Autor: Ricardo Ferrada D. MD.
MPH, MACC, FACS.
Profesor Titular de
Cirugía.
Jefe, Unidad de Quemados Hospital
Universitario
Cali, Colombia. |
|
MANEJO DEL PACIENTE QUEMADO GRAVE EN
UCI |
Variables de riesgo en pacientes Quemados.
Se han descrito varias escalas para
anticipar el riesgo de mortalidad de los
pacientes con quemaduras. Los elementos
determinantes de estos riesgos, en orden de
importancia son:
1. Extensión de la quemadura. Es sin duda el
elemento de mayor importancia y valor
predictivo.
2. Edad del paciente. Se ha observado que
las edades extremas de la vida se asocian
con mayor mortalidad. Además de los
problemas sistémicos inherentes, la piel en
las edades extremas es de menor espesor, por
lo cual un mismo estímulo térmico resulta en
una quemadura de mayor profundidad.
3. Presencia de inhalación. La quemadura
por inhalación agrega un exceso de
mortalidad a la cifra calculada por
cualquier escala equivalente a una quemadura
50% mas extensa.
4. Profundidad. La profundidad de la
quemadura implica una mayor gravedad desde
el punto de vista local, y además también
incrementa la mortalidad debido al riesgo de
infección y a la necesidad de cirugías
repetidas.
5.
Infección. La infección es un factor
particularmente funesto en los pacientes con
quemaduras. La invasión bacteriana destruye
los restos dérmicos y por lo tanto resulta
en una lesión mas profunda.
Definición de Quemadura Grave
Con base en estos elementos se considera que
una quemadura requiere UCI en las siguientes
circunstancias:
1. Indice de Gravedad mas de cien puntos
2. Quemadura de cualquier magnitud con
Falla de un órgano.
3. Quemadura por inhalación.
4. Quemaduras por energía o por rayo.
Quemaduras por inhalación
La inhalación produce un incremento en la
mortalidad, no obstante los avances en el
manejo del soporte ventilatorio en los
últimos años. En efecto, la quemadura por
inhalación resulta en un mayor número de
infecciones y disfunción multiorgánica. En
promedio la mortalidad por quemaduras sin
lesión por inhalación es inferior al 10%, se
incrementa al 25-43% en presencia de
inhalación y cuando se produce neumonía como
consecuencia de la inhalación, la mortalidad
puede ascender a 60-80%. El aire caliente
seco tiene bajo contenido térmico en
comparación al vapor caliente. En presencia
de un ambiente de temperatura elevada se
pueden producir quemaduras en la cara, pero
la naso y orofaringe absorven el calor y no
se produce lesión importante en la vía
aérea. En cambio el vapor caliente inhalado
tiene la capacidad de producir una quemadura
muy severa incluso por debajo de las cuerdas
vocales. Sin embargo el problema mas
frecuente en la vía aérea no lo producen el
aire o el vapor caliente sino los gases
irritantes y/o tóxicos generados por la
combustión de los productos existentes en el
lugar del accidente. Estos gases se
clasifican en tres grupos de acuerdo a su
efecto:
a Desplazan el oxigeno y producen hipoxia:
Dióxido de carbono, Nitrógeno, Metano;
Hidrocarburos.
b. Interfieren el transporte o la
utilización del oxígeno: Monóxido de
Carbono, Cianhídrico, Sulfuro de Hidrógeno,
Nitritos.
c. Irritantes: Amoníaco, Aldehídos, Acido
acético, Gases de Cloro, Fosgeno, Oxidos de
Nitrógeno.
Estos productos resultan de la combustión de
elementos existentes en casi cualquier
construcción. Así por ejemplo la combustión
de la madera produce cloro y aldehídos,
mientras que la combustión de plásticos
también genera estos productos y además de
vapores ácidos. La lana, presente en casi
cualquier ambiente, al quemarse genera
Cloro, Amoníaco y Aldehídos. Son
especialmente tóxicos e irritantes la
inhalación de los productos del caucho, los
fertilizantes y los hidrocarburos.
El diagnóstico es esencialmente clínico. De
los estudios paraclínicos el único que
ofrece utilidad es la laringoscopia ya sea
indirecta o mediante fibrobroncoscopio. La
radiografía de tórax, los gases arteriales y
demás estudios de laboratorio tienen escaso
valor predictivo.
Los síntomas y signos básicos consisten en
expectoración carbonácea y estridor
laríngeo; por lo general detectables en el
primer examen, aunque también pueden
aparecer en forma tardía al segundo o tercer
día. Una vez aparecen los primeros síntomas
el edema puede progresar rápidamente a la
obstrucción laríngea, que es la complicación
precoz. Por lo tanto ante la sospecha
clínica se debe establecer una vía aérea lo
mas temprano posible. Como en la mayoría de
los pacientes la situación se resuelve en
unos cuantos días, se debe preferir la
intubación a la vía quirúrgica. Además, como
se espera la aparición de gran cantidad de
secreciones espesas, se debe preferir el
tubo endotraqueal de mayor calibre posible.
La traqueostomía o la cricotiroidotomía se
realizan cuando la intubación es fallida, lo
cual ocurre entre el 3 y el 13% de los
casos.
Al comienzo la mucosa lesionada produce tos
y broncorrea. Posteriormente, entre el
tercer y cuarto día se desprenden los
parches necróticos dejando una superficie
cruenta que se sobreinfecta con facilidad.
La traqueobronquitis y la bronconeumonía son
complicaciones mas tardías que aparecen
entre el quinto y el séptimo día; y son en
forma característica infecciones
nosocomiales. Por lo tanto se deben tratar
como tales, con antibacterianos para Gram
negativos y cobertura para estafilococo de
acuerdo a la sensibilidad microbiana
histórica de la unidad.
Manejo de la oxigenacion y perfusion
Como es bien conocido, el aumento en el
consumo de oxígeno después de incrementar el
aporte implica la existencia de una
necesidad no satisfecha de oxígeno, y por lo
tanto de una resuscitación insuficiente. En
las publicaciones existentes y en nuestra
experiencia se ha demostrado que existe una
correlación pobre entre los signos vitales
convencionales y los parámetros obtenidos
mediante el catéter pulmonar y los gases
arteriovenosos. En efecto, casi la mitad de
los pacientes con aparente resucitación
adecuada según parámetros no invasivos, al
incrementar el aporte de fluidos por encima
del aporte previamente calculado, presentan
incrementos significativos tanto en el
transporte como en el consumo de oxígeno. En
los pacientes con quemaduras la situación es
especialmente grave porque los mecanismos
fisiológicos están orientados a producir una
restricción de volumen preferencialmente en
la piel que en este caso es la zona
lesionada y la que necesita insumos con
mayor urgencia. Como es obvio, una
reanimación inadecuada resulta en un
insuficiente aporte de oxígeno y nutrientes
básicos a la lesión. La consecuencia es un
retraso en la epitelización, o lo que es
peor una infección y una posterior
profundización, según se expuso antes. En
otras palabras, la evolución inadecuada y el
mal resultado final son variables que
dependen directamente del aporte de
nutrientes y oxígeno a la zona lesionada. De
otra parte un suministro excesivo de
líquidos después de completar la reanimacón
resulta en un “encharcamiento” con disfuncón
pulmonar. Por este motivo en las horas
iniciales se debe realizar una monitoría muy
estrecha de las variables que permiten
detectar hipoperfusión tisular, sin exceder
las necesidades reales. Entre estas
variables las más fáciles de examinar son la
conciencia, la presión arterial media, la
perfusión capilar, la presencia de dolor, la
diuresis y el estado ácidobásico. Los
pacientes con respuesta inadecuada o
insuficiente al aporte de líquidos,
detectada por signos clínicos o gases
arteriales necesitan una monitoría diferente
a la convencional, que permita determinar
otras variables, distintas a la monitoría
básica, para realizar así una corrección
anticipada de los problemas existentes. Para
el efecto, además del catéter urinario y la
Presión Venosa Central (PVC), se requiere la
inserción de un catéter de arteria pulmonar
(CAP).
Consumo de Oxígeno.
