Coexistir
con demencia tipo Alzheimer
El
título de esta nota no responde a otra cosa que a una realidad
ineludible y a una demanda de nuestros días. Es que el siglo que
viviremos esta marcado por la presencia masiva de personas de tercera
edad y en consecuencia de sus problemas. Uno de ellos, Cada vez más
frecuente, las demencias degenerativas, de las que va a la cabeza el
Alzheimer.
Se
dice que de 10 familias, 8 tienen un ultrasexagenario entre sus
miembros, y de esas 6 padece de un trastorno demencial. Ello ocasiona
un estado de desazón que empuja al núcleo familiar a demandar
servicios a la comunidad para enfrentar el desequilibrio
psicoemocional que eso
produce.
Uno
de los gestos típicos es deambular por diferentes consultorios, del
neurólogo al psiquiatra hasta que finalmente se cae
en un geriatra, pero precisamente cuando ya es muy tarde. De
todos modos, es bueno anotar que aún ahora no hay curación
para esta patología que destruye la personalidad del sujeto, y
que se hacen esfuerzos considerables por conseguir un diagnóstico
temprano a fin de prevenir sus devastadoras consecuencias.
Mantener
en el seno del hogar a un añoso afectado significa adaptar todo el
entorno físico para que sobreviva en ese ambiente, y adaptar
los
hábitos y costumbres de sus integrantes con el objetivo de lograr un
equilibrio individual y colectivo. Lo difícil radica justamente en la
reeducación que exige la participación coordinada de los habitantes
de la casa y esa cooperación no se puede esperar voluntariamente
de la parentela.
Reeducar
representa un gran esfuerzo personal, espiritual e intelectual de los
allegados, en el que debe primar la solidaridad, pensando que mañana
posiblemente podríamos ser nosotros los golpeados por la enfermedad.
Y
además, esa educación implica un sinnúmero de renunciamientos que
no siempre se esta dispuesto a hacer.
Por
eso, las solicitudes de ingreso a los asilos de ancianos son más que
considerables. Igualmente, por esa razón vemos muchos envejecidos
deambulando sin rumbo cierto por calles y plazas. Efectivamente, es
agotador asistir a este tipo de enfermos, sin embargo, se cuenta con
principios y metodologías para enfrentar su trato que redunda en
calidad de vida.
Hoy
por hoy, en el siglo en el que nada es imposible, es pues soportable
la cohabitación pacífica con los dementes de Alzheimer. Y tal
afirmación es tan cierta que, aunque no hay curación, la industria
farmacéutica ha trabajado
frenéticamente en ese aspecto entregando productos que si no dan los
mismos resultados en la totalidad de quienes los usan permiten
sintonizar los síntomas y hacer equilibrios.
Así
las cosas se hacen más llevaderas y permiten una mejor situación del
individuo, al igual que un alivio a los parientes que antes sufrían más
que el propio demente. En todo caso, se debe recalcar que para
alcanzar esta coexistencia armónica
hay que partir del reconocimiento del grupo familiar y social de la
presencia de la patología sin prejuicios, ni dramatismos con el ánimo
de enfrentarla con una dosis de humanidad y esperanza.
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