La malnutrición en
los ancianos (geriatría)
Se dice que para un hombre de 65 a 67 años
con actividad moderada, un régimen adecuado es el que proporciona 2400
calorías y para una mujer en iguales condiciones de 2100 calorías.
Por su parte las necesidades de proteínas
son de 1 gramo diario por kilo de peso corporal. Los alimentos de
origen animal proporcionan el 50% de ellas. Los requerimientos de
azúcares, y grasas en cambio depende del gasto energético.
En lo que respecta a
minerales hay que destacar al calcio y al hierro. El primero, por la
osteoporosis y el segundo por la anemia, la misma que es paralela a la
malnutrición por la eliminación del hígado, verduras, espinacas,
lentejas de dieta diaria. Sin embargo, es bueno aclarar que el calcio
no es el responsable único de la osteoporosis, sino también la
existencia de factores hormonales, falta de vitamina D, la inactividad
física y la mínima exposición al sol. El cuerpo añoso necesita una
ingesta de 3 litros diarios de líquidos. Cuando se habla de líquidos
no nos referimos exclusivamente al agua, sino a jugos, caldos, sopas,
helados, gelatinas, aguas aromáticas, coladas, etc. Es importante la
toma de líquidos por las constantes y fáciles deshidrataciones, así
como para mantener un buen funcionamiento renal e intestinal.
Con estos antecedentes, las medidas a
tomarse para evitar la malnutrición en la tercera edad se reducen a
las siguientes:
1. Personalizar el régimen dietético en
cuanto a los gustos y situaciones individuales.
2. Insistir en la preparación atenta de
los alimentos, evitando excesivas sofisticaciones, salsas, condimentos
picantes, al igual que una temperatura extrema.
3. Procurar una distribución equilibrada
del ritmo y número de tomas. La alimentación debe ser regular, sin
suprimir el desayuno ni la cena. Es recomendable repartir los
alimentos en varias comidas a lo largo de la jornada. Entre nosotros
un bueno horario podría ser: desayuno, a las 8 horas, colación a las
10 horas, almuerzo a las 13 horas, merienda a las 18 horas y un vaso
de leche o alguna agua aromática antes de acostarse.
4. Asegurar el equilibrio entre los
distintos principios inmediatos. Toda dieta debe contener: verduras,
vegetales, carnes, huevos, leche y derivados, así como fruta.
5. Prescindir de las famosas dietas
rígidas que prohíben todo, pues las consecuencias son inmediatas:
hostilidad, alteración del carácter y rechazo. En casos necesarios,
calificar y cuantificar con mesura.
6. Corregir los errores importantes del
régimen explicando los motivos. Los cambios no son bruscos sino
progresivos. Cuidar el entorno en los momentos de las comidas. Esto es
mesa limpia, altura adecuada, asiento cómodo, cubiertos necesarios,
agradable compañía de amigos, parientes o empleados apreciados.
Medidas que por lo demás no hacen otra cosa que mejorar
contemporáneamente la calidad de vida de quienes van declinando
progresivamente.
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