Reintegrar o proteger al anciano (añoso)?

Insistentemente los medios de comunicación reclaman para las personas de tercera edad un trato “protector”, y siempre tratan de presentar a esta población como la dueña de todas las desdichas como que si en realidad  el envejecimiento sea el período de desintegración del ser humano.

 

 A pesar de que la vejez es un estado de carencias, de pérdidas (afectivas, económicas,  de status), no significa ni obsolescencia, ni completa minusvalía. Si analizamos la situación  en su correcta dimensión nos encontramos con un cuadro bastante distinto.  Por ejemplo, vemos que la sociedad ha creado un mecanismo denominado jubilación mediante el cual saca al trabajador (empleado) del aparato productivo y lo envía a “descansar” porque ya ha gastado sus energías en el desempeño de una actividad por un número de años, encontramos igualmente, que  esa colectividad no solicita empleados mayores de cuatro décadas de existencia; por su parte, el monto de la pensión con la que deberá subsistir el jubilado no se compara ni lejanamente a lo que ganaba en sus buenos tiempos.  

 

Y allí no termina la tarea social de exclusión colectiva hacia los ultrasexagenarios. La familia habitualmente tampoco necesita al pariente envejecido sino para tareas  domésticas (cuidar nietos, cocinar, comprar, etc.), y se lo margina de las fiestas, paseos, reuniones. Es que además e núcleo familiar se ha acortado inmensamente, y ya no se cuentan sino con 4 miembros en un hogar. O al contrario el hogar se ha desmembrado por el divorcio, u otras circunstancias (emigración). Para, dizque, solucionar la soledad del veterano, la comunidad (siempre la sociedad) se ha inventado un elemento que llama hospicio, “hogar”, o “casa de reposo” , con el que completa  la labor de desintegración social y afectiva, el aislamiento y el encierro.

 

Entre tanto las colectividades se rigen por cánones que son signo de un status socio  cultural, como son la residencia ubicada en determinado sector de la urbe, el vestido de marca, la frecuencia a determinados lugares de moda, en fin, la posesión de una serie de bienes de consumo a los que, naturalmente, el veterano no puede aspirar, pero de los que tal vez, gozó en su sistema de vida prejubilar.

 

Los párrafos anteriores no han hecho más que demostrar como la sociedad expulsa al individuo que pasa la raya de los 60 de  su seno, sin que aquel sepa a ciencia cierta el motivo de la expulsión. En el 80% de los casos los marginados envejecientes no son discapacitados, son gente que se puede desempeñar, el 20%  no necesitan exactamente de PROTECCION.

 

Y entonces cuál será la respuesta a la pregunta con que se inicia esta nota. Si se lee con atención lo anteriormente expuesto la contestación es REINTEGRACION, ya que a quien se le quita algo por un acto de justicia se le debe restituir. En el caso concreto de los viejos hay que devolverles el sitial dentro de la sociedad al que tienen derecho y solamente así estaremos seguros de su reincorporación a la colectividad a la que contribuyeron sin esperar dádivas protectoras.

Autor:

 

Dr. ALDO GUEVARA D´ANIELLO
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