El
control de las enfermedades de transmisión sexual se complica
por factores de conducta instintiva e individual y por la gran
diversidad de estas infecciones, en comparación con otras enfermedades
transmisibles. Son las únicas
enfermedades cuya propagación es diseminada directamente por la necesidad
humana básica de compartir la intimidad sexual y reproducirse.
La exposición a cualquiera de las enfermedades de transmisión sexual
es consecuencia directa de la sexualidad de una persona.
Aunque
en general las personas entienden que el tener un mayor número de compañeros
sexuales aumenta el riesgo de contraer cualquiera de las enfermedades de
transmisión sexual.
Los
anticonceptivos y la conducta del individuo modifican los riegos de adquirir
una enfermedad de transmisión sexual. Algunas
mujeres tienden a tener más contactos sexuales mientras dispongan de
anticoncepción eficaz. El uso de
condones o diafragmas protege contra la transmisión de infecciones, solo
cuando se usan junto con espumas o jaleas espermicidas. El uso adecuado de
condones disminuye considerablemente el riesgo de gonorrea en hombres y
mujeres.
Por
otro lado el uso de dispositivos intrauterinos (T de cobre, espiral, etc.)
aumenta el riesgo de sufrir enfermedad inflamatoria de la pelvis, sobre todo
en mujeres jóvenes y que no han tenido hijos.
El
conjunto de estas enfermedades constituye una amenaza importante y en gran
parte previsible para las mujeres y sus hijos nacidos y no nacidos.
Lo que se necesita básicamente es que la población en general, sobre
todo las mujeres apliquen esta
información para prevenir las enfermedades de transmisión sexual y sus
consecuencias. Su frecuencia y
variedad incluyen esterilidad,
infecciones perinatales, cáncer genital femenino y tal vez la muerte, deben
ser conocidas tanto por las mujeres como por sus parejas sexuales.
Los cambios simples como la restricción de contactos sexuales
y el uso adecuado de condones, pueden disminuir espectacularmente el
riesgo de contagio personal de estas enfermedades.