y que la
mayoría de los niños expuestos al contagio no contraen la enfermedad
(3). Se conoce que existe una resistencia natural, que el contagio
nunca es casual; se realiza por contacto íntimo prolongado de
bacilíferos. Como sucede con otras enfermedades, se admite una
predisposición hereditaria.
No queda la menor
duda de que los criterios esgrimidos para la clasificación de la
lepra son la consecuencia de un mejor entendimiento de la
enfermedad. Algunas nociones intrigantes sobre la misma fueron
esclarecidas parcialmente, en el Congreso Mundial de El Cairo en
1938, al proponerse un nuevo enfoque de clasificación con argumentos
convincentes sudamericanos.
Diez años más
tarde, en el V Congreso Internacional de Lepara en La Habana se
admitió la existencia de dos tipos polares originados por el mismo
bacilo pero modulados por diferentes estados inmunológicos: la lepra
tuberculoide y la lepra lepromatosa. Se aceptó la existencia de un
grupo que no correspondía a ninguno de los dos tipos, esta es la
lepra indeterminada o incaracterística.
En 1953, en el
Congreso de Madrid, se integró a un grupo de casos diformos o
borderline. Todos estos tipos y grupos tienen su identidad
respaldada por los cuatro criterios fundamentales.
La lepra es curable
como resultado de los avances en la quimioterapia y la estrategia de
la oliquimioterapia (OMS, 1981) que previene a la vez la aparición
de cepas resistentes. En 1991, la Asamblea Mundial de la Salud
eliminó a la lepra como problema de salud pública a nivel mundial.
Si la erradicación exige determinantes muy complejos, al menos la
meta de la eliminación" confiere un perfil optimista al campo
epidemiológico. Junto a la poliquimioterapia estratégica (rifampicina,
clofazimina y dapsona), la difusión del criterio, oportunidad y
suspicacia para el diagnóstico son altamente valederas.
La presión sobre
los entornos en los que campea la enfermedad, la lucha contra los
factores que deprimen el sistema inmunológico (desnutrición,
alcoholismo, sobreesfuerzo, enfermedades depauperantes; en suma:
pobreza), el ataque
antibacteriano masivo y los nuevos conceptos de campaña antileprosa
vienen preparando el adiós a uno de los azotes más temibles de la
humanidad.
Hace rato fueron
abatidos los barrotes de los lazaretos y hoy día se han abierto de
par en par.
El reto es a la
clase médica a pensar más y más en la enfermedad, mientras los
científicos se allan comprometidos a proporcionar el último toque
del proceso de certificación de las infecciones con el hallazgo de
las formas de cultivo, hoy día detenidas en las elegantes pruebas de
inoculación en las almohadillas plantares de los roedores. •
Referencias
1. Crónica de la
Medicina. 2da ed. Plaza y Janés. Ed. Barcelona, 1994: p. 94-5
2. Boletín
Informativo de la Cruz Roja Provincial del Azuay N° 188, octubre de
1988
3. Bechelli LM, Jefe del Servicio de la Lepra de la OMS.
Salud Mundial, octubre de l971
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