Trauma Encéfalocraneano
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Dr. Tomas A. Mosquera Soto, F.A.C.S.
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Introducción
Se entiende por traumatismo craneal el agravio externo que
incide en el continente craneal óseo; y, por traumatismo encéfalocraneano, los
efectos de este agravio sobre el contenido encefálico. Pueden ocurrir a
cualquier edad, desde el momento de nacer pero con mayor frecuencia en el
adulto.
Los términos así señalados, no aparecen en la
Clasificación Internacional de Enfermedades, sino indicando la naturaleza del
trauma, como se observa en el Código "N" de Tres Dígitos1.
El trauma encéfalocraneano es una entidad de las neurociencias que tiene su
origen con el principio de la humanidad y encierra todos los golpes en la cabeza
-accidentales o provocados- que se producían por el deambular errante en busca
de alimentos como durante la caza, así como las contiendas entre los primeros
grupos humanos. Durante todas estas actividades por la supervivencia recibieron
golpes en diferentes partes del cuerpo y en especial en la cabeza2.
Existen datos de golpes en la cabeza descritos desde las antiguas dinastías
chinas, como también hallazgos de cráneos trepanados para evacuar coágulos
con evidencia de curación y por lo tanto de sobrevida, desde los tiempos de los
incas (Fig.1). Hipócrates ya separaba los traumas de cráneo en aquellos que
tenían que seguir una trepanación y señalaba que ningún trauma de cráneo es
tan trivial para ignorarlo, ni tan serio para desesperarse.
Con el paso de los años, el avance de la tecnología para
mejorar la calidad de vida como el desarrollo de equipos y sistemas en relación
a la guerra, dieron por resultado un sinnúmero de lesiones a nivel del cráneo
que obligaron al estudio cada vez más profundo y minucioso del tema, así como
a la atención del traumatizado desde el mismo lugar donde se produce el
accidente, los cuidados de enfermería y de rehabilitación que buscan reducir
la mortalidad tan alta que tiene el trauma encéfalocraneal, especialmente el
grave.
La introducción de los nuevos conceptos fisiopatológicos y
de diagnóstico, el empleo de antibióticos, la evolución del medio interno y
los cuidados en las salas de tratamiento intensivo, han mejorado el pronóstico
de los traumas encéfalocraneanos.
Petite, en el año 1.782 describe las tres grandes entidades
anatomopatológicas que se presentan en el trauma encéfalocraneano, éstas son:
la conmoción, la contusión y la compresión; de ellas, Boirel en 1.677 ya
había descrito la conmoción y en 1.760 Pott señala la importancia especial
que tiene la masa encefálica en el traumatismo, comparada con las lesiones de
cráneo2
En el año 1.870, antes de que fueran descubiertos los Rayos
X y cuando Cushing era aún un escolar, Macewem, en Glasgow-Escocia, realizó
una cirugía intracraneal electiva basada en las deducciones de las
localizaciones cerebrales3.
Durante el Siglo XX las guerras "favorecieron" el
desarrollo del estudio y de la cirugía intracraneal, así como también de su
manejo. Durante la primera guerra mundial, la tasa de mortalidad por traumas
encéfalocraneanos era de un 60% y su causa eran las infecciones de la duramadre
en las lesiones penetrantes del cráneo. Con la introducción de las nuevas
técnicas de limpieza de las heridas, la mortalidad se redujo en los siguientes
años a un 50 %.
Cairns, en la segunda guerra mundial, creó las unidades
móviles para atención neuroquirúrgica, a fin de disminuir la demora en la
evacuación y en la evaluación de los heridos. Durante ese tiempo se comenzó a
usar la penicilina en el tratamiento de las heridas y las infecciones de la dura
bajaron de un 41% al 1%4 dismunuyendo el porcentaje de la
mortalidad en estos pacientes. Durante la guerra de Corea se desarrollaron los
servicios móviles "MASH" (Movile Army Surgical Hospitals) en los que
se utilizaron por primera vez helicópteros para la evacuación de pacientes
desde el campo de batalla hasta los hospitales bases. En la guerra de Vietnam la
evacuación fue más rápida, lo que favoreció a muchos el llegar al hospital y
curarse.
En 1.958 comenzaron a funcionar las unidades de cuidados
intensivos en Newcastle, Inglaterra, las mismas que mejoraron posteriormente por
la introducción de los ventiladores mecánicos. En la actualidad, la atención
del trauma encéfalocraneano en una unidad de cuidados intensivos es
multidisciplinaria, bajo la dirección del neurocirujano.
Otro avance en el manejo del trauma encéfalocraneano es la introducción de
la tomografía computada de cerebro en los años 70, visualizándose en las
placas obtenidas lesiones como hematomas
intracraneales antes de que aparezcan las manifestaciones
clínicas de una compresión, decidiendo la intervención quirúrgica de manera
pronta y oportuna. Posteriormente, con la resonancia magnética se observa aún
más lesiones que no podrían haber sido identificadas con una tomografía
computada corriente.
Con la disponibilidad de estos nuevos medios de
investigación por imágenes, se cambió la actitud en el manejo de los traumas
de cráneo, creándose nuevas fuentes de información tanto para los casos
graves como para los leves, lo que hizo posible introducir a los traumas
encéfalocraneanos como problema de salud pública.
Al permitirse la investigación académica por los
neuropatólogos y el estudio de cerebros sin cortes para fijaciones prolongadas
y un examen histológico consecuente, se llegó a obtener nuevos conceptos sobre
las lesiones y las causas que las producen, cuyo desarrollo se había visto
impedido años atrás porque las piezas anatomopatológicas estaban destinadas
sólo a la investigación de carácter médico-legal. En este período aparecen
nuevos trabajos como el de Adams et al5, quienes
demuestran lesiones primarias: contusiones, lesiones axonales difusas; y
lesiones secundarias: hipoxia, isquemia, contribuyendo así al desarrollo de los
conocimientos en el trauma encéfalocraneano.
Por último, se agregan los estudios experimentales en monos
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o con modelos de gelatina para obtener traumas encéfalocraneanos en los que se
utilizaron diferentes grados, duración, dirección y aplicando mecanismos de
aceleración y de dirección, obteniéndose en ellos la manera de actuar del
golpe sobre el parénquima y/o fibras nerviosas, sobre los vasos sanguíneos y
cuál es su consecuencia sobre la lesión primaria.
Con toda la información recogida especialmente en las décadas de los años
50 y 60, el grupo de neurocirujanos de Glasgow, Escocia, desarrolló en 1.968 un
criterio pronóstico en los traumas de cráneo agudos. Esta es la "Escala
de Coma de Glasgow"7. En ella se recoge la
descripción de la respuesta de un paciente en coma transformada en dígitos,
después de aplicar un estímulo determinado y observar el grado de déficit en
su valoración.
Posteriormente se ha establecido una clasificación del
traumatismo craneoencefálico (Traumatic Coma Data Bank) basada en los
hallqazgos tomográficos y que agrupa a pacientes que tienen un cuadro clínico
común, la incidencia de la hipertensión endocraneana, el pronóstico y los
esfuerzos terapéuticos requeridos.
Luego se estableció también la "Escala de Resultado de
Glasgow" para los traumas encéfalocraneanos9.
Epidemiología
Los traumatismos de la cabeza son la base de algunos de los
más frecuentes y graves trastornos neurológicos sobre todo en nuestros
tiempos, en que la industria está cada vez más mecanizada, en que el
transporte se efectúa a grandes velocidades y en que se fabrican armas cada vez
más sofisticadas, lo que ha incrementado los accidentes y por lo tanto la
mortalidad.
Durante los años 1.980 y 1.981 se estudiaron 823 traumatizados de cráneo en
el Hospital público "Luis Vernaza" de Guayaquil-Ecuador, de los
cuales el 61.27 % correspondía a hombres que oscilaban entre 18 y 48 años; y,
15,81 % a mujeres de la misma edad, con un porcentaje de mortalidad igual al
1,94 %. El tipo de actividad que tenía este grupo de pacientes era estudiantes,
obreros, choferes, fuerza pública, agricultores, comerciantes y quehaceres
domésticos. Las causas de los traumas encéfalocraneanos fueron: Por accidentes
de tránsito, 37,55 %; por caídas, 24,67%; y, le sigue por objetos
contundentes, 4,63 % como las de mayor incidencia10
(Fig.2).
El factor predisponente de mayor porcentaje para la
ocurrencia de los traumas encéfalocraneanos fue el alcohol. Las enfermedades
que guardaron relación con dicho trauma fueron la epilepsia, trastornos
psiquiá-tricos e isquemia cerebral, en su orden. Del total de casos estudiados,
fueron intervenidos el 11,42 %.
Este estudio recoge solamente un porcentaje de todos los
traumas encéfalocraneanos que se producen en dicha ciudad y sus alrededores,
reflejando en parte la real dimensión de este tipo de patología, lo que se
relaciona con estadísticas de otros hospitales semejantes de latinoamérica, de
acuerdo a su cobertura.
Refiriéndonos exclusivamente a los accidentes de tránsito,
en el año 1.960, el 70 % de las muertes por esta causa se debían a lesiones
encefálicas y este porcentaje aumentaba en un 9% cuando el accidentado viajaba
en motocicleta.
De acuerdo a Lazar, Director del Instituto Nacional de Salud
e Investigación Médica de Francia (INSERM)11, el estudio
de los organismos de salud sobre esta materia está encaminado a la
investigación de las circunstancias en las que ocurre el accidente, los
factores que llevan a su producción y las precauciones que se deben tomar para
reducir los riesgos, el mismo que necesita ser analizado por un grupo
multidisciplinario de epidemiólogos, psicosociólogos, ingenieros de tránsito,
economistas, ecologistas, etc. a fin de encontrar la manera de actuar con el
máximo de efectividad para disminuir el porcentaje de accidentes que producen
el trauma encéfalocraneano.
En forma general y de acuerdo a las publicaciones, se resume
que los traumas encéfalocraneanos corresponden en un 40% a los automovilistas,
un igual porcentaje a los que manejan vehículos de dos ruedas y un 20% a los
peatones.
Desde el III Congreso Internacional de Cirugía Neurológica realizado en
Copenhague en 1.965, se establecieron determinados parámetros que inciden en
las estadísticas de los accidentes que provocan trauma encéfalocraneano; así
pues:
1) Las horas en que se produce la mayor cantidad de
accidentes es entre las 18 y las 19; es decir durante el crepúsculo, cuando la
visibilidad disminuye, lo que está en relación a los reflejos pupilares.
2) El conductor es el responsable de 9 de cada 10 accidentes.
3) La mortalidad es 10 veces mayor en los accidentados que
manejan motocicletas.
4) La edad entre 16 y 21 años es doblemente propensa a la
producción de accidentes de tránsito.
5) En cuanto al sexo, los hombres están 6 veces más
expuestos a accidentes que las mujeres.
6) Como factores predisponentes se señalan las alteraciones
psíquicas, la fatiga, el exceso de velocidad y el alcohol.
7) Entre las enfermedades que son causales de accidentes de
tránsito están la epilepsia, el infarto del miocardio, la diabetes y las que
requieren de tranquilizantes.
De acuerdo a los reportes de la OMS, los traumas
encéfalocraneanos causados por accidentes de tránsito son un problema de salud
pública en todo el mundo y desde 1.980 demandan medidas preventivas tanto a
nivel primario como hospitalario y Mohan y Romer12
señalan que los accidentes de tránsito ocupan el quinto lugar de muertes en la
mayoría de los países.
Prevención
Los accidentes de tránsito tienen, por los traumas
encéfalocraneanos, el más alto porcentaje en términos de mortalidad,
morbilidad y secuelas de discapacidad, por lo que el interés en los organismos
de salud de cada país es el dictar medidas a fin de prevenirlos. Sin embargo,
el aumento de la velocidad, el abuso del alcohol y de sustancias tóxicas así
como también la facilidad de su expendio en la vía pública para estos dos
últimos en los países desarrollados y en vías de desarrollo, se contrapone en
cierta medida a tales premisas.
Las medidas preventivas no sólo son necesarias por sí mismas, sino por el
alto costo socioeconómico que representa al Estado el tiempo no productivo de
los accidentados y politraumatizados que supera a otros grupos de patología,
especialmente porque la gran cantidad de pacientes politraumatizados corresponde
a la población joven.
En Ecuador, como parte de los países en desarrollo, las
razones por las que se producen accidentes se las puede encerrar en los
siguientes grupos:
1. Las condiciones de vida en el medio rural, que se
desenvuelve en un entorno hóstil.
2. Las condiciones de vida urbana, por el incontrolable
crecimiento poblacional y delincuencial.
3. Los cambios socioeconómicos como la incorporación a la
motorización, a los bienes de consumo y a la tecnología.
4. Falta e inadecuado mantenimiento de la maquinaria,
equipos, carreteras, vehículos, etc.
5. La deficiencia de los servicios públicos especializados
(policía, salud, educación, etc.) en tomar la responsabilidad en la
prevención, tratamiento y rehabilitación del traumatizado.
A más de las medidas de prevención en los vehículos, como
son los cinturones de seguridad, los cascos para los motociclistas, los asientos
para niños, las bolsas de aire, los límites de velocidad y el aumento de la
edad para obtener licencia de manejo, están también el aumento de los precios
en relación al alcohol, la construcción de vías para automotores, medios de
seguridad para los que tienen que trabajar en alturas, la separación de las
vías vehiculares de las de los peatones y/o las de los ciclistas, así como
también los medios de visualización de las bicicletas, etc.(Fig.3). Por otro
lado se debe establecer programas educativos en base de evaluaciones y objetivos
para cada área geográfica; así, se han desarrollado legislaciones
especialmente en los países industrializados como son la campaña "Mr.
