Cáncer de Ovario
Autor:
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Dr. Jaime Sánchez Sabando.
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Coautores:
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Dra. María Teresa Espejo C.
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Dr. Darío Sarasti S.
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I. Introducción.
El cáncer de ovario representa la tercera causa de cáncer en cuanto a
frecuencia en el área ginecológica y corresponde al que mayor número de
muertes ocasiona, su frecuencia está en alrededor del 4% de los cánceres
de la mujer. En las últimas décadas su incidencia ha aumentado y se
mantienen bajas las cifras de supervivencia lo cual se atribuye a su
curso usualmente insidioso e incluso hasta silente o asintomático; por
lo cual, las pacientes son atendidas aproximadamente en dos terceras
partes con enfermