Autor: Dr.
Ricardo Sonneborn Gross
Profesor Asociado de
Cirugía, Universidad de Chile.
American College of
Surgeons: Presidente 1984-1985.
Pdte. Comité Chileno de Trauma
1987-2001
Jefe Región Latinoamericana de
Trauma XIV 1987-1995
Sociedad de Cirujanos de Chile:
Presidente 1988. Miembro Honorario
Miembro Emérito 2001.
Sociedad Panamericana de Trauma:
Vicepresidente 1987-1990.
Miembro del Comité Directivo
1989-1996
Autor de 30 Capítulos en Textos
Médicos Chilenos e Hispanoamericanos
Santiago, Chile |
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ABORDAJE DE ARTERIAS Y VENAS ILIACAS |
Históricamente, en los más importantes
conflictos bélicos del Siglo XX, la
incidencia de lesiones de vasos ilíacos se
situó en una frecuencia de 1.77 a 2.6%,
siendo esta última, la que Rich consigna en
el Registro Vascular de Vietnam. En vida
civil, su frecuencia se sitúa alrededor de
un 2%, indicándose que corresponde, a su
vez, a un 10% de los Traumatismos vasculares
abdominales.
Una comunicación reciente de Asencio, da
cuenta de su extraordinaria gravedad. En una
revisión de 185 casos, atendidos en un
período de 9 años, en un Centro de Trauma
Nivel I, de la ciudad de Los Angeles,
demuestra que, el 95% fueron causados por
heridas penetrantes. Un alto número de
pacientes ingresaron en estado de shock, con
una pérdida sanguínea promedio de 6.200 ml.
En 72 casos, las lesiones fueron arteriales
y 113 venosas. Repararon un 98.6% de
arterias y sólo 11% de venas. Falleció el
49%, siendo mayor la mortalidad cuando las
lesiones eran mixtas, se asociaron a
lesiones de grandes vasos, o bien se
producían arritmias o coagulopatías.
A pesar de su baja frecuencia, el cirujano
de urgencia debe tener conocimiento de esta
patología, y debe estar entrenado para tomar
decisiones correctas y ejecutar los
procedimientos que cada caso requiere. El
hospital, por su parte, debe contar con
recursos y dependencias, que permitan
atender a cualquier hora del día o de la
noche estos complejos casos. Se requiere una
amplia exposición. Se obtiene mediante una
incisión xifopubiana, la que permite una
adecuada movilización de las vísceras y
decolación del peritoneo posterior.
Mientras, se mantiene un taponamiento de la
lesión sangrante, el cirujano debe explorar,
intentando efectuar un control vascular
proximal y distal del, o de los vasos
dañados. Luego, en forma juiciosa, debe
realizar las reparaciones que corresponda,
demostrando tener un conocimiento cabal de
las diversas alternativas técnicas de
reconstrucción vascular. Cada vez que sea
posible, debe reparar, con el mismo ahinco,
la lesión venosa. Terminado el
procedimiento, debe evaluar cuidadosamente
la hermeticidad de las suturas, la calidad
del lumen, y el estado de la perfusión hasta
distal en ambas extremidades inferiores;
rehacer las suturas que se aprecien dudosas,
torcidas o estenosantes. Hacer
comprobaciones radiológicas si fuere
necesario. Mantenerse atento, a que si el
resultado obtenido fue satisfactorio, este
se conserve en las horas siguientes. Siempre
debe estar dispuesto a reintervenir a
cualquier paciente, a cualquier hora, con la
misma urgencia del procedimiento inicial, y
solicitar la concurrencia de un cirujano de
mayor experiencia, cuando no visualice la
causa del problema, o no logre solucionarlo
a satifacción.
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