Hyde", la campaña "Tunnel Vision", la "Road Show", las
limitaciones y seguridades en las piscinas domésticas y públicas, el registro
de equipos de seguridad en vehículos, botes, etc.
En los países en desarrollo hay programas de educación para prevenir
accidentes como conferencias en escuelas, colegios; películas, videotapes y
programas de transparencias, folletos con
instrucciones para la población que explican métodos
preventivos disponibles en las ciudades de acuerdo a la ocupación de cada grupo
de trabajo, en los que se destaca a la víctima, el agente y el medio, como en
el programa REACT que significa "Reactúa": rehacer el accidente para
identificar los factores que lo produjeron y lo agravaron y no para encontrar
causas ni responsables.
El Colegio Americano de Cirujanos estableció el Comité de
Trauma desde el año 1.922, con el nombre de Comité de Fractura, con el objeto
de servir como guía a los profesionales médicos y a los de otras disciplinas,
al público y al gobierno, en la prevención y el cuidado del traumatizado en
todo lo que se refiere a la educación, a las normas y la calidad del cuidado
del paciente, a los costos, etc.
Patogenia
Cuatro son las formas clásicas en que se producen los
traumas encéfalocraneanos secundarios a un accidente:
1. El trauma encélafocraneano directo, en el
cual el objeto contundente golpea en forma brusca contra la cabeza y puede
producir suficiente energía dinámica si la cabeza está fija. Una determinada
proporción de esta energía es absorbida por el cráneo y la lesión cerebral
aparecerá cuando exista la suficiente fuerza trasmitida desde el punto de
impacto en la cabeza. Esta lesión depende de la velocidad de la onda de
energía que atraviesa el cráneo o la velocidad con que el objeto atraviesa el
tejido13.
2. El trauma encélafocraneano indirecto, en
que la cabeza en movimiento choca contra una superficie fija y el contenido
craneal sufre un movimiento de aceleración o desaceleración. De ello resulta
que el movimiento sea de traslación o de rotación, o ambos a la vez,
confluyendo angularmente. Con la fuerza del movimiento de traslación se
lesionan las estructuras más superficiales; en cambio, con la fuerza del
movimiento de rotación se lesionan las estructuras más profundas. La lesión
final dependerá de la fuerza angular y de su duración, lo que hará predominar
a uno de los dos movimientos13.
3. El trauma mixto, que asocia los dos
mecanismos anteriores.
4. El trauma encélafocraneano pendular, que se
produce por golpes sucesivos de la cabeza sobre una superficie y en el que el
cerebro con el tronco cerebral actúan a manera de péndulo o badajo, que al
oscilar con brusquedad hacia arriba y abajo o hacia delante y atrás, origina
lesiones sumamente graves del tronco cerebral a más de las del cerebro. Este
mecanismo es el que se produce en los accidentes en moto, al ser lanzado el
conductor a cierta distancia.
Anatomía Patológica
Los traumatismos encéfalocraneanos no constituyen una
entidad clínica definida. Los tipos de lesión son innumerables, desde los más
simples hasta los más complejos, los mismos que están en relación a las
circunstancias variables de los accidentes que los producen. Se dividen en
cerrados y abiertos, condición ésta que la determina la integridad o no de la
duramadre, e independiente de la existencia de una herida de cuero cabelludo o
de una fractura subyacente (Figs. 4 y 5). El traumatismo abierto es una puerta
de entrada de agentes bacterianos desde las regiones potencialmente sépticas a
los espacios cerebro-meníngeos14.
Las lesiones anatomopatológicas que se producen son las
siguientes:
-Lesiones del cuero cabelludo: Pueden variar desde una
escoriación, equimosis, desgarro y/o arrancamiento de un segmento del cuero
cabelludo, de acuerdo a la gravedad del impacto y su peligro está en la
complicación infecciosa que puede provocar secundariamente una osteomielitis.
-Lesiones Óseas:
1) Deformación local. Estas fracturas pueden agruparse
en: con hundimiento, estrelladas y conminutas, lo que depende de la forma
y volumen del objeto contundente y de la desigualdad de resistencia en las
diferentes zonas del cráneo. Generalmente se produce una depresión ósea
o hundimiento en relación directa al golpe de un objeto contundente en
los traumas encéfalocraneanos directos. De acuerdo a la presión que
ejerce el impacto, se fractura primero la tabla interna y cuando ésta es
mayor, la tabla externa, llegando a producir esquirlas como sucede en las
fracturas conminutas (Figs. 6, 7, 8 y 9). |
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2) Deformación global.
Es provocada en los traumas encéfalocraneanos indirectos, esto es, cuando hay
una compresión del cráneo entre dos objetos o entre un objeto fijo y el
cráneo que lo choca, lo que provoca fracturas a distancia del punto de
aplicación de la fuerza traumatizante, al sobrepasar el margen de elasticidad
de la cavidad craneal. Se fractura primero la tabla externa, se afecta
generalmente la base del cráneo directamente o por irradiación de una fractura
de la bóveda (Figs. 10 y 11). Son las causantes de los traumas
encéfalocraneanos abiertos, de las lesiones de los pares craneales y de los
vasos sanguíneos cuando el trayecto de la línea de fractura pasa por los
agujeros de la base (Figs. 12A y 12B).
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-Lesiones de la duramadre:
Pueden ser por desgarro, directamente en relación al objeto contundente que
golpea la cabeza, o por desgarro a nivel de las inserciones en la base del
cráneo, como sucede en los traumas encéfalocraneanos indirectos al producirse
el desplazamiento de la masa encefálica. En ellas puede existir rinorraquia ú
otorraquia. Los senos venosos y las arterias de la duramadre son lesionados por
su desgarro o por la fractura ósea, lo que lleva a la producción de los
hematomas intracraneales, los mismos que pueden ser:
a) Hematoma Extradural, generalmente
de origen arterial, tienen una localización temporal y se prolongan hacia la
base del cráneo, siguiendo la zona de menor adherencia de la duramadre al
cráneo (zona desplegable de Gerald Marchand) produciendo pronto compresión al
tronco cerebral (Fig. 13).
b). Hematoma Subdural,
se produce por rotura de las venas córticopiales, se acumula en el espacio
subdural y su localización topográfica es en la convexidad de los hemisferios
cerebrales (Fig. 14).
-Lesiones del cerebro.
Se describen tres estadíos anatomopatológicos del encéfalo, posteriores a un
trauma craneano: La conmoción, la contusión y la laceración.
La conmoción o concusión es la
pérdida momentánea de la conciencia, donde no hay amnesia. La restitución de
las funciones encefálicas se produce dentro de las primeras 6 a 12 horas.
Cuando ésta se prolonga entre 12 y 24 horas, puede llevar una amnesia
retrógrada y anterógrada y está en relación con el trauma del lóbulo
temporal.
El mecanismo probable podría ser
un trastorno de la permeabilidad de la membrana neuronal a nivel sináptico, o
afectación de las formaciones polisinápticas de la sustancia reticular del
tronco encefálico (parálisis neuronal funcional reversible) o una lesión
axonal difusal5, como se la reconoce actualmente.
La contusión se produce por
efecto del golpe directo sobre un área determinada de la cabeza o por efecto
del golpe del encéfalo contra la tabla interna del cráneo. La contusión puede
ser cortical o córticosubcortical. El área del cerebro contundido se observa
hiperémica, con diapédesis de los elementos figurados de la sangre, con rotura
capilar o arteriolar, con daño del tejido nervioso y de acuerdo a la intensidad
se acompaña de un edema perifocal que agrava la sintomatología y lo pone ante
una disyuntiva quirúrgica. Esta área de contusión en el cerebro es visible en
las imágenes tomográficas y de resonancia magnética (Fig. 15).
En el tronco cerebral se obtienen
lesiones contusionales por la violenta oscilación de la cabeza en una columna
cervical movible que se implanta fijamente en la columna dorsal, lo que trae un
golpe y contragolpe del encéfalo en forma pendular contra la tabla interna del
cráneo, que como se dijo, son las lesiones que provocan el mayor porcentaje de
muerte.
La laceración es una solución
de continuidad de la masa encefálica con daño irreversible y grave del tejido
nervioso y que puede alcanzar hasta los núcleos de la base o las paredes de los
ventrículos laterales. La laceración presenta una reacción edematosa aguda y
diseminada, hemorragias intraparenquimatosas y fístulas del LCR, a más de los
signos de conmoción y contusión.
La producción de hematomas
intracraneales provocados en las lesiones contusionales graves y por
laceración, donde hay mecanismos de golpe y contragolpe, traen como
consecuencia un aumento progresivo o rápido de la presión intracraneal que se
agrega al edema perifocal o lobular del tejido nervioso. La colección hemática
actúa como una masa que ocupa espacio, desplazando al parénquima hacia abajo o
hacia el lado opuesto de acuerdo a la ubicación del hematoma, distorsionando al
tronco cerebral y presionándolo sobre el borde libre del tentorium,
comprimiendo los vasos y nervios craneales especialmente del tercer par, como
sucede en los conos y hernias encefálicas (Figs. 16A, 16B, 16C y 16D).
El diagnóstico de
hematomas epidurales, subdurales o intraparenquimatosos, es de gran importancia
para el neurocirujano de urgencias ya que su evacuación determina un alivio en
el proceso de hipertensión endocraneana agregado al edema cerebral, lo que
permite un reacomodo de la masa encefálica de acuerdo a la elastancia del
cerebro y un tiempo necesario para su reversión.
En
los casos de contusión y laceración, el efecto del edema perifocal, lobular,
hemisférico o difuso provoca obstrucciones capilares y arteriolares que
ocasionan insuficiencia circulatoria y fenómenos trombóticos que agravan el
proceso anatomopatológico del trauma encéfalocraneano con el incremento de la
sintomatología, encontrándose vasocontricciones difusas y microtrombos
diseminados de diferentes grados de intensidad, lo que constituye una lesión
secundaria.
La penetración de balas,
fragmentos de granadas ú otros proyectiles en el cráneo y el parénquima
cerebral, producen hemorragias y necrosis en el tejido que rodea el trayecto del
proyectil. La pérdida de la conciencia en estos pacientes guarda relación con
el tamaño del proyectil y con la región lesionada del cerebro, como por ej.
cuando la penetración es a nivel de los lóbulos frontal o parietal, puede no
provocar pérdida del conocimiento, mientras que el paso de un proyectil a
través del hueso petroso hacia el cerebelo y la fosa posterior puede provocar
un coma de mayor gravedad y de muchos días de duraciónl6.
Las lesiones cerebrales así
descritas presentan síntomas de mayor o menor gravedad, de acuerdo a la
naturaleza con que se producen y se manifiestan también en su recuperación,
así por ejemplo los que han sufrido una conmoción pueden recuperarse
asintomáticamente o con ligera cefalea o desorientación que dure pocas horas o
unos días; en cambio, después de una contusión, la desorientación se
prolonga mucho más y la cefalea se acompaña de mareos y/o vértigos por muchos
días o semanas, además de signos neurológicos como hemiplejia, afasia,
lesiones de los pares craneales, que están en relación con el lugar e
intensidad de la lesión cerebral.
Fisiopatología
El contenido craneal está
formado por el parénquima encefálico en un 80 %, el 12 % por LCR y el 8 % por
sangre. De ellos, el primero varía en los casos de atrofia cerebral,
compensándose con el LCR. (Fig.17).
La sangre varía ligera y
rápidamente y su circulación está controlada por dos factores: el uno, la
presión parcial del pCO2 y pO2 a nivel del territorio a irrigar; y el otro, es
el sistémico y regional que corresponde a la presión de perfusión cerebral,
siendo ésta la resultante del flujo sanguíneo cerebral (determinado por la
diferencia entre la presión sistólica y diastólica sobre la resistencia
vascular) y sobre la resistencia del parénquima a irrigar:
donde pP es la presión de
perfusión, Fs es el flujo sanguíneo, ps es la presión sistólica, pd es la
presión diastólica, r es resistencia vascular y R es la resistencia del
parénquima a irrigar.
Los aumentos sistémicos o
locales del pCO2 o las disminuciones de pO2 determinan un aumento del flujo por
dilatación vascular a nivel local o regional y como consecuencia un aumento del
volúmen sanguíneo. La disminución del pCO2 o el aumento de pO2 provocan una
disminución del volumen sanguíneo intracerebral.
El aumento de la presión
arterial sistémica aumenta el flujo y por lo tanto el volumen sanguíneo
mientras que la hipotensión produce el efecto contrario.
Los traumas encéfalocraneales
con complicaciones traumáticas de tórax que provocan obstrucción en la cava
superior o del corazón derecho, determinan una congestión del lecho capilar a
nivel del cerebro, disminuyendo la reabsorción de LCR.
De lo dicho se establece que una
hipercapnea crónica determina una hipertensión endocraneana que se agrava
llegando a descompensar al paciente cuando se asocia una anoxia provocada por
aspiración en una crisis epiléptica.
El aumento de la resistencia del
parénquima provocada por el edema cerebral disminuye la perfusión sanguínea
cerebral, la que condiciona un aumento de la presión arterial sistémica.
El volumen de LCR es influído
como un factor compensador en las alteraciones del volumen de los diversos
contenidos intracraneales en el proceso de hipertensión endocraneana,
desplazándose de la cavidad intracraneal hacia el espacio subaracnoideo
espinal. Esta condición llamada "elastancia" permite al cerebro
ocupar el espacio subaracnoideo y disminuir las cavidades ventriculares en el
proceso compensador normal de las presiones intracraneales. Cuando pasa a un
período de descompensación por un ligero aumento adicional de volumen cerebral
o vasodilatación, precipita las crisis clínicas y las producciones de conos de
presión y hernias encefálicas, lo que evidencia una falla en la respuesta
volumen-presión intracraneall7.
