Tiempo de soledades en ancianos

Es frecuente escuchar a los mayores de cualquier familia quejarse de su SOLEDAD y a la colectividad agrandar dicho vicio en relación a la población gerontológica. Sin embargo, un autor de habla inglesa sostenía con mucha solvencia que la soledad es la gloria de sentirse solo, y el aislamiento es la pena de verse íngrimo. Y esa frase que puede considerarse de antología serviría para explicar lo que sucede en la tercera edad.

 

Es que las sociedades del siglo XXI imponen a sus habitantes una serie de reglas que pueden ser llevadas por unos, pero no por todos, como por ejemplo, no tener más de dos hijos, trabajar, estudiar, de sol a sol, y al llegar a la casa ver televisión. Entonces, los que ya están en etapa jubilar se quedan solos. Otro factor determinante es lo que se llama el “Síndrome de la madriguera vacía” que se produce cuando los hijos se van (o porque se casan, o porque van a estudiar al extranjero), y afecta más a las mujeres que a los hombres.

 

Por su parte, la pérdida de los amigos (generalmente, por fallecimiento) provoca un sentimiento pleno de soledad, igualmente cuando se muere la pareja, en ambos casos mejor soportado por el sexo femenino, que por los varones que, lamentablemente, caen en severas depresiones.

 

La supresión de contactos como consecuencia de la falta de actividad laboral y la autoexclusión de una vida social, anteriormente intensa, ocasiona inexorablemente la tristeza de haber sido separado injustamente de la sociedad. La escasez de recursos económicos conlleva similares ideas. Y es el mejor ejemplo de aislamiento.

 

El ingreso (involuntario) a un hospicio, la jubilación presionada, así como la hospitalización se incluye entre las más llamativas formas sociales de aislamiento que marcan profundamente la personalidad de un sujeto envejeciente y que a veces llevan insensiblemente al suicidio.

 

Por su parte las estadísticas demuestran que un alto porcentaje de añosos en el territorio nacional vive en familia, y que son la mayor expresión de lo que en medios gerontológicos se conoce como “soledad en compañía”, y que por suerte no es una población de riesgo, porque se mantiene entre “cuidados” de su núcleo. Lo que si se ha convertido en nuestros días en un problema digno de atención es la migración de un ser querido (hijos, comúnmente) que encima deja nietos que cuidar y una “desolación” difícil de asumir, porque se mezcla con otros componentes existenciales de impotencia, responsabilidad, culpabilidad, ansiedad, temor, y un larguísimo etcétera.

 

Así  pues señaladas las causas es oportuno también indicar, aunque brevemente, las soluciones. Será bueno incluirse en grupos de cualquier cosa, de oración, de juego, de lectura, etc. A quienes les gustan las mascotas, que adopten una, y aquí la lista es larga (va desde perro a loro, pasando por codornices, gatos, etc). Otra alternativa es la realización de acciones intelectualmente creativas cuyo elenco resulta infinito. La comunicación  frecuente con amigos y familiares, (por cualquier vía, epistolar, telefónica)

 

En todo caso, el problema esta presente, nadie lo niega, únicamente que hay dramatismo en su descripción e identificación, por lo que para enfrentarlo se confunden sus factores y por ende los correctivos no resultan los más óptimos. Recordemos que hay un refrán popular que afirma “mejor solo que mal acompañado”, y que siempre  necesitamos un momento para estar consigo mismo. 

Autor: 

Dr. ALDO GUEVARA D´ANIELLO
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