Las costumbres higiénicas, alimenticias y sociales hacen que cada persona produzca ciertos olores que por ella misma no alcanza a percibir.
Sin embargo, la deficiente producción de saliva que se presenta con la edad, la respiración bucal permanente, el ronquido nocturno, ciertas enfermedades de las glándulas salivales, el síndrome de Sjogren e incluso la ingestión de algunos medicamentos que producen resequedad de mucosas pueden ser una causa de mal aliento, a veces insoportable.
Cuando se ingieren alimentos de olores fuertes como el ajo, la cebolla y los rábanos las moléculas del olor pasan del estómago al torrente circulatorio y pueden ser excretadas a través de la respiración o de la piel, produciendo olores característicos. En muchos de estos casos, el cepillado dental o los enjuagues bucales
sólo los eliminan temporalmente.
Sin embargo, la mayoría de los casos de mal aliento se deben al deficiente aseo bucal o a enfermedades de los tejidos alrededor de los dientes.
Muchas personas por sí mismas no notan el mal aliento. En muchos casos son sus compañeros los que detectan el problema. El aseo diario y la visita regular al odontólogo para ayudar a eliminar la placa bacteriana son de utilidad.
Es importante consultar
a un especialista para descartar algún problema y seguir estas recomendaciones:
- Mantenga una buena
hidratación de su boca. Ingiera muchos líquidos.
- Después del cepillado haga un gargarismo con agua.
- Disminuya el consumo de alimentos entre comidas.
- Estimule la salivación con alimentos ácidos.
- Evite el consumo de alimentos que alteren su aliento.
- Visite al otorrinolaringólogo y al odontólogo por lo menos una vez al año, para una valoración y tratamiento. Y al odontólogo, para una limpieza dental.
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