Factores Fisiopatológicos del
Trauma Encéfalocraneano
Las fuerzas que actúan sobre la
cabeza al momento del accidente que provoca el trauma encéfalocraneano son
determinadas por la aceleración y desaceleración del cráneo y de su
contenido, las mismas que provocan una compresión o apretamiento de los
tejidos, tensión con desgarramiento del parénquima y desplazamiento de una
porción de la masa encefálica sobre otra. Estas lesiones pueden producirse
simultáneamente o en sucesión18.
Lesiones por aceleración.-
Las lesiones del sistema nervioso central son producto de la acción del objeto
contundente sobre el cráneo, lo que determina el movimiento del contenido
craneal en forma rotatoria y su contacto brusco con las prominencias óseas o el
borde libre de las membranas durales, la misma que se agrava por las ondas
vibratorias de alta velocidad que atraviesan el cráneo desde el punto de
impacto donde está la mayor presión, hacia el lado opuesto, atravesando los
diferentes elementos del encéfalo y produciendo contusiones o laceraciones del
tallo cerebral, de la cara inferior de los lóbulos occipitales, de la cara
inferior del cerebelo, cuerpo calloso, lesiones contra el borde libre del
tentorio, la hoz del cerebro y de los polos frontales y temporales cuando la
lesión es en sentido anteroposterior.
Lesiones por
desaceleración.- Cuando la cabeza del individuo impacta una superficie
fija y sólida, hay una rápida desaceleración del cráneo, produciéndose
lesiones por el golpe y en el lado opuesto o contragolpe, así por ejemplo una
caída sobre la nuca provoca una lesión en ella como sitio del golpe y en el
lado opuesto puede provocar una contusión en los polos frontal y temporal como
consecuencia de la inercia. Por otro lado, al regresar el encéfalo en forma
activa, se produce una presión negativa en la región del contragolpe con
rotación del contenido del cráneo. El mesencéfalo puede lesionarse al
golpearse contra el clivus.
Las lesiones por aceleración y
desaceleración van acompañadas de rotura de vasos superficiales y profundos,
lo que provoca los diferentes tipos de hematomas intracraneales, así como
también hemorragias petequiales y hemorragias subaracnoideas.
Lesiones por heridas
penetrantes del cráneo.- Las heridas de bala o esquirlas de granada se
ven con demasiada frecuencia durante las guerras; sin embargo, se observan con
relativa frecuencia en la vida civil, ya sea por intentos de suicidio,
homicidios o accidentes. También existen heridas penetrantes en la cabeza,
producto de fragmentos metálicos que por accidentes ocurren en las industrias y
se han descrito además heridas penetrantes de arma blanca en riñas.
En el primer caso, existe la
destrucción del tejido a lo largo del trayecto del proyectil y de los
fragmentos óseos que éste va llevando; en el segundo, la penetración del arma
blanca llega hasta el cráneo pero puede también lesionar la dura y el
encéfalo, provocando la necrosis y el edema en la región.
Tanto en el primero como en el
segundo caso, estas lesiones se complican por la producción de hemorragias
intracraneales y con infecciones.
Como resumen, podemos señalar
que entre los factores que intervienen en los mecanismos fisiopatológicos del
trauma de cráneo, están:
-Clase de traumastismo,
-Velocidad del cuerpo
contundente.- Heridas de bala,
-Velocidad que lleva el
cráneo,
-El sitio de contacto del
cuerpo contundente,
-Los arbotantes,
-La respuesta de la caja
craneal al impacto,
-La aceleración y
desaceleración,
-El desplazamiento del
encéfalo; y,
-Las lesiones vasculares y
parenquimatosas que se producen.
Presión Intracraneal
La presión intracraneal que
mantiene una función cerebral normal está determinada por el metabolismo
cerebral, la circulación sanguínea cerebral y la producción y absorción de
LCR.
Desde la comunicación de Duret
en 1.878, se estableció que el aumento de la presión intracraneal comienza:
l. Por un aumento de la presión
local que luego se generaliza comprimiendo los vasos y provocando isquemia
cerebral.
2. El tronco cerebral se comprime
contra el tentorio e interfiere en la circulación sanguínea del tronco.
3. El aumento de la presión
intracraneal ocurre desde la primera fase, siendo compensada por la absorción
del LCR así como por la distensión del compartimiento espinal del LCR; y,
4. La descompensación final
ocurre cuando la presión intracraneal excede a la presión arterial, con la
consiguiente disminución de la circulación sanguínea cerebral19.
Lesión primaria y lesión
secundaria.- El trauma encéfalocraneal provoca un daño estructural
primario que se debe a la absorción de energía mecánica por el cráneo en el
momento del impacto, que además provoca fuerzas lineales de aceleración y
desaceleración con movimientos traslatorios y/o rotatorios que determinan
fuerzas angulares que producen los diferentes tipos de lesiones de acuerdo a la
intensidad y duración del impacto, como son fracturas, conmoción, contusión,
laceración con disrrupción de la duramadre y del parénquima cerebral,
lesiones de golpe y contragolpe. (Figs. 18, 18A, 18Ba y b).
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Por otro lado, se producen
también lesiones secundarias en el sistema nervioso central que se deben a la
pérdida de la autorregulación de la circulación cerebral y la
permeabilización de la barrera hematoencefálica que se produce por isquemia
focal, alteraciones metabólicas o anóxicas, o a una falta del balance entre el
oxígeno que ingresa y la demanda de la lesión neuronal primaria. Así, la
disminución de la concentración de oxígeno decrece la concentración de éste
a nivel de la hemoglobina, provocando hipoxia. La presencia de convulsiones,
hipertermia, etc., aumenta el consumo metabólico de oxígeno en las células
cerebrales. El cerebro es vulnerable a la isquemia y a la hipoxia debido a los
altos requerimientos de energía que precisa para su funcionamiento 20.
También se producen traumas
asociados en otras partes del cuerpo -sobre todo en el sistema
cardiorrespiratorio- del contenido abdominal; y, fracturas que se asocian al
trauma encéfalocraneano, agravándolo.
Hipertensión endocraneana.-
Tanto
el daño primario provocado por el trauma encéfalocraneano, como la lesión
secundaria, llevan a un aumento de la presión intracraneal cuando se rompe el
principio de Monro-Kellie en el cual bajo circunstancias normales, el contenido
intracraneal como ya se dijo, está constituído por el 80 % de la masa
encefálica, el 10% de sangre y el 10 % de LCR. Todo aumento de uno de los
componentes lleva a disminuir el volumen de los otros dos. Este movimiento de
los elementos intracraneales hace que cualquier aumento de la presión
intracraneal tenga un período compensatorio que comienza con el desplazamiento
del LCR al espacio subaracnooideo espinal, que es distensible, seguido de un
desplazamiento de la sangre venosa al sistema yugular con una vasocontricción
adicional.
Posterior a este período
compensatorio, el aumento de la presión intracraneal resulta ya de una marcada
manifestación sintomatológica, con disminución de la presión de perfusión
cerebral.
Posterior a este período y en
una tercera fase, continuando el aumento de la presión intracraneal no
igualmente distribuída por un foco de contusión o hematoma, la gradiente de
presiones desarrolla un desplazamiento cerebral del compartimiento intracraneal
de mayor presión al otro, provocándose así los conos de presión y las
hernias encefálicas, las mismas que se relacionan con la sintomatología del
paciente.
En la lesión secundaria existe
en la neurona deprivación del oxígeno con disminución de energía provocada
por una glicólisis anaeróbica (por detención del ciclo de Krebs en la
respiración celular) y una falla de la producción de fosfocreatina y ATP. La
disminución del ATP no logra mantener la bomba
por lo que se produce el aumento
de iones de potasio en el compartimiento extracelular y un aumento del Ca2+, Na+
y agua dentro de la célula nerviosa, proveniente del espacio extracelular,
provocando una tumefacción cada vez mayor de la célula.
El pH intracelular disminuye por
el aumento de los ácidos orgánicos producidos por la glicólisis anaeróbica
de la célula. La entrada de calcio rompe las proteínas y líquidos y promueve
la degeneración de la membrana con la producción de elementos tóxicos
(eicosanoides) y radicales libres. La acumulación de calcio en las mitocondrias
y en el retículo endoplásmico hace que los procesos de fosforilación
oxidativa estén ausentes. La salida mayor de neurotrasmisores excitatorios
agrava el desequilibrio iónico contribuyendo al daño celular, conocida como
una lesión terciaria por Murillo et al21.
Así entonces, la alteración
iónica y la homeostasis ácido/base que opera dentro de la célula trae como
consecuencia el daño celular y la muerte.
El otro componente del daño
secundario cerebral corresponde al proceso isquémico, el que influye en el
trauma encéfalocraneano. Así pues, un daño cerebral global lleva a una
isquemia completa, como sucede en el paro cardíaco, o a una isquemia incompleta
en el caso de hipotensión o durante la resucitación de un paro cardíaco.
El daño cerebral focal y el
trauma regional del cerebro pueden resultar de una isquemia completa provocada
por una oclusión vascular o incompleta cuando hay una disminución del flujo
sanguíneo en la lesión, por una estenosis subtotal de una arteria o por
vasoespasmo. A esto se añade la isquemia en penumbra que fue descrita por
Astrup, que es el área de flujo sanguíneo disminuído que rodea el foco
lesionado del parénquima y que es de carácter reversible cuando se recupera el
flujo sanguíneo adecuado, pero que puede aumentarse por mayor demanda de
oxígeno empeorándose las condiciones del paciente si no se dirige el
tratamiento adecuado hacia esa condición.
Podemos decir que el trauma
primario del cerebro es completo al momento de su presentación y es
irreversible, pero con un cuidado óptimo hacia los cambios fisiopatológicos
que le siguen así como a las lesiones asociadas: el paro cardíaco, fallas
respiratorias, hipotensión, status epilépticos, embolias y trombosis
vasculares, sus consecuencias pueden ser prevenidas o disminuidas.
El trauma encéfalocraneal afecta
a otros órganos y sistemas provocándoles una disfunción o falla y este efecto
extracraneal trae como consecuencia un agravamiento e incide en el porcentaje de
morbilidad y mortalidad.
Así también, algunas
patologías sistémicas que presentan los accidentados o politraumatizados como:
hipertensión, diabetes, intoxicación por drogas, infecciones, provocan un
agravamiento del daño cerebral. Las complicaciones propias del trauma
encéfalocraneal, en especial los hematomas, agravan directamente la isquemia y
por lo tanto la anoxia celular provocando mayor necrosis tisular por lo que el
tratamiento neuroquirúrgico debe ser inmediato para mejorar la condición
fisiopatológica del enfermo.
El 15% de los pacientes con
trauma encéfalocraneano que presenta un aumento brusco de la presión
endocraneal persistente, son fatales.
El aumento de la presión
intracraneal de más de 60 mm.hg. de un normal de 0-10 mm.hg., está asociado a
un 100 % de la mortalidad y este aumento es mayor cuando se asocia un hematoma o
existe un foco de contusión muy edematizado. Sin embargo, el aumento de la
presión puede deberse en ausencia de hematomas o contusiones, a los mecanismos
de isquemia o hipoxia descritos anteriormente y con ausencia de las lesiones no
demostradas en la tomografía axial computarizada o resonancia magnética20.
La determinación del aumento de
la presión intracraneal no es tan fácil por el examen físico de los pacientes
comatosos, por ejemplo el edema de papila puede no estar presente en momentos
significativos de la presión intracraneal; la crisis convulsivante, la hipoxia,
hipercapnea, o una disminución de la Escala de Glasgow no pueden predecir la
ausencia de un aumento de la presión intracraneal en las próximas horas. En
cambio, la medida de la presión intracraneal en las primeras 24 horas que
demuestra un tipo de elevación, es demostrativa de un aumento subsecuente para
las próximas horas, al que adicionalmente se le asocia la presencia de
pequeños o distorsionados ventrículos en la tomografía de cerebro practicada
en las primeras horas del trauma encéfalocraneal.
Edema cerebral.- El
trauma encéfalocraneano produce edema cerebral como consecuencia de la lesión
primaria y secundaria y comienza siendo citotóxico por alteración del
metabolismo celular, con daño de la membrana celular y cese del transporte
activo de membrana, falla en los mecanismos dependientes del ATP, aumento de las
concentraciones intracelulares de electrolitos y disminución de las proteínas,
lo que produce una tumefacción de la célula. Por otro lado, se produce un
edema vasogénico provocado por la extravasación de proteínas y electrolitos
del espacio intravascular al espacio extracelular provocado por una alteración
de la unión endotelial, el mismo que está destinado a mantener la barrera
hematoencefálica. Este proceso ocurre en la sustancia blanca, a diferencia del
edema citotóxico que se produce tanto en la sustancia gris como en la blanca.
El edema vasogénico expansivo provoca isquemia cerebral, por lo que la magnitud
del edema depende no sólo de la severidad del edema vasogénico sino también
de la extensión y duración del daño isquémico. El edema cerebral comienza
entonces como un proceso citogénico para luego ser vasogénico, como lo
clasificó Klatzo en el año 1.96713.
Sintomatología
En los traumas encéfalocraneanos
leves o moderados se presenta un estado conmocional que fué definido por
Trotter como "una condición que paraliza difusamente las funciones
cerebrales con tendencia a una recuperación espontánea, no asociada a cambios
orgánicos en la sustancia cerebral". Se produce por el trauma de cráneo
sin fractura, así como por una fractura de cráneo sin lesión cerebral
manifiesta, pero en la actualidad se acepta un daño en la célula nerviosa de
los hemisferios cerebrales y/o en el tronco cerebral que puede seguir a una
desmielinización difusa con recuperación del estado de conciencia pero que
también puede seguir a un cuadro de hidrocefalia.
