Merito al envejecer?

El título de esta nota puede parecer extraño a los lectores, puesto que si el envejecimiento es deterioro, y en sociedades en vías de desarrollo constituye una meta indeseable, no ameritaría llegar a esa etapa.

Sin embargo,  el solo hecho de pasar la raya de los 60 implica ya una victoria, indica que el sujeto es un sobreviviente, que ha campeado una serie de batallas y las ha resistido olímpicamente. 

 

Entonces la vejez resulta un triunfo del organismo humano en su pelea contra una serie de factores (llámelos enemigos) como el clima, el trabajo, las frustraciones, y un larguísimo etcétera. Eso quiere decir que no todos los individuos van a llegar a la tercera edad. 

Y de ahí que es un PRIVILEGIO, o una prerrogativa de unos pocos. Si observamos con detenimiento cuantos de nuestros conocidos están ya bajo tierra, concluiremos que de cada 10 por lo menos  5 han desaparecido de la faz del universo. 

Por otro lado, es un etapa  en la que se posee un saco de experiencias no importa el papel que se haya desempeñado en la vida. Todos absolutamente todos los habitantes del planeta son ricos en sucesos aleccionadores. 

De todas formas a estas alturas de la nota, a más de un curioso se le habrá pasado por la mente que lo anteriormente expresado no es suficiente para entusiasmarlo a querer avanzar y convertirse en un sano ultrasexagenario. 

 Es que en realidad el asunto reside en avejentarse sin aparecer como un despojo. Para ello existen reglas de oro que hay que cumplir no a los 60 sino mucho antes. Tal vez dignas de observar desde el nacimiento. Y aunque son simples requieren de paciencia, constancia, y más que  nada de fe, fe en el tiempo, ese tiempo que es en incontables ocasiones un implacable contrincante. 

Bueno, pero veamos las reglas. Armonía consigo mismo, equilibrio con el     ambiente, y contribuir activamente con el desarrollo de la colectividad. Nadie podrá negar que si no estamos en consonancia íntima, esto es que si  nuestras células y órganos no  se hallan en concierto entre sí, somos enfermos. Como tampoco ninguno podrá contradecir que esa situación (la armonía) otorga un grato estado de suavidad y hasta dulzura.

El equilibrio es una consecuencia de lo anterior. Evidentemente que si alguien no se aguanta ni él (o ella) mismo, mal podría convivir con lo que lo rodea. Solamente que hay que insistir que los añosos no saben disfrutar de su entorno. Que está allí para su provecho. Y finalmente, se piensa que en la ancianidad no se es capaz de aportar en beneficio colectivo, perdiendo los mayores oportunidades de expresarse y la sociedad, en general, de aprovechar de sus conocimientos en múltiples campos. 

En conclusión, una vejez es meritoria  si cumple con esos tres   parámetros, los que a su vez son las líneas por las que nos debemos mover los que envejecemos día a día.

Autor:

 

Dr. ALDO GUEVARA D´ANIELLO
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