Con el catéter de arteria pulmonar y los
gases arteriales y venosos es posible
determinar los niveles de consumo de oxígeno
(VO2) y al mismo tiempo monitorizar su
corrección si es necesario. El consumo de
oxígeno en términos simples es la diferencia
entre el contenido de oxígeno arterial y el
venoso, es decir el oxígeno consumido a
nivel tisular. La fórmula para calcularlo es
muy sencilla: Contenido arterial menos
contenido venoso de oxígeno, multiplicado
por el flujo que lo transporta, es decir por
el índice cardíaco: (CaO2-CvO2) x IC x 10.
La deuda de oxígeno.
Se conoce como deuda de oxígeno el déficit
acumulado de consumo de oxígeno (VO2), es
decir el déficit de oxígeno en el tiempo. Se
ha demostrado que existe una relación
directa entre la magnitud de esta deuda de
oxígeno y el riesgo de falla orgánica y
muerte.
Una vez determinado el VO2 pueden ocurrir
dos situaciones:
a. El VO2 está normal. Los valores normales
de VO2 se sitúan entre 110-160 ml/min/M2. En
pacientes quemados, durante la primera
semana el consumo de oxígeno debe estar
elevado, por encima de 150, debido a que
estos pacientes tienen una tasa metabólica
elevada. Por lo tanto si el consumo de
oxígeno se encuentra normal, se debe medir
el nivel de lactato o en su defecto el
déficit de base para determinar si la
oxigenación tisular es o no suficiente para
los requerimientos del paciente. El lactato
en sangre, ya sea medido en plasma o sangre
total, tiene mejor valor predictivo de
mortalidad que el gasto cardíaco y el
consumo de oxígeno en los primeros días
postquemadura. Posteriormente la medición
puede verse alterada por la producción del
resto de fuentes de lactato tales como el
déficit de tiamina, la alcalosis, el
desequilibrio bacteriano intestinal y la
falla hepática.
b. El VO2 está bajo. Valores por debajo de
110 ml/min/M2 se consideran anormales. El
VO2 bajo indica que existe un gran déficit
de oxígeno a nivel tisular, y si no se
corrige se produce una deuda de oxígeno que
puede llegar a ser inmanejable. En efecto,
en el paciente quemado por tratarse de un
organismo con una tasa metabólica tan alta,
la deuda de oxígeno se puede volver
impagable en cuestión de horas
Manejo del déficit en el Consumo de Oxígeno
Paso 1.
Mejorar la precarga. Una axioma obvio es que
una bomba (corazón) solo puede eyectar lo
que le llega. Si no hay líquido suficiente
no podrá bombear más de lo que existe. Esta
situación es crítica en el paciente quemado,
porque la acumulación de líquido en el
tercer espacio puede ser enorme y además se
inicia casi de inmediato después de la
lesión. Por lo tanto la primera medida es
asegurar que existe fluido intravascular
suficiente con base en la Clínica, la
Diuresis, la PVC y la Presión Capilar
Pulmonar (PCP).
Paso 2.
Observar el Indice Cardíaco. El paciente con
quemaduras debe mantener un Indice Cardiaco
por encima de 3.5, preferiblemente mas de 4
Litros por minuto por Metro Cuadrado del
paciente (l/minxm2). Si ese no es el caso,
el Indice se debe considerar bajo, y el
manejo consiste en aplicar dobutamina si la
presión arterial media es normal, y agregar
norepinefrina si hay hipotensión.
La vasodilatación extrema medida con base en
la resistencia vascular sistémica puede
resultar en acumulación de la volemia en el
lecho capilar, y como resultado puede haber
una precarga insuficiente, no obstante una
infusión de líquidos suficiente o incluso
excesiva. En estos casos el paciente se
puede beneficiar de la terapia vasopresora,
mediante la aplicación de noradrenalina o
vasopresina. Esta terapia se debe manejar
con cautela en los pacientes quemados,
porque la vasoconstricción periférica afecta
la piel, y por lo tanto la falta de
perfusión a este nivel resulta en retardo en
la epitelización o infección. Por este
motivo, la terapia vasopresora en el
paciente quemados requiere de la monitoría
con catéter de arteria pulmonar y la
medición de gases arteriovenosos. Estas
mediciones están orientadas a buscar el
punto de equilibrio en el costo beneficio
metabólico así como para el retiro precoz
del vasopresor escogido.
Paso 3.
