En el
proceso de envejecimiento las PERDIDAS, así
con mayúscula, son el pan de cada día, y
constituyen un elemento casi inexcusable en
esa etapa, y es que
se pierde
el empleo, la salud, los amigos, la
esposa/o, el estatus, etcétera, pero de
ellas lo que más duele es la ausencia de un
ser querido (pareja, hijos, o mascotas).
Es que se
agranda inmensamente todo vacío afectivo que
copaba un estado de defensa, costumbre,
agrado, apoyo. A mayor edad mayor necesidad
de protección, y por ende menor reacción de
defensa al golpe emocional.
Aún los
individuos más rudos y de carácter fuerte
quedan extenuados íntimamente después de un
episodio de luto. Tanto así que de uno de
estos nació la teoría de que estos episodios
dejan cicatrices que forman un camino para
llegar a conocer el rostro del alma.
El
problema reside en que la acumulación de
penas puede llevar a depresiones profundas
que desembocan en situaciones conflictivas,
en unos casos de autoagresión, en otras de
astenia y total desinterés, y no pocas
desencadenan en demencias que probablemente
ya se estaban gestando.
Por su
parte, parecería que a la sociedad no le
interesa inmiscuirse en un asunto
aparentemente muy personal como el que aquí
se trata, porque además se vive en medios
violentos en los que la muerte es un evento
común y hasta silvestre, que se refleja
diariamente en las pantallas de televisión
en noticieros, en películas, y también en
comedias.
Entonces
enfrentar las huellas que la tristeza
sostenida pueda dejar en el espíritu de un
envejecido es la tarea utópica a la que se
ve abocada una colectividad cada vez más
excluyente. Allí reside el desafío que no se
prospecta ni fácil, y mucho menos posible.
Sin
embargo, y afortunadamente se cuenta con los
adelantos de la tecnología y la organización
de la comunidades que mientras menos
numerosas son menos indiferentes al dolor
del vecino. Y es que el dolor se combate
enfrentándolo, reconociendo su presencia,
aceptando su magnitud, sin exageraciones, y
respetando su calidad, porque ninguna llaga
es igual, ni el vacío parecido. En esas
horas bajas se necesita hablar y para eso
está el servicio telefónico de unos
voluntarios especiales (teléfono amigo),en
aquellos instantes se necesita sentirse
rodeado y por eso se han conformado grupos
de viudos o de padres que han perdido a sus
descendientes y en ciertas partes la
televisión forma los grupos para aquellos
que no pueden moverse de su casa, y por
ultimo existe también el internet para
aquellos que gozan de ese servicio.