El síntoma principal es la
amnesia postraumática que corresponde al tiempo que va desde el trauma de
cráneo hasta su completo estado de alerta, independiente del momento en que
sale del estado de inconciencia. Puede existir una amnesia retrógrada que va
desde el momento del trauma hasta minutos o pocas horas antes de producirse el
accidente y que indica un trauma de mayor intensidad que el anterior.
En estos traumas
encéfalocraneanos leves o moderados, pueden existir lesiones de nervios
craneales que se determinan cuando el paciente se ha recuperado del estado de
inconciencia, las mismas que se producen en su trayecto intra como extracraneal.
Generalmente se observan daños de los pares craneales motor ocular común,
motor ocular externo, facial y auditivo. La anosmia ocurre con mucha frecuencia
en los traumas de cráneo, a veces asociada a una fractura de la lámina
horizontal del etmoides y su mejoría puede ocurrir, como también puede quedar
en forma permanente.
Las fracturas de la base del
cráneo se manifiestan por otorragias o rinorragias.
En los boxeadores profesionales
existe un trauma intermintente por golpes en la cabeza, que trae como
consecuencia una encefalopatía traumática crónica, la misma que puede llevar
a una alteración de la personalidad, disminución de la memoria, disartria,
temblores, ataxias o pseudoataxias, etc., lo que se relaciona con los lugares
donde se producen las lesiones como roturas capilares o desmielinización de la
fibra nerviosa y de acuerdo a su gravedad llevan a un estado de invalidez
progresivo de estas personas.
De acuerdo al ATLS (Advanced
Trauma Life Support) del Colegio Americano de Cirujanos, en los traumas
encéfalocraneanos graves -los cuales generalmente se acompañan de traumas de
otro segmento del cuerpo- se considera:
1. Determinar la severidad del
trauma de cráneo,
2. Establecer el diagnóstico
anatómico específico del trauma encéfalocraneano,
3. Asegurar las necesidades
metabólicas del cerebro; y,
4. Prevenir los daños
secundarios del cerebro por causas tratables provocadas por el trauma.
La primera prioridad es
identificar aquellos pacientes que requieren de un posible procedimiento
quirúrgico que les salve la vida, teniendo como premisa que pacientes en coma
sin fractura de cráneo, pueden tener una recuperación clínica; en cambio,
aquellos con un estado de conciencia alerta con fractura de cráneo, pueden
presentar una complicación hemorrágica quirúrgica22.
Independiente de la fractura del
cráneo, tanto de la bóveda como de la base, las lesiones difusas del cerebro
provocadas por el movimiento de la cabeza durante la aceleración o
desaceleración, causan una interrupción de la función cerebral en algunas
áreas del encéfalo o en forma difusa provocando la pérdida del conocimiento
(Figs. 19 y 20), debiendo el individuo ser ingresado si ésta dura más de 5 a
125 minutos, no así en los pacientes de menos de 12 años de edad, que deben
ser ingresados para observación en cualquier caso.
La destrucción neuronal, la
lesión axonal difusa, o los procesos de compresión, provocan un edema cerebral
como parte del proceso de hipoxia o isquemia que ocasionan, prolongando el
estado de inconciencia a días o semanas, aumentando el porcentaje de mortalidad
en estos casos severos23.
Pérdida del Conocimiento
La disminución del conocimiento
que se observa en los traumas encéfalocraneanos va desde la confusión y
desorientación, excitación psicomotriz, estupor y coma -que puede ser
superficial o profundo- aspectos éstos que están en relación al impacto que
recibe la cabeza por la aceleración y desaceleración, contragolpe, distorsión
y desplazamiento, focos de hemorragia intraparenquimatosa o zonas de contusión
en relación con la apófisis basilar, el reborde tentorial, el anillo occipital
o la apófisis odontoide24.
La distribución y extensión de
las áreas lesionadas así como la intensidad con la que se ha producido el
trauma craneano, inciden en el grado de depresión del estado de conciencia.
Para la conmoción, la pérdida del conocimiento (Fig. 21) es de escasos minutos
a horas y está en relación a los cambios anatómicos submicroscópicos o
funcionales como son una alteración momentánea de la carga eléctrica de la
membrana neural con un desequilibrio iónico inmediato pero reversible y lesión
axonal difusa.
Cuando se prolonga el estado de
inconciencia, éste es debido a una lesión anatómica definitiva acompañada de
los trastornos intraneuronales y circulatorios provocando un desequilibrio entre
la capacidad del cráneo y su contenido del encéfalo, que es normalmente de un
2.5% en el recién nacido, un 10% en el adulto y un 15% en la vejez, diferencia
normal que puede ser mayor o menor a la atrofia cerebral.
Esta relación, que determina la
presión intracraneana, se halla regida por las leyes de Monro: "Siendo el
cerebro incomprensible y colocado en una caja inextensible (salvo en los niños)
la cantidad de sangre circulante es invariable"; la de Kellie: "El
contenido sanguíneo no varía si no se realiza una amplia trepanación que haga
posible la acción de la presión atmosférica exterior"; y, la de Burrows,
quien introdujo la presencia del LCR como tercer elemento de la cavidad
intracraneal. Este desequilibrio entre la capacidad del cráneo y su contenido,
comienza por una tumefacción de la célula nerviosa, la rotura de ella, la
rotura vascular o vasocontricciones, llevando a la producción de edema
cerebral, agravándose con las complicaciones hemorrágicas causantes de hernias
y conos de presión, que aumenta la sintomatología y el porcentaje de muerte de
estos traumatizados.
Desde los estudios de Magoun, el
estado de inconciencia aparece como una inhibición del sistema reticular
activador ascendente, que es el que mantiene el estado de vigilia normalmente.
Este sistema puede presentar un estado de inhibición momentánea reversible
como el que se produce en la conmoción cerebral; pero cuando hay un estado de
contusión o laceración con edema cerebral y hematoma, comprimen y distorsionan
el tronco cerebral prolongando el estado de inconciencia, pudiendo llegar a la
muerte del paciente.
La recuperación del estado de
conciencia se produce en sentido opuesto, pudiendo éste ser parcial con graves
secuelas en el conocimiento.
La distorsión del tronco
cerebral trae como consecuencia síntomas cardiorrespiratorios y secretorios que
se vinculan con las lesiones bulboprotuberanciales donde se encuentran los
núcleos vagosimpáticos de la zona caudal del sistema reticular.
Entre las alteraciones del centro
respiratorio están las modificaciones del ritmo, que pueden llegar a ser:
Irregular y superficial, de Cheyne-Stokes o de Kussmaul. Estos trastornos en el
ritmo respiratorio se agravan cuando al trauma del cráneo se acompaña un
trauma torácico, que puede provocar un hemotórax, un hemoneumotórax o un
colapso pulmonar, provocando una hipo-oxigenación o una hipercapnea que
complica el cuadro respiratorio y por ende agrava el proceso cerebral
secundario, deteriorando gravemente el estado de salud del paciente.
Las alteraciones
cardiocirculatorias de origen bulbar son las arritmias, alteraciones del tono
muscular y bradicardia. La situación del paciente se agrava por la presencia de
hemorragias internas producto del trauma abdominal, ocasionadas por rotura de
vísceras como el hígado, bazo y otras fuera de ellas como la fractura de
huesos como el fémur, que provocan estado de choque y ponen en riesgo crítico
al paciente.
Las alteraciones vegetativas que
se producen por lesiones de la parte caudal del tronco encefálico son
reversibles.
Es necesario la atención
cuidadosa y multidisciplinaria para que se tomen las medidas inmediatas e
importantes desde la sala de cuidados intensivos para que se realice el
tratamiento quirúrgico inmediato de los traumas torácico, abdominal, etc., a
fin de mantener la vida del paciente.
Se puede señalar secuencialmente
cómo en un trauma encéfalocraneano complicado por compresiones de hematoma,
higroma o edema cerebral, la pérdida de la conciencia se instala
progresivamente en cuestión de minutos en relación a la compresión progresiva
del tallo cerebral, provocada por un cono de presión temporal cuando
corresponde a una colección supratentorial que encaja la circunvolución
parahipocámpica a través de la hendidura tentorial, provocándose una
sintomatología neurológica bilateral por la presencia de una hemiplejia
completa contralateral causada por la lesión del parénquima contundido por la
colección hemática epidural, subdural o parenquimatosa y otra hemiplejia
braquiocrural en relación a la lesión del pié peduncular por la presión que
se produce del tronco cerebral contra el borde libre del tentorium, la que se
dilucida al observar la midriasis ipsolateral a la colección sanguínea
provocada por la compresión del tercer par craneal desde el cono de presión
parahipocámpico, el mismo que determina el lugar de la contusión, edema focal
o colección sanguínea.
En estos casos, la claudicación
motora y la depresión de la conciencia son progresivas, va estrechándose hasta
llegar al coma profundo, donde aparece la rigidez de decorticación y luego la
rigidez de decerebración, que si no se han corregido las complicaciones o
atendido los requerimientos metabólicos y vasculares, lleva a estos pacientes a
la muerte.
sLa decorticación es la
respuesta a un estímulo doloroso profundo en el paciente, que se manifiesta por
extensión de las extremidades inferiores y flexión de las superiores. La
rigidez de decerebración es la manifestación de extensión de los cuatro
miembros que llega hasta el opistótonos al provocarle un estímulo doloroso
profundo.
Manejo de un Trauma
Encéfalocraneano Grave.- La
sintomatología del aumento de la presión intracraneal secundaria al trauma
encéfalocraneano se puede resumir en:
1. Dolor de cabeza.
2. Náusea y vómito.
3. Edema de papila.
4. Síntomas mentales y estado de
conciencia.
5. Alteraciones del pulso y la
respiración.
6. Crisis convulsiva
7. Sintomatología neurológica
Estos siete aspectos los podemos
desarrollar de acuerdo al cuadro siguiente:
En su manejo se considera:
En lo que se refiere a los signos
vitales, la observación frecuente de cada uno de ellos nos lleva a determinar
un estado de choque caracterizado por un pulso rápido y por hipotensión, lo
que nos orienta a dirigir nuestra investigación a una complicación de trauma
del tórax, abdominal o a fractura de un hueso largo.
Puede encontrarse un paciente con
una hipertensión reactiva cuando ha sido un observador activo al trauma que se
avecina.
La temperatura es importante
aunque generalmente es normal, pero en los estados de hipertermia grave puede
indicarnos una lesión a nivel del tálamo óptico.
En cuanto a la respiración,
puede existir el tipo de Cheyne-Stokes que indica una acidosis metabólica, una
respiración de Kaussmaul, o una respiración superficial en las complicaciones
traumáticas del tórax o en los casos de colapso de un pulmón que hace
imperativo su solución para mejorar la oxigenación del cerebro, evitando el
agravamiento del proceso del edema cerebral.
El segundo aspecto corresponde al
estado de conciencia en donde es necesario, a más de conocer los estados
clínicos de depresión de la conciencia estudiados anteriormente, el estudio de
la Escala de Coma de Glasgow que tiene un significado pronóstico muy valedero
que determina:
Los valores de 11 a 15 obtenidos
en el examen del paciente, son de buen pronóstico con un 85 % de buena
recuperación, con una incapacidad moderada; sin embargo, la diferencia puede
fallecer o quedar en estado vegetativo.
Las puntuaciones de 3 a 4 en la
Escala de Coma de Glasgow fallecen en las primeras 24 horas de la lesión, pero
se han observado casos que sobreviven con esta puntuación desfavorable
incluída la ausencia de la respuesta pupilar a la luz, lo que en la práctica
justifica un tratamiento agresivo a la totalidad de los casos de trauma de
cráneo grave. Los niños y jóvenes menores de 20 años son los que pueden
presentar respuesta favorable a tan baja puntuación en la Escala de Coma de
Glasgow25. Ropper sañala una respuesta favorable a los traumas de cráneo grave
de un 55% en los niños al cabo de un año vs. un 21% en los adultos. El valor
que se obtiene en la Escala de Coma de Glasgow para los adultos se va agravando
a medida que aumenta la presión intracraneal, por la edad avanzada, los signos
de compresión cisternal, desplazamiento de la línea media del parénquima
cerebral y el borramiento de la cisterna cuadrigeminal observable en la
tomografía cerebral, lo que trasforma el pronóstico en malo.
Los puntajes intermedios que se
obtienen en la Escala de Coma de Glasgow provocan mejorías o agravamientos que
están determinados por la lesión primaria o secundaria, a más de las
complicaciones y el cuidado que se le dé al paciente en las Unidades de
Cuidados Intensivos.
Para conocimiento general, en la
Escala de Glasgow-Lieja para el Coma se ha incrementado los reflejos del tronco
encefálico, cuya puntuación va como sigue:
Reflejos del troncoencéfalo
Frontoorbicular 5
Oculovestibular vertical 4
Pupilar a la luz 3
Oculovestibular horizontal 2
Oculocardíaco 1
Sin respuesta 0
Para comprender mejor este
último aspecto, el estudio del estado de conciencia del traumatizado debe
abarcar: Las circunstancias en las que se produjo el traumatismo, la clase de
agente traumatizante, su característica, la caída de una altura considerable,
el accidente en la ruta, alcoholismo, antecedentes epilépticos y posibilidad de
un ictus vascular.
El último aspecto
sintomatológico en el manejo del trauma encéfalocraneano es el que se obtiene
del examen neurológico. Aquí se considera la sintomatología provocada por la
lesión en el parénquima cerebral, la misma que es irreversible y está en
relación a la intensidad y al tamaño del daño neuronal que se ha provocado.
