La salud del jubilado

En décadas pasadas retirarse del trabajo era un sueño largamente acariciado por muchos, con la esperanza de disfrutar una “etapa” de interminables vacaciones, en las que se recuperarían las energías gastadas en la lucha por la vida (léase, en el desempeño de una labor frustrante y mal remunerada).

 

Tal utopía  se fue desvaneciendo hasta la última década del siglo XX, sobre todo para los ecuatorianos, para los que las condiciones de vida se deterioraron en todos, peor entre la clase jubilada cuya pensión perdió el valor adquisitivo en forma llamativa y podría calificarse de dramática.

Según la OMS “salud es el completo bienestar, físico, mental, y social y no solamente la ausencia de enfermedad”. De acuerdo a ese concepto para el sector poblacional al que nos referimos en esta nota, no habría ese equilibrio por ningún lado que veamos el problema.

 Y es que en realidad hoy los retirados son personas ultrasexagenarias que en un alto porcentaje padecen alguna patología crónica (hipertensión, artrosis, diabetes, secuelas de trombosis, etc.), y deben de consumir fármacos que no siempre los proporciona el  ente asegurador; un elevado número tampoco tiene casa propia, a la vez que reciben pensiones que ni con el aumento no llegan a 100 dólares; esos detalles redundan en preocupaciones que alteran su sueño y el estado psicoemotivo.

 En consecuencia, no se podría decir con solvencia moral que existe un panorama salubre para los trabajadores en servicio pasivo en el territorio nacional.

 Pero lejos de lamentarnos, lo constructivo debe ser encontrar una fórmula no milagrosa que mantenga un armónico paso por la existencia después del pensionamiento.  Y la pregunta de obligación que brota en los lectores es ¿ cómo ? . Antes que nada, los individuos que piensan acogerse a ese beneficio deben ser preparados, orientados acerca de los pro y de los contra del paso que van a dar, así como de lo que pueden hacer para no enfermarse, cómo manejar su dinero, en qué llenar el tiempo libre, qué comer, cómo divertirse sana y económicamente.

 Y la parte crucial, básica, esencial: NO AISLARSE. Hay que inevitablemente asociarse. Y es que la sabiduría popular ya lo sostiene al proclamar que la unión hace la fuerza, pero además porque de esa manera vigilan mejor sus intereses, surgen valiosas propuestas, se obtienen conquistas (comedores, comisariatos, etc.), se planifican acciones, se despierta el sentido de solidaridad, y en fin, se deteriora menos el intelecto.

 Con esos antecedentes si jubilarse no representa por ahora bienestar, no es que éste no pueda alcanzarse, sino que hay que propiciarlo con las estrategias indicadas, reconociendo que nada caerá del cielo sin una dosis de esfuerzo y constancia.

Autor: 

Dr. ALDO GUEVARA D´ANIELLO
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