La etapa Abolense
osea de ser abuelo
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El vocablo abolense viene de abuelo y ese rol es al que
precisamente esta nota tratará de ilustrar desbancando algunos
conceptos errados que las épocas establecieron como dogmas y que
el tiempo se encargó de negarlas. Antes un abuelo/a era una
persona de tercera edad pues ese momento coincidía con la sexta
década de vida y traía canas, arrugas, y una apariencia de
cansancio que a partir de los últimos lustros del siglo XX
desaparecieron dando paso a un sujeto vital, lleno de energías,
que practica algún deporte, se vuelve a casar, o incluso tiene
aventuras amorosas con mujeres más jóvenes.
A mediados del siglo anterior
nadie quería ser llamado asi pues era sinónimo de pasado de
moda, anticuado, “chocho” y un larguísimo etcétera. Medio en
broma un septuagenario cada vez que le preguntaban cuantos
nietos tenía respondía que le pregunten a su esposa, ya que
ella era la abuela. Anécdota que no hace otra cosa que
relievar el sentimiento de ese entonces, de rechazo a ser
considerado añoso.
Y mientras unos soñaban con ver
descendientes, otros no querían ni oír del asunto. Sin
embargo, esa es una actitud no traída de los cabellos porque
existen muchas formas de vivir el rol de antepasado directo.
Aclarando que esas funciones son muy naturales, nada
forzadas, muy espontáneas. Decía que unos son engreidores,
otros distantes, por ahí aparecen los compañeros de juegos,
los severos, los maestros que encuentran en cada cosa un
motivo para enseñanzas, los cómplices, los alcahuetes, y una
interminable gama de posturas frente a estos segundos hijos
de los que se quiere exigir aquello que no se exigió a los
primeros, y con los que se quiere conseguir todos los sueños
que la generación anterior frustró.
Parecería que hasta hace poco
era mucho más sencillo desempeñarse como tal y ganarse el
aprecio de todos en el seno de la familia. ¿ Y por qué ahora
no ? Bueno, comenzando porque en estos momentos los
cincuentones ya tienen hijos casados o con vástagos, no han
dejado de trabajar y sienten que no han disfrutado de la
vida como para ayudar a criar unos niños súper avispados, en
otro aspecto, la globalización ( léase, la televisión, el
internet, la educación, etc. ) han complicado las
comunicaciones entre generaciones agrandando la brecha entre
unos y otros, y finalmente, en países en vías de desarrollo
como el nuestro, la migración y la pobreza son factores que
han roto la imagen de familia, la convivencia, o han borrado
las ocasiones para compartir intergeneracionalmente.
Pero entonces ¿ cómo vivir ese
período ? Reconociendo que no hay escuelas para abuelitos
buenos, el lector debe asumir su estado de la manera más
natural, lo que le nazca hacer, lo que sienta, y justamente
no inhibirse porque eso si provoca tarde o temprano
remordimientos. En todo caso, sea como su conciencia le
dicta, acérquese amistoso o permita que se acerquen, o
aléjese porque esa es su personalidad, o involúcrese en su
bienestar estableciéndose límites, sin olvidar que la
crianza de los hijos es única responsabilidad de los padres
nunca de los antepasados directos.
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