Por otro lado, existen los síntomas neurológicos provenientes del área
perilesional, de las lesiones secundarias provocadas por las contusiones o
laceraciones y las complicaciones hemorrágicas que agravan la hipertensión
endocraneana a un grado superior a la capacidad de elastancia del encéfalo.
De lo dicho, se deduce que es de
suma importancia el conocer por una parte el tipo de lesión quirúrgica de una
manera urgente, así como también establecer los principios para mejorar de
forma rápida las diferentes alteraciones metabólicas que disminuyan y mejoren
el cuadro neurológico favoreciendo la recuperación. Es necesario encontrar el
cuadro neurológico de un enclavamiento del hipocampo en la incisura del
tentorium que como ya se explicó, se presenta en los hematomas subcorticales y
yuxtadurales. Para ello, el análisis de la dilatación pupilar que oscila o
Signo de Griesinger y sobre todo la pupila fija midriática sin reflejo a la luz
o Signo de Hutshinson, son los que demuestran el enclavamiento anteriormente
descrito. Como este signo es ipsilateral a la lesión, dirige así la
trepanación para drenaje a ese lado, llevando a la mejoría del paciente,
especialmente donde la tecnología para diagnóstico por imagen no ha llegado y
la urgencia del tratamiento obliga a la evacuación del hematoma. Por lo tanto,
en los casos de anisocoria, el examen de la pupila debe realizarse tanto en
reposo como a la luz directa y consensual, para excluir una lesión del nervio
óptico o del globo ocular, que se determina cuando existe un reflejo consensual
sin reflejo fotomotor. Sin embargo, los hematomas intracerebrales solos o
asociados a focos contusionales o de laceraciones encefálicas, son
eminentemente del neurocirujano y su estudio debe ser clínico y por imágenes,
en forma exhaustiva, para determinar el abordaje a la lesión sin dañar la
estructura que corresponda a los centros superiores del encéfalo como el de la
articulación o comprensión de la palabra, etc.
Uno de los signos neurológicos
que determinan un pronóstico fatal para el paciente traumatizado, es el
encontrar el reflejo córneopterigoideo que si es bilateral y mantenido,
demuestra la existencia de una lesión del tronco cerebral de extrema gravedad.
Diagnóstico Clínico
El trauma encéfalocraneano, por
su naturaleza de ser posterior a un accidente, viene con el diagnóstico, por lo
que es necesario dirigir nuestro conocimiento analítico a determinar el tipo de
complicaciones y las características de ellas, para establecer las pautas para
su manejo.
Historia Clínica
En los casos de traumas
encéfalocraneanos ligeros o moderados, puede realizarse primero la Historia
Clínica para seguir con su exploración general, pero en los casos graves es
necesario adoptar primero medidas de estabilización cardiopulmonar, así como
también intervenciones y exploraciones complementarias como paracentesis
abdominal, aspiración pleural, radiografías de tórax y columna cervical,
fijación o tracción del cuello.
La anamnesis es uno de los
capítulos más importantes en el examen clínico de estos pacientes. En ella se
debe determinar la hora, el lugar, la circunstancia del accidente, el medio de
transporte empleado, aplastamiento contra el volante, empleo o no del cinturón
de seguridad y/o apoyacabeza, las condiciones del traumatizado previas al
accidente (enfermedad vascular, epilepsia, alcoholismo, etc.), La existencia de
un "intervalo libre" entre la conmoción y la pérdida del
conocimiento debido a una complicación del trauma de cráneo, interrogar sobre
la amnesia y su extensión temporal en torno al accidente, buscar la existencia
de lesiones asociadas en cuello, tórax, abdómen y miembros.
En el examen físico debe
considerarse dos aspectos para la exploración general:
l.- El determinar lesiones
asociadas, como hemotórax o hemoperitóneo, aplastamiento torácico y fracturas
en extremidades, las mismas que ponen en peligro el pronóstico del paciente; y,
2.- Evitar maniobras durante la
exploración neurológica que compliquen lesiones de la columna cervical
comúnmente asociadas al trauma craneoencefálico, por lo que se sugiere un
examen radiológico previo de la columna cervical.
Con estas premisas se seguirá
-no con orden continuado, sino concomitantemente- con la determinación de los
signos vitales: pulso, presión sistémica, temperatura y respiración.
El estado de conciencia debe
determinarse siguiendo la terminología: lucidez, omnubilación, estupor, coma
superficial y coma profundo.
Para el estado de coma, Obrador
lo determina como un cerebro subreactivo provocado por graves lesiones
cerebrales y que difiere del cerebro dormido que se relaciona a un estadío
fisiológico oscilante.
En el cerebro subreactivo se
distinguen tres grados: el primero, con una respuesta motora organizada; el
segundo grado, con una respuesta motora fragmentada y desorganizada, a la que se
asocia el Signo de Babinsky bilateral y otros signos neurológicos; y, el tercer
grado, en el que hay actitudes de decorticación y decerebración al estímulo,
o en forma espontánea, con alteraciones pupilares, óculomotoras, vegetativas,
etc.
El primer grado correspondería a
un estado de obnubilación, el segundo a un estado de estupor y coma vigil; y,
el tercero, a un coma profundo, que puede hacerse irreversible.
Los signos neurológicos que
determinan un pronóstico desfavorable en un paciente en coma, son: la
hipotonía y flacidez de los músculos de la nuca, la rigidez de los miembros y
las alteraciones óculomotoras.
En la gradación de los niveles
de conciencia descritos por Codas Gorostiaga se establece el cuarto nivel de la
supresión de la autonomía de las funciones vitales primarias del cerebro, que
se llama metacoma26.
El metacoma está representado
por la parálisis del bulbo raquídeo y la supresión de la autonomía en todas
las funciones primarias. No hay signos que permitan certificar un estado de
coma. Hay supresión total de las actividades de la vida de relación y abolidas
las actividades primordiales que soportan la vida vegetativa y se prolonga tanto
hasta el miocardio,
completamente denervado y en
funcionamiento autónomo, capaz de asegurarse su propia función. Mollaret y
Goulon describieron al metacoma con el nombre de coma sobrepasado (coma dé
passé)27. Este estado clínico representa para el neurocirujano la muerte del
cerebro. (Fig. 22)
La neurarquía significa
"dirección o regulación, dominio del organismo por el sistema cerebro
espinal"28; el metacoma representa la interrupción de la neurarquía.
Sin embargo, cuando la
interrupción es transitoria, se denomina "sindrome de sideración
vegetativa", como sucede con las intoxicaciones graves y agudas por
fármacodepresores, barbitúricos, etc.
-Inspección del cráneo.
Para
buscar heridas ú otras lesiones del cuero cabelludo, detectar las fracturas
deprimidas bajo la palpación y observar signos que indiquen fractura de la base
craneal, como el Signo de Battle que se manifiesta como una zona de equimosis
retroauricular, el signo en ojos de mapache que corresponde a la equimosis
periorbitaria; así también se observará la pérdida de LCR por el conducto
auditivo externo u otorrraquia y de los orificios nasales o rinorraquia, para
calificarla. También se incluirá la búsqueda de heridas de cráneo y trauma
de ojos y maxilares.
-Tono de los músculos de la
nuca. Examinar si hay rigidez de nuca
provocada por un derrame de sangre en el espacio subaracnoideo. En los exámenes
sucesivos de los casos de traumatismos abiertos puede señalar una
contaminación bacteriana a nivel de las meninges.
La flacidez de la nuca como se
dijo anteriormente, es un signo de mal pronóstico y se acompaña de lesiones de
la protuberancia o del bulbo.
Los hematomas de la fosa
posterior cursan con rigidez de nuca, que no es de instalación inmediata.
-Examen de los pares
craneales. Todos los pares craneales pueden ser lesionados en un trauma
encéfalocraneano, en especial el tercer par que se manifiesta por una midriasis
unilateral cuando hay una compresión a distancia de un hematoma supratentorial.
En caso de miosis unilateral con ptosis y enoftalmos (Síndrome de Horner),
dirigen el pensamiento a una lesión traumática del vértice pulmonar y/o de la
arteria carótida homolateral. La miosis bilateral se relaciona a un trauma
protuberancial, pero también se observa por acción de los opiaceos y cuando va
acompañada de una respiración periódica de Cheyne-Stokes, la lesión es
diencefálica difusa como se observa al comienzo de una herniación tentorial
central. Por el contrario, la midriasis bilateral arreactiva traduce una lesión
mesencefálica irreversible vs. una lesión secundaria anoxoisquémica del
trauma encefálico. Sin embargo, el valor del examen pupilar es significativo
cuando se ha conseguido la estabilización cardiopulmonar.
La exploración de las respuestas
oculoencefálicas, así como las óculovestibulares, permite reconocer
trastornos supranucleares, internucleares e infranucleares de la mirada. Una
respuesta normal indica que la formación reticular pontina paramediana, el
fascículo longitudinal medial, los núcleos del tercer y sexto par como sus
raíces, están indemnes.
Lo que nos resta en el examen
físico es la exploración de los movimientos de los ojos, así como de los
otros pares craneales, que se realiza en los pacientes conscientes y
generalmente sus alteraciones corresponden a una secuela.
-Examen del tono, motilidad,
reflejos y sensibilidad. Todo
déficit en estos sistemas hace pensar en una lesión del parénquima
encefálico, si es
inmediato. Cuando la aparición
es en horas siguientes, indica la existencia de una complicación o
establecimiento de un edema cerebral.
-Examen de otros aparatos y
sistemas.- Es necesario un prolijo análisis para detectar enfermedades
previas causantes del accidente, o complicaciones del trauma encéfalocraneano.
Diagnóstico por Imágenes
Desde la década de los 70 el uso
de la tomografía computada ha dado resultados mucho más satisfactorios en el
diagnóstico y evaluación del trauma de cráneo, habiendo descartado otros
procedimientos a un segundo plano.
Las tomografías computadas
pueden obtenerse sin medios de contraste, con un cuidado para inmovilización y
apropiada posición de la cabeza, especialmente en los traumas
encéfalocraneanos graves, en los que se requiere recoger las imágenes en pocos
segundos.
Con la tomografía computada,
nosotros podemos observar las fracturas tanto de la bóveda y de la base del
cráneo, como de otros huesos de la cara.
La observación de los hematomas
intracraneales es clara, precisa, en relación a su localización y a su
extensión y fácilmente diferenciada del edema.
Los hematomas subdurales aparecen
con alta densidad, homogéneos, convexos hacia la tabla interna del hueso y
cóncavos hacia el parénquima, en una situación superior, sin embargo, pueden
ocupar situaciones también bajas. Se observan hematomas isodensos con relación
al cerebro, debido a una disminución del contenido de hemoglobina. (Figs. 23a y
23b).
Lesiones asociadas al hematoma,
como la contusión, son identificadas por la tomografía computada como un área
heterogénea de alta y baja densidad dentro del parénquima cerebral, la misma
que depende de los volúmenes de hemorragia, edema y necrosis. En cuanto al
edema cerebral, éste aparece en la tomografía computada como un área
homogénea decreciente con pérdida de la distinción entre las sustancias gris
y blanca, asociada a un hematoma y con borramiento de la cisterna y del espacio
subaracnoideo. (Fig. 24).
Posterior a un trauma de cráneo
en los niños, se observa un cerebro edematoso probablemente por una
vasodilatación con ventrículos disminuidos en tamaño y disminución de la
cisterna perimesencefálica, cuadrigeminal y supracelar.
Los hematomas extradurales cuya
característica es una forma biconvexa y comúnmente relacionados a
localizaciones inferiores a la descrita para los hematomas subdurales, van
generalmente asociados a fracturas del hueso en áreas como la de la arteria
meningea media.
Los hematomas intracerebrales
aparecen irregulares en su forma, lo que los diferencia de los hematomas
espontáneos. Generalmente son varios, de una localización más periférica y
rodeados de una zona de edema.
Los conos y hernias cerebrales
pueden ser identificados fácilmente en las tomografías computadas, tanto las
del cíngulum como las transtentoriales.
La hidrocefalia como resultado de
la lesión traumática que provoca obstrucción a nivel del acueducto o de los
forámenes del cuarto ventrículo, se observa sin dificultad. (Figs. 25a y 25b).
En los casos de traumas de
cráneo provocados por desaceleración en accidentes por alta velocidad y en
heridas penetrantes, las imágenes de tomografía computada muestran
invalorables tipos de lesiones como edema, hemorragias cerebrales, contusiones
del tallo cerebral, así como también la entrada y salida de proyectiles,
neumoencéfalos, etc. (Fig. 26).
Las imágenes de lesiones
vasculares son una ayuda valiosa de la tomografía computada. Pueden observarse
lesiones obstructivas arteriales dentro y fuera del cráneo, así como también
a nivel de los senos venosos. Sin embargo, las angiografías son las
determinantes para identificar con mayor detalle las lesiones vasculares
oclusivas así como los aneurismas que se presentan por fracturas lineales con
irradiación a la base del cráneo provocando el desgarramiento o la debilidad
de la pared de la arteria carótida interna, Con este procedimiento trambién se
observan bien las fístulas arteriovenosas. (Figs. 27a, 27b, 28, 29, 30).
La resonancia magnética como
método de diagnóstico de los traumas encéfalocraneales tiene una ventaja casi
igual a la tomografía computada; sin embargo, la práctica de su estudio
requiere más tiempo, lo que provoca una demora en la atención médica
inmediata que se debe prestar especialmente a los accidentados graves.
El SPECT (Single Photon Emission
Computed Tomography) se lo utiliza como un medio temprano para evaluar la
circulación cerebral regional, o sea su perfusión, cuya imagen manifiesta un
área de cambio anatómico y de extensión mucho más completa que la que se
pueda observar con la tomografía y se correlaciona con la clínica en los
traumas encéfalocraneanos severos.