Calcular el Consumo de Oxígeno (VO2). Como
se anotó, el cálculo del Consumo de Oxígeno
requiere de un catéter de arteria pulmonar y
de una muestra de gases arteriales y
venosos. Los cálculos de gasimetría escapan
a esta revisión. Como es bien conocido, el
Consumo de Oxígeno (VO2) corresponde al
oxígeno que se queda a nivel tisular, es
decir que es consumido por las células:
(CaO2-CvO2) x IC x 10. Si el VO2 está por
debajo de los valores deseables, o peor aún
está por debajo de los valores normales,
entonces se debe suministrar líquidos e
inotrópicos según se describió, es decir
Dobutamina y/o Norepinefrina según el caso.
Como el contenido de oxígeno depende de la
hemoglobina existente, entonces en el evento
de no conseguir un VO2 adecuado el paso
siguiente es optimizar la hemoglobina. El
nivel óptimo de hemoglobina no está
definido. La mayoría de los pacientes
toleran niveles de hemoglobina de 8 a 10
gramos. Sin embargo cuando existe
taquicardia excesiva, desaturación venosa
mixta severa, disfunción cardíaca,
enfermedad coronaria de base o acidosis
láctica no resuelta, se debe considerar la
necesidad de incrementar el contenido de
oxígeno, el cual depende en parte del nivel
de hemoglobina.
La transfusión es casi siempre necesaria
cuando la hemoglobina es inferior a 7 gr%
(hematocrito 20‑22%). Cuando la hemoglobina
está entre 7 y 10 gr% (hematocrito 22‑30%),
la transfusión está indicada si hay
inestabilidad medida con base en los signos
clínicos y VO2 bajo. Por encima de 10 gr% de
hemoglobina (hematocrito 30%), la
transfusión rara vez es necesaria, a menos
que se realice o se proyecte realizar una
escarectomía la cual puede implicar pérdidas
importantes.
Si a pesar de un índice cardíaco y un
volumen sanguíneo adecuado, el VO2 no
aumenta, el pronóstico no es bueno. Algunos
autores han recomendado manipular el
paciente con inotrópicos hasta conseguir
valores supranormales de transporte (DO2) y
consumo (VO2) de oxígeno, pero este manejo
constituye una estrategia controversial. En
efecto, estudios más recientes han
demostrado que la administración de
sustancias vasoactivas en dosis por encima
de las terapéuticas para conseguir estos
objetivos numéricos, no mejoran el
pronóstico de sobrevida. Parece entonces que
se debe aplicar líquidos con base en las
cifras de monitoría y vasoactivos en dosis
terapéuticas, no excesivas; y que la
resucitación con líquidos y la aplicación
del soporte vasoactivo debe ser temprana.
Los pacientes que no responden
rápidamente a esta forma de manejo, tienen
mal pronóstico; y el suministro de mayores
dosis de vasoactivos, por encima de las
dosis terapéuticas sólo consigue incrementar
el gasto metabólico y posiblemente aumenta
la mortalidad.
Paso 4.
Verificar el nivel de Acidosis. Para medir
el nivel de acidosis se pueden utilizar los
niveles de déficit de o, si está disponible
se mide directamente el lactato. El exceso
de base máximo permitido es de –6 (menos
seis). Valores por debajo de esta cifra se
consideran anormales e indican metabolismo
anaerobio. El lactato normal en sangre es 2
mmol por litro. Se consideran valores
elevados por encima de 4 mmol por litro. El
lactato es una expresión directa del
metabolismo anaerobio, es decir de la
incapacidad de la célula para procesar la
glucosa. Por lo tanto niveles elevados de
lactato indican que el consumo de oxígeno es
inferior a la tasa metabólica. El manejo
consiste entonces en disminuir la tasa
metabólica o bien aumentar el consumo de
oxígeno. Mientras sea posible, es preferible
rebajar la tasa metabólica pues una
elevación excesiva del VO2 implica una
estimulación cardíaca y metabólica, la cual
no es deseable en estos pacientes. La
reducción de la tasa metabólica se consigue
mediante varias acciones, todas muy
importantes en el manejo del paciente
quemado: analgesia adecuada, sedación,
soporte nutricional para obtener un
equilibrio óptimo, reducir al máximo la
contaminación de las heridas y evitar todas
las complicaciones posibles.
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