El SPECT es la captación por una
cámara gamma con tomografía computada de un radio nucleido en las placas
obtenidas del cerebro. El radio nucleido puede ser el Xe-133, el Iodo-123 o el
Tecnesio-99, los mismos que pueden pasar fácilmente la barrera
hematoencefálica por simple difusión.
La Tomografía por Emisión de
Positrones (TEP) es otro de los métodos que se emplea, aunque no está
ampliamente disponible. Esta se realiza con oxígeno-15, nitrógeno-30, con
carbono-11 ó flúor-18, que son de corta vida, por lo que hay que administrar
mayores dosis pero dentro de los márgenes de seguridad radioactiva.
Las indicaciones para el estudio
con SPECT son iguales a las de TEP, pero en esta última los datos son
cualitativos y cuantitativos en relación al SPECT que provee solamente datos
cualitativos. Los dos métodos son seguros y las radiaciones sin embargo son
menores que cualquier otro procedimiento radiológico29.
Tratamiento
Las lesiones anatomopatológicas
provocadas por el trauma encéfalocraneano grave, establecen como se dijo
anteriormente, una lesión focal que puede acompañarse por una complicación
especialmente hemorrágica, por una fístula de LCR, etc. y por otro lado, el
edema cerebral que provoca por sí mismo el aumento de la presión intracraneal
resultado de las lesiones secundarias del trauma, que son debidas a las
alteraciones circulatorias con hipoxia e hipercapnea en el tejido nervioso.
Tanto la lesión primaria, su
complicación, así como las lesiones secundarias, tienen su tratamiento
quirúrgico y médico, respectivamente, con carácter inmediato. Además, no hay
que dejar de anotar que los desplazamientos pueden provocar obstrucción
mecánica de las vías del LCR, desencadenando una hidrocefalia secundaria de
tratamiento inmediato.
Las fracturas lineales con
irradiación a la base del cráneo pueden provocar el desgarramiento o la
debilidad de la pared de la arteria carótida interna, produciendo un aneurisma
de tratamiento quirúrgico. Por último -y entre otros- los casos de traumas de
cráneo leves o medianos, sin complicaciones quirúrgicas, pueden presentar
síndromes postconmocionales caracterizados por cefaleas, náuseas y vómitos,
así como compromiso psíquico con embotamiento y estrechamiento de la
conciencia, y otros pueden presentar crisis convulsivantes que son también de
tratamiento médico continuado.
Dicho lo anterior, podemos
comenzar a señalar que el tratamiento debe iniciarse con los cuidados desde el
lugar donde se produce el accidente que provoca los múltiples traumatismos que
puede presentar el paciente, cuidados que deben de seguir en el transporte hasta
la Sala de Emergencia, donde debe existir un sistema de atención determinado
por la cantidad de traumatizados que llegan y en donde deben ser valorados por
un equipo multidisciplinario a fin de determinar la severidad del trauma, los
traumas asociados especialmente de cuello -tórax, abdomen y fractura de huesos
largos- seleccionando a los pacientes que deben ser admitidos al hospital, tanto
a la Unidad de Cuidados Intensivos, a una sala general, o a cirugía,
protegiendo al cerebro -ya desde la sala de emergencia- de los daños
secundarios, con el mantenimiento de una adecuada perfusión cerebral, un buen
standard de metabolismo, previniendo y tratando ya el aumento de la presión
intracraneal y de ser posible, indicando la investigación por imágenes,
necesaria para un buen cuidado del paciente.
Necesidades Metabólicas
Cerebrales.- Se basan en la isquemia
e hipoxia del cerebro traumatizado, por lo tanto los requerimientos de oxígeno
y glucosa deben ser administrados en forma adecuada para mantener los niveles de
necesidad fisiológica de la neurona disminuida por el trauma. El envío de
oxígeno y de glucosa depende de las concentraciones en la sangre, así como de
la circulación cerebral a fin de mantener una concentración parcial de
oxígeno de más de 80 mmHg. que deben ser transportadas por una cantidad normal
de hemoglobina. Como la circulación cerebral depende de la presión arterial
sistémica y de la pCO2, las concentraciones de esta última a 25 mmHg. son
suficientes para mantener una adecuada circulación de sangre en estos
pacientes.
La prevención y tratamiento de
la Hipertensión Endocraneana en los
traumas severos de cráneo se basa en inducir la hipocapnea a base de
hiperventilación a fin de reducir la pCO2 a 26/28 torr con intubación
endotraqueal, ventilación controlada y parálisis yatrogénica intermitente.
Como la hipocapnea puede reducir la circulación cerebral, más aún en los
lugares donde la isquemia cerebral ocurre, obliga a medir los gases arteriales
frecuentemente23.
La administración de fluídos en
relación a la hipertensión endocraneana debe ser hecha de una manera
equilibrada a fin de prevenir la sobrehidratación, por lo que deben emplearse
fluídos de tipo hiperosmolar. A este respecto, los diuréticos como el Manitol
pueden ser usados por su efecto en reducir la presión intracraneal. La dosis
usualmente establecida es de 1 gr./Kg. y debe ser usada en todos los pacientes
con midriasis unilateral o con posturas de decorticación o decerebración, o
cuando la Escala de Glasgow señala un puntaje de alrededor de 3. La Furosemida
es otro de los diuréticos que se emplea en dosis de 40 a 80 mg. en forma
intravenosa en los adultos. La frecuencia y la manera de administración
dependen del caso, pudiendo administrarse también en forma de bolos.
Los esteroides fueron utilizados
en forma muy frecuente en los pacientes con trauma de cráneo en el pasado,
siendo ahora muy controversiales. Muchos centros neuroquirúrgicos en esta
última década han suspendido su uso para el manejo del trauma
encéfalocraneano.
El seguimiento en el tratamiento
del paciente politraumatizado tanto
leve como severo, que no sea quirúrgico, está determinado por los siguientes
principios:
1. Las lesiones cerebrales son
definitivas; si hay algo de mejoría ésta es incompleta, por lo tanto es mejor
prevenir las complicaciones que la agravan, como la infección, el choque, la
hipoxia, la isquemia, etc.
2. El cerebro lesionado tiene
menos posibilidades de protegerse que cuando sus mecanismos protectores están
funcionando completamente. Esto se refiere a la demanda disponible de oxígeno,
de glucosa, así como una suficiente circulación cerebral que le permita la
llegada de las demandas metabólicas. A este respecto, la circulación cerebral
varía primero por la presión arterial, segundo por los gases arteriales, por
las demandas metabólicas y la presión intracraneal; y, tercero, por la
presión de perfusión cerebral que debe mantenerse entre un 50 y 60 mmHg.
Buscando mantener los valores
normales durante el cuidado del paciente politraumatizado, el cerebro puede
protegerse por él mismo, por lo que hay que evitar la fiebre, convulsiones y
otros fenómenos que aumenten el metabolismo y causen isquemia que inciden
directamente en el daño cerebral.
3. El seguimiento del tratamiento
de los cambios sistémicos y metabólicos, como el neurológico, se divide en:
Contínuo, como el cardiopulmonar, metabólico y neurológico; e Intermitente
como el neuroeléctrico, los gases arteriales y lo que se relaciona con la
condición general del paciente.
a) El seguimiento
cardiopulmonar.- Es necesario utilizar un catéter arterial para estimar el
volúmen de sangre circulante. En los jóvenes: un catéter de presión venosa
central. En pacientes con lesiones cardíacas, pulmonares o ancianos: un
catéter dirigido a la arteria pulmonar. El monitoreo electrocardiográfico es
de rutina, lo mismo que el oxímetro.
b) El seguimiento metabólico.-
Se refleja por un adecuado mecanismo homeostásico que incluye electrolitos e
indicadores de la función renal y hepática bajo una adecuada administración
nutricional.
c) El seguimiento
neurológico.- Corresponde al examen periódico tanto del estado mental, de
los pares craneales de la función motora, siguiendo la Escala de Coma de
Glasgow y la evaluación pupilar.
d) El seguimiento
neuroeléctrico.- Está basado en los registros electroencefalográficos y
de potenciales evocados a intervalos o contínuamente, lo que nos da una gran
cantidad de información.
d.1). El electroencefalograma
recoge la actividad eléctrica original en las capas superficiales de la corteza
cerebral, que refleja la influencia de las estructuras subcorticales
especialmente de la formación reticular del tallo cerebral y los núcleos
reticulares e intralaminares del tálamo, en lo que se refiere a los estados
normales de la marcha, de los movimientos rápidos y no rápidos de los ojos y
en general nos provee de una información que recoge las características
fisiológicas del encéfalo antes que las estructurales, por lo que un registro
plano desde el punto de vista eléctrico, indica un cese de las funciones
cerebrales.
d.2). En los potenciales
evocados, la respuesta a los estímulos externos es registrada para estudiar la
integridad funcional del sistema nervioso en relación a las lesiones
anatómicas focales y pueden demostrar la presencia de lesiones que no son
clínicamente aparentes.
Los potenciales evocados a más
de ser usados para indicar el pronóstico del trauma encéfalocraneano como
señalan Greenberg y Newlon, se utilizan en la evaluación de la muerte
cerebral, en la recuperación del coma y durante la cirugía de la columna
cervical, donde pueden indicar un compromiso temprano del tejido neural.
d.3). El monitoreo de la presión
intracraneal es un complemento importante para el control de los pacientes
politraumatizados para determinar los cambios del aumento de la presión
endocraneana, el mismo que se realiza por un registro en forma continua
proveniente de sensores intraventriculares, subdurales, epidurales, etc. (Fig.
31).
La medición de la presión
intracraneal monitorizada por un transductor y observable en un registro, fue
introducida en 1.951 por Guillaume y Janny25.
Los criterios para utilizar un
sistema de registro monitorizado de la presión intracraneal, están
determinados:
- Por su fácil implantación,
- Que la información sea real en
relación al fenómeno
hipertensivo,
- Que las complicaciones sean
mínimas o no existan; y,
- Que tenga un costo razonable.
El registro consta de tres tipos
de ondas, que son: Las ondas de Plateau de Lundberg, que indican un aumento de
la presión intracraneal; un segundo tipo de ondas de corta duración que
expresan un cambio de la relación volumen-presión con disminución de la
capacidad correctora; y la tercera, que corresponde a la presión elevada
persistente, que sugiere que se ha establecido un nuevo equilibrio por la
existencia de un contenido constante como suele suceder en los hematomas
subdurales crónicos.
e) Los problemas asociados a
la atención médica general.- Se consideran en este aspecto los problemas
pulmonares, las coagulopatías, la nutrición, el metabolismo del sodio y las
infecciones:
e.1). Los problemas pulmonares
van desde una adecuada vía de aire a la aspiración del contenido gástrico, al
control de émbolos grasosos, bacteremia y sepsis por gram-negativo que puede
llevar a un sindrome de distress respiratorio agudo (SDRA).
Las radiografías de tórax deben
ser indicadas de acuerdo a la evolución del paciente. El uso de la presión
positiva al final de la expiración puede ser necesario para la oxigenación,
mantenida a niveles de 3 a 5 mmHg. de acuerdo a los valores fisiológicos que no
causen problema.
A más de la neumonía por
aspiración está la neumonía bacteriana común en los pacientes encamados por
trauma de cráneo y en los que el tratamiento antibiótico con los cultivos de
la secreción debe instalarse al mismo tiempo que el uso de una cama de
rotación o una terapia de movimiento, por la inmovilidad de estos pacientes.
Dada la gravedad de las
neumonías en la Unidad de Cuidados Intensivos, es primordial iniciar el
tratamiento y para ello es necesario conocer al máximo la etiología de las
mismas30. En el trabajo de Tejada et al31 no se observó una diferencia
significativa en las etiologías de las neumonías nosocomiales que
desarrollaron los enfermos con traumatismos craneoencefálicos y las que
sufrieron los pacientes neuroquirúrgicos al considerar las bacterias en forma
aislada y al agruparlas, todos ellos ventilados mecánicamente sin demostrarse
que el factor quirúrgico afecte la etiología de las neumonías que se
desarrollaban en dichos centros.
De acuerdo a Coon, las embolias
pulmonares ocurren en un 15%, las mismas que son sospechadas por taquicardia
repentina y un deterioro de las concentraciones de oxígeno arterial y
determinadas por un scanning de perfusión ventilatoria y una arteriografía
pulmonar.
e.2). Los problemas de la
coagulación que presentan estos pacientes politraumatizados son dos: Primero,
que la coagulación sea hipoactiva con riesgo de sangrado; y segundo, que la
coagulación sea hiperactiva, la que guarda relación con la coagulación
intravascular diseminada (CID) y la trombosis de las venas profundas (TVP). El
tratamiento de estos pacientes está dirigido a corregir la causa primaria si
fuera posible, a la administración de plasma o plaquetas para corregir las
anormalidades de la coagulación.
En los casos de trombosis de las
venas profundas -siendo lo mejor prevenirlas con el uso de medidas
antitrombóticas- si se instala, el uso de Heparina a bajas dosis puede
disminuir su consecuencia, tomando en cuenta que puede traer los riesgos de una
complicación hemorrágica. El ultrasonido doppler y la venografía confirman el
diagnóstico.
e.3). En cuanto a la nutrición,
el objetivo principal es alcanzar las necesidades apropiadas bajo alimentación
enteral o parenteral, teniendo en cuenta que el paciente traumatizado es
hipermetabólico y catabólico inmediatamente después del accidente, por lo que
la nutrición debe comenzar entre 48 y 72 horas después del trauma,
considerando la edad, sexo, talla y severidad del golpe.
A la alimentación parenteral
debe seguirle una alimentación enteral, utilizando sonda gastroduodenal. El
valor calórico y la calidad dietética deben ser establecidos para cada uno de
los pacientes y seguir las reglas para los diferentes tipos de alimentación.
El riesgo de la alimentación
enteral es la diarrea, la que debe prevenirse o tratarse por medios apropiados.
e.4). En cuanto al metabolismo
del sodio, éste va unido al agua y se manifiesta por un disturbio en el balance
de los mismos, no sólo por la utilización de los diuréticos sino también por
la secreción inapropiada de hormona antidiurética. Para el primer caso se
restringe la administración de líquidos entre 300 a 800 cc. cada 24 horas,
vigilando los procesos hipovolémicos que esto trae con su consecuencia en la
circulación del cerebro. Si se determina que la causa es el aumento inapropiado
de la hormona antidiurética, se requerirá vasopresina o el acetato de
desmopresina tanto nasal como parenteral, seguida de una constante oboservación
del paciente.
e.5). Por último, la infección
y la sepsia es común en estos pacientes traumatizados, por lo que es importante
conocer los focos de entrada como son los catéteres, el monitoreo invasivo, la
sonda de Foley, los mismos que deben ser cuidadosamente reemplazados y
eliminados y el catéter de Foley cambiado por un colector urinario externo, por
cateterización intermitente o por una talla vesical.
En los casos de cirugía, en que
el riesgo de infección es probable, se debe administrar antibióticos en forma
profiláctica, antes, durante y después de la operación, cuando sea indicado y
esté determinado en vías de eliminar superinfecciones que determinen aumento
de la resistencia bacteriana.
Tratamiento Quirúrgico
Los nuevos agentes anestésicos,
la introducción de técnicas quirúrgicas modernas, el control de la
respiración, las drogas deshidratantes con poder antiedema, se combinan hoy en
día para hacer el tratamiento quirúrgico fácil, seguro y con muy pocas
complicaciones32.
Por otro lado, los avances en los
conocimientos de la fisiología y la fisiopatología como de la farmacología en
el control de la presión intracraneal han disminuído los problemas del aumento
de la tensión intracraneal. Sin embargo, el éxito en el manejo de los
pacientes neuroquirúrgicos y el resultado de cualquier operación en el
cerebro, todavía depende del control de la presión intracraneal33.
El tratamiento quirúrgico de los
pacientes traumatizados está dirigido a realizar la limpieza quirúrgica de la
zona de contusión (Fig. 32) incluyendo el trayecto de necrosis y hemorragia que
deja el proyectil, el drenaje momentáneo o definitivo del LCR a través de una
válvula de derivación, la reparación de las fístulas del LCR secundarias al
desgarro de la duramadre, los higromas, la hidrocefalia postrumática y los
hematomas, así como también las lesiones asociadas de la cara y del cuello ú
otra lesión traumática del resto del cuerpo en el cual, el tratamiento de la
especialidad quirúrgica a que corresponda la lesión se asocia al procedimiento
neuroquirúrgico.
De estas complicaciones y por su
frecuencia en nuestro medio, consideremos a los hematomas que se presentan en un
6 % de los traumas craneales y porque el drenaje practicado inmediatamente hace
que mejore la expectativa de vida de estos pacientes.
Los Hematomas son agudos,
subagudos y crónicos y pueden ser
epidurales, subdurales, intracerebrales y mixtos, según su localización en el
encéfalo. A éstos se agrega la hemorragia subaracnoidea postraumática como
consecuencia de una contusión cerebral. Generalmente los hematomas son
supratentoriales, pocos son los situados en la fosa posterior. Los hematomas
subdurales son aún más frecuentes que los epidurales y los hematomas mixtos
constituyen sólo un 4 al 5% del total de los traumas encéfalocraneanos con
hematomas como complicaciones2.
En los hematomas agudos,
cualquiera que sea su localización, la sintomatología se engloba en el proceso
fisiopatológico del trauma encéfalocraneano; en cambio, en el hematoma
subdural subagudo y en el crónico, la sintomatología sigue a un período de
recuperación que va de unos días a meses y luego se agrava con una nueva
pérdida del conocimiento que se produce por el desequilibrio de las presiones
que se suscitan entre la masa cerebral y la masa hemática, cuando esta última
ha captado un mayor volumen por la filtración del LCR, desencadenando la
sintomatología de una hipertensión endocraneana.
Los hematomas epidurales
presentan un período de inconsciencia determinado por el estado conmocional, al
que sigue un período de lucidez más o menos corto, para volver a perder el
conocimiento progresivamente y cada vez más profundo, por el aumento continuo
de la sangre arterial producto de la rotura del vaso.
En la práctica diaria, esta
secuencia que se observa en los hematomas ya descritos, sintomatológicamente a
base de la pérdida del conocimiento, no aparece en los traumas
encéfalocraneanos mixtos, en los que el estado de conciencia no se recupera
hasta que la evolución del trauma sea favorable.
La Sintomatología de los
Hematomas está determinada por:
A. El sindrome de hipertensión
endocraneana,
B. Síntomas corticales de
irritación como son las crisis convulsivantes y de déficits como las
hemiplejias y hemiparesias; y,
C. Manifestaciones de origen
subcortical caracterizadas por movimientos de decorticación, crisis tónica,
etc.
En cuanto a su localización, los
hematomas extradurales agudo y subagudo productos de la lesión de la arteria
meningea media o de una de sus ramas, en la mayor cantidad de casos, o por
lesiones de los senos venosos o del diplos, corresponden a la región temporal,
frontal y témporoparietal. En estos casos particulares la presencia de
fracturas transversales a los vasos arteriales y senos venosos, confirman la
sospecha.
La sintomatología de los
hematomas subdurales agudos se manifiesta inmediata al trauma de cráneo; en los
subagudos ésta aparece en las primeras semanas; y, en los crónicos, después
de 4 semanas del trauma de cráneo. Esta subdivisión se debe al rápido o lento
crecimiento que tienen estos hematomas que se producen por la rotura de las
venas puente y en el proceso evolutivo van cubriéndose de una membrana
semipermeable con neoformación vascular provocando un reacomodo de la masa
encefálica a base del proceso de elastancia cerebral y aprovechando el espacio
del LCR que va quedando libre.
El crecimiento de estos tipos de
hematomas hacia su cronicidad se produce por un paso del LCR a través de la
membrana que los cubre por gradiente oncótica, destrucción de glóbulos rojos
y aumento de las concentraciones de proteínas, a lo que se agrega roturas de
vasos neoformados en la cápsula.
Por la lejanía al trauma que los
origina que a veces tienen estos hematomas de tipo crónico, pasan
desapercibidos y no son reportados en la anamnesis y en muchas oportunidades su
tipo de sintomatología hace recordar la presencia de una neoformación tumoral.
Consideraciones
Quirúrgicas. La presencia de un hematoma pone al neurocirujano en la
disyuntiva de actuar inmediatamente ya que una demora en la operación puede
traducirse en un desenlace fatal. Sin embargo, se conoce que muchos pacientes
pueden tolerar la presencia de hematomas intracraneales y recuperarse sin que
éstos sean drenados; pero deben drenarse cuando la presión intracraneal
progresivamente aumenta a más de 30 mmHg.
La experiencia que se recoge
señala que es mejor operar pronto, pudiendo tener una demora mínima por la
investigación neurorradiológica, que es justificada pero teniendo en cuenta el
estado del paciente, el grado de progreso de su condición, como es obvio.
Las operaciones intracraneales
para la evacuación de hematomas tienen sus dificultades, a pesar de que tanto
la sintomatología como los medios de diagnóstico pueden determinar la
localización de un hematoma para dirigir el agujero de exploración.
En las operaciones de hematomas
intracraneales se debe comenzar con anestesia general, una línea intravenosa y
la preparación de unidades de sangre. Deben cumplirse todas las precauciones
que requiera la mejor atención del paciente ya que ellos presentan obstrucción
en la respiración, hipercapnea, hipotensión sistémica, las mismas que hay que
mejorar a fin de que el drenaje del hematoma no precipite complicaciones que
puedan terminar con la vida del paciente.
Los signos neurológicos
determinan el sitio de la lesión, pero las investigaciones neurorradiológicas,
a más del sitio, determinan la naturaleza y la extensión de la lesión, por lo
que la exploración debe comenzar por un agujero en la región temporal baja.
En los hematomas extradurales,
(Fig. 33) una craneotomía es lo más apropiado, quedando la abertura de la
duramadre para los casos en que se asocie un hematoma intradural, como sucede en
una tercera parte de los hematomas extradurales 1.
En los hematomas intradurales,
(Fig. 34) el abordaje puede hacerse por una craneotomía o por un agujero de
trépano de acuerdo al tiempo de evolución, drenándolo y evaluando la
característica de la cápsula que cubre a los hematomas crónicos.
Para los hematomas
intraparenquimatosos y los de fosa posterior, el abordaje y la evacuación son
determinados por el neurocirujano debido a la característica y situación
respectivamente.
Durante el cierre del acto
quirúrgico, a más del cuidado de una buena hemostasia, de un buen análisis de
la situación practicada, debe determinarse la situación de la duramadre,
especialmente en los casos en que ha habido un desgarro, o el edema es bastante
intenso, en los que el cirujano debe proceder según las técnicas y de acuerdo
a su experiencia.
Las complicaciones relativas a
osteomielitis, meningitis y abscesos encefálicos son en nuestros días
relativamente una aparición ocasional debido a la gran cantidad de
antibióticos de última generación con los que se las maneja, junto con la
asistencia de personal técnico para estos casos. La hidrocefalia y el
neumoencefalocele son tratados por el neurocirujano de acuerdo al tiempo y al
tipo de sintomatología que se produce. Las fístulas de LCR son reparadas
después de la localización, por estudios de imágenes de acuerdo a las
técnicas neuroquirúrgicas. Igualmente el exoftalmos pulsátil o fístula
carótida-cavernosa se trata de acuerdo a la habilidad del neurocirujano y va
desde la obliteración de la carótida extracraneal o intracraneal hasta las
obliteraciones intra-arteriales.
Consideraciones para
reoperar complicaciones quirúrgicas. Entre las complicaciones que
pueden existir en la evacuación de un hematoma, están: La evacuación
incompleta, hematoma recurrente, nuevos hematomas, por las cuales el
neurocirujano tiene que tomar una decisión a base de la sintomatología que
presenta el paciente, en que la función neurológica comienza a decrecer. Esta
decisión debe ser pronta y con el objetivo de conseguir el tratamiento de la
primera cirugía, así como también para evitar que se desarrollen más
adhesiones en ésa área. (Fig. 35).
Por otro lado, el paciente y la
familia deben ser informados sobre todos los eventos que estuvieron contrarios a
la consecución del objetivo de la primera operación, por lo que una
explicación completa y honesta facilita el aceptar las fallas que impidieron el
éxito.
La técnica de abordaje es lo que
sigue después de tomar una decisión temprana, tanto por la cicatriz cutánea
como por las adhesiones y las durotomías que se realizan en los casos de
drenaje.
El abordaje puede comenzar en
forma parcial y aumentarlo de acuerdo al caso y en aquellos pacientes con
hematoma recidivante, será en la zona de encéfalomalacia previa, a fin de
evitar el daño del cerebro normal.
Para cerrar nuevamente, la
hemostasia debe ser meticulosa y en varios planos, con especial atención a la
dura, cerrándola con una aproximación "igual a una tensión de
agua"34. La misma consideración debe tener la piel para evitar una
isquemia secundaria.
Secuelas Postraumáticas
Las secuelas postraumáticas
deben ser evaluadas cuidadosamente debido a su incidencia y la necesidad de un
tratamiento y rehabilitación adecuados, ya que es un problema para la familia y
la sociedad; entre éstas, podemos citar:
- El síndrome postconmocional
caracterizado por cefalea, mareo, acúfenos, trastornos del sueño, ansiedad,
irritabilidad, cambios de la personalidad, disminución de la capacidad de
concentración y memoria. Corresponde a lo que se describe también con el
nombre de neurosis postraumática y está en relación a factores individuales
que tienen que ver con la personalidad psíquica del enfermo.
Después de traumatismos
moderados de cráneo, se observan secuelas caracterizadas por anormalidades en
la atención, del proceso cognoscitivo y de la memoria, que se relacionan
probablemente a lesiones difusas del cerebro en múltiples niveles incluyendo la
sustancia gris y su unión con la sustancia blanca, el mesencéfalo y las partes
bajas del tallo cerebral, que en conclusión son debidas a un estiramiento o
ruptura de axones (lesión axonal difusa) que lleva a una degeneración neural
secundaria. Estas lesiones son demostradas en autopsias y actualmente pueden
observarse en las placas de Resonancia Magnética Cerebral en un 85% de los
casos, como lo señalan Levin et al35.
En los pacientes con trauma de
cráneo severo, los déficits de memoria, lenguaje y comportamiento social
persisten por mucho tiempo, aunque también pueden tener una mejoría relativa.
- La epilepsia postraumática
temprana, está relacionada con lesiones del cerebro secundarias a fracturas con
hundimiento, hematomas intracraneales, amnesia postraumática y déficit
neurológico. Es mucho más común en los traumas penetrantes del cerebro.
La epilepsia postraumática
tardía se presenta después de los 7 días de la lesión; puede ser
generalizada o inicialmente parcial seguida de generalización. Estas pueden
persistir por algún tiempo, o remitir después de unos 2 a 4 años36.
- A más de la división de las
crisis postraumáticas en tempranas y tardías, otros autores agregan crisis
inmediatas que se presentan durante el proceso agudo del trauma y que se
manifiestan desde los primeros minutos.
El término de crisis
postraumática es con el que se conoce a las crisis tempranas, para
diferenciarlas de la secuela propiamente dicha 37.
Las crisis postraumáticas se
producen por la interacción entre el daño cerebral y los factores
constitucionales o genéticos de las lesiones difusas o focales producidas por
el trauma encéfalocraneal. Babb y Brown han descrito las variantes del daño
cerebral focal en relación con la aceleración angular de la cabeza, cuya
lesión se asienta principalmente en los polos frontal y temporal, así como en
la superficie inferior de los mismos lóbulos. Además se han descrito otros
tipos de lesión focal como la rotura del tallo hipofisiario, la lesión de
nervios craneales, el desgarro pontomedular, así como la presencia de
hemorragias y los cambios asociados al aumento de la presión intracraneal, que
tienen muy poca relación con la crisis.
En cuanto a las lesiones
cerebrales difusas, estarían en relación:
1º. Con la lesión misma,
2º. Con la hipoxia cerebral del
espasmo arterial y de la hipotensión en el mecanismo de la hipertensión
endocraneana.
3º. Con el edema cerebral
difuso, de tipo vasogénico secundario y posiblemente debido a vasodilatación e
incremento del volúmen sanguíneo cerebral, la rotura de la barrera
hematoencefálica y la reducción de la omolaridad plasmática38; y,
4º. Con las hemorragias
petequiales difusas del tronco cerebral o en la sustancia blanca de los lóbulos
temporal y frontal, como consecuencia de la rotura de capilares o pequeñas
arteriolas.
De lo dicho se puede concluir que
la crisis postraumática estaría de acuerdo con la rotura de vasos sanguíneos
y la presencia de sangre en el parénquima cerebral, ya que el hierro de la
hemoglobina es un potente agente epileptógeno. De acuerdo a las experiencias
realizadas en las cortezas de ratas o de gatos, se observa que hay formaciones
de aniones de superóxido (O2 y radicales OH-) dentro de la corteza responsable
de los procesos de peroxidación lipídica en las membranas neuronales, lo que
contribuye a la patogénesis del daño cerebral al interrumpir la integridad de
la membrana39, convirtiéndose así en foco epileptógeno.
El tratamiento para el sindrome
postconmocional y las crisis convulsivantes, es generalmente sintomático. La
administración de anticonvulsivantes debe prolongarse tanto más cuanto más
tarde ha comenzado la primera crisis, pudiendo recomendarse su uso indefinido.
Tratamiento médico también se emplea en los pacientes con depresión,
ansiedad, síntomas afectivos que pueden incluir agresividad u hostilidad, el
que también puede ser indefinido si persiste la disfunción que a su vez les
impide regresar a sus labores.
Rehabilitación
Con el aumento del porcentaje de
sobrevida de los pacientes politraumatizados, hay mayor cantidad de secuelas y
desde los reportes de 1.958 se ha venido estableciendo grupos de pacientes que
han mejorado tanto en el aspecto físico como mental y muchos de ellos han
retornado a la vida productiva. De acuerdo a la Escala de Resultados de Glasgow,
Jennett & Bond 9 mostraban que después de 6 meses de un trauma
encéfalocraneano severo tenían una buena mejoría en el 40%, una mejoría
moderada en el 30%, 25% tenían incapacidad severa y 5% quedaron en estado
vegetativo, que Kretshmer llamó estado apálico en la década de los 40 y que
se caracterizan clínicamente por la aparición de los ciclos vigilia-sueño,
apertura ocular espontánea, ausencia de respuestas vocales, de movimientos
localizantes al estímulo y conservación de los reflejos del tallo cerebral.
Las características de la
incapacidad han mejorado desde el punto de vista físico, neurológico y desde
el punto de vista mental (memoria, conducta, conocimiento y emoción).
-Los métodos de tratamiento
físico y neurológico están bien establecidos en centros que prestan una
atención integral cuyos resultados son observables año a año.
-La rehabilitación de las
secuelas psicosociales y cognitivas debe seguir cuatro parámetros:
1º. Asegurarse que mejore el
déficit que presenta el paciente,
2º. El proceso de la educación
debe realizarse con técnicas prácticas de relajamiento y manejo de las
tensiones,
3º. Las metas deben ser basadas
en medidas de mejoramiento cognitivo y psicosocial; y,
4º. Debe realizarse el
seguimiento de la recuperación cognitiva.
La rehabilitación así
establecida, requiere de una evaluación dentro de la familia y en la comunidad
donde vive el paciente. Los esfuerzos para la rehabilitación psicosocial y del
conocimiento de estos pacientes es relativamente nueva y deben ser difundidos en
todos los consultorios externos hospitalarios, con el fin de reintegrar a la
comunidad cada vez más personas rehabilitadas.
-Las lesiones de los pares
craneales, especialmente del olfatorio, óptico, motor ocular común, motor
ocular externo, del facial, del vestíbulo auditivo y de los cuatro últimos
pares craneales, ocurren con alguna frecuencia en los pacientes con trauma
severo de cráneo y a pesar de que pueden existir recuperaciones significativas,
hay otros cuya disfunción es definitiva, por lo que es importante saber
reconocer el grado de recuperación que puedan tener, así como el déficit que
pueda quedar ya que no hay una terapia establecida para mejorar su condición.
El análisis de estas lesiones en sus primeros momentos puede llevarnos a
conocer mejor los síntomas que manifiesta el trauma encéfalocraneano, evitando
confusiones con la sintomatología propia de éste.
Algunas consideraciones del
trauma encéfalocraneano en los niños
Los traumas encéfalocraneanos en
el recién nacido y en el lactante representan el mayor porcentaje de los
traumatismos en los niños.
En los menores de dos años
representan del 15 al 25% en la mayoría de las estadísticas reportadas. Son
tres veces más frecuentes que las malformaciones congénitas y 4 veces más
frecuentes que los tumores malignos, con relación a la mortalidad40.
Los accidentes de tráfico fueron
los que presentaron mayor porcentaje de las estadísticas -lo que constituye en
problema de salud pública- y de ellos, una alta incidencia la tienen los
atropellados, le siguen las caídas de la cama, de la silla, de una escalera, de
un piso y un porcentaje le corresponde también al sindrome del niño
maltratado.
Sintomatológicamente pocos son
los que llegan en estado de coma, la mayoría son conmociones. El vómito es
frecuente en los estadíos iniciales, pero no tiene significación a no ser de
que sea tardío. Las convulsiones se ven en pequeños porcentajes y el examen
neurológico es normal en la mayoría de los casos.
Las diferentes manifestaciones
sintomatológicas en estos menores se deben a la elasticidad y plasticidad de su
cráneo, que permite deformaciones sin daño cerebral. El cerebro no está
completamente mielinizado, lo que permite recuperaciones neurológicas. Los
espacios de LCR son más turgentes y protegen mejor al cerebro. El mecanismo de
contragolpe existe en muy raros casos. La riqueza de la vascularización de la
duramadre y del hueso del lactante explica generalmente la frecuencia de
hematomas subcutáneos y extradurales que implica una atención mucho más
rápida con relación a la pérdida sanguínea del total circulante (un niño de
6 Kg. que pierde 100 cc. de sangre corresponde a una pérdida de 1 lt. en el
adulto de 60 Kg.).
En los casos de trauma
encéfalocraneal grave, la frecuencia es igual para ambos sexos en los primeros
años de vida, para irse separando con predominio del masculino a medida que
aumenta la edad41.
Las lesiones en estos casos
graves son contusiones asociadas a edema cerebral, hemorragias petequiales,
contusiones del tallo cerebral que generalmente llevan a la muerte en la mayor
parte de los casos, solución de continuidad o laceraciones cerebrales en las
que se incluyen las heridas por arma de fuego y las fracturas expuestas con
lesión parenquimatosa por los fragmentos óseos, que se manifiestan como
lesión primaria y a la que se debe asociar las lesiones secundarias producto de
la hipercapnea e hipoxemia, que llevan a la hipertensión endocraneana. Todo
ello como resultado de los mecanismos de aceleración, desaceleración, que
actúan sobre el encéfalo en forma directa o indirecta42.
La manifestación clínica
principal de los casos graves de trauma encéfalocraneal en niños, es el estado
de estupor o coma, alteraciones en el patrón respiratorio, en la frecuencia
cardíaca, en las pupilas y en la postura de los pacientes43.
La valoración del estado de coma
se la realiza por la Escala de Coma de Glasgow modificada para lactantes
(Raimondi).
Los exámenes de mayor utilidad
son indudablemente los radiológicos, de los cuales la tomografía axial
computarizada es la indicación de primera elección. Sin embargo, la solicitud
para ella sigue los criterios de Philips que se basa en la anamnesis, en la
exploración física general y en la exploración neurológica, así como
también para la hospitalización del pequeño paciente. El tratamiento y el
seguimiento para las secuelas siguen las secuencias descritas anteriormente en
la parte general de este trabajo.
Muerte Cerebral
De acuerdo a Jennett, la tercera
parte de los traumatizados graves mueren por un daño primario del cerebro y
más de la mitad por una lesión expansiva intracraneal. Sólo el 8% se muere
por una complicación extracraneal.
De los pacientes ingresados, el
70% muere dentro de las primeras 24 horas, de un 80% que muere dentro de la
semana y de un 90% que muere dentro del mes; pero de los pacientes que
sobreviven 6 horas, el 20% prolonga la muerte por más de un mes, debido a las
modernas técnicas de cuidado intensivo, sin las cuales hubieran fallecido
tempranamente, por lo que es necesario establecer el estado de muerte cerebral.
El cuadro anatomoclínico de
muerte cerebral nace en las décadas de los 50 con la introducción de nuevas
técnicas de reanimación respiratoria. En 1.959 Mollaret et al44 denominaron
"coma de passé" al coma con apnea en el que se mantenían vivos los
paciente con apoyo ventilatorio mecánico. En la década de los 60 se comenzó a
establecer las bases ético-legales en las que se encontraban estos pacientes:
vivos o muertos. En 1.968 se establecieron los criterios clínicos y
electroencefalográficos para el diagnóstico de la muerte cerebral, por el
Comité de Profesores de la Universidad de Harvard y posteriormente con apoyo
universal se aceptó que la necrosis global del encéfalo constituye un estado
de muerte del individuo, aunque la función cardiorrespiratoria se mantenga
mediante un sostén mecánico.
El diagnóstico clínico de la
muerte encefálica se basa en la comprobación de la ausencia total de las
funciones de los hemisferios cerebrales y el tallo cerebral; esto es:
A). Estado de coma con abolición
total de la respuesta motora,
B). Apnea,
C). Abolición de todos los
reflejos del tallo cerebral (abolición del reflejo pupilar a la luz, corneal,
óculo-cefálicos, óculo-vestibulares, nauseoso, tusígeno).
Además, el Comité señaló que
deben existir dos condiciones para llegar al diagnóstico:
1º. El hallazgo de una causa de
lesión cerebral que explique suficientemente la pérdida de las funciones
encefálicas; y,
2º. La persistencia del cese de
todas las funciones encefálicas por un tiempo apropiado, que fue fijado entre 6
a 24 horas, aunque en determinados centros médicos se acepta menos de este
tiempo.
Este período de observación es
importante antes de declarar la muerte cerebral de una manera pronta, ya que se
debe evitar los riesgos de hipotensión, ataques cardíacos, etc., para poder
determinar la obtención de un órgano para trasplante, por lo que el paciente
debe ser cuidadosamente monitorizado para determinar una inestabilidad clínica
que perjudique la donación.
Existen causas que provocan un
cuadro similar a la muerte encefálica; sin embargo, el cuadro es potencialmente
reversible y de aquello podemos citar las intoxicaciones severas por drogas
neurodepresoras, hipotermia severa, choque severo, por lo que se necesita
realizar pruebas paraclínicas confirmatorias del diagnóstico que demuestran la
ausencia de actividad eléctrica de los hemisferios cerebrales. Una de las
difíciles y complejas decisiones que debe afrontar un médico es el determinar
la muerte cerebral y el posible manejo de donadores de órganos.
Las investigaciones en estos
últimos 15 años han mejorado los métodos para evaluar y manejar la situación
entre la muerte cerebral y el manejo de donantes de órganos para optimizar un
potencial trasplante, manteniendo la dignidad del paciente traumatizado45.
Entre las pruebas
electrofisiológicas que se utilizan comúnmente para determinar la muerte
cerebral, está el electroencefalograma, que determina una ausencia de la
actividad eléctrica de los hemisferios cerebrales y los potenciales evocados
auditivos y somatosensitivos, que determinan la ausencia a nivel del tallo
cerebral. Por otro lado, se deben realizar pruebas del flujo sanguíneo cerebral
para determinar la ausencia del mismo, para lo que se realizan angiografías
cerebrales por cateterismo de las arterias cerebrales, angiografía cerebral por
radionucleidos, el SPECT en que se determina imágenes de la perfusión cerebral
especialmente con Tc99m y cuyas imágenes son muy claras, la tomografía
computada y la angioorresonancia con inhalación de Xenón y la sonografía
doppler transcraneal.
Con los dos tipos de prueba
electrofisiológica y de flujo sanguíneo cerebral, se confirma el diagnóstico
de muerte encefálica y se permite una determinación más rápida para efectos
de trasplantes de órganos, al mismo tiempo que son pruebas más objetivas que
las clínicas para efectos médicos legales.
Es sin duda alguna que el
diagnóstico de muerte cerebral tiene la mayor importancia en la
trasplantología ya que se obtienen órganos, se alivia la carga psicológica
negativa de familiares, médicos y por último, se reducen los gastos
innecesarios por una atención en la que no hay posibilidad alguna de
recuperación. Es de comprenderse, según Machado, que mientras el personal
médico realiza todos los exámenes y pruebas para diagnosticar la muerte,
también "está luchando por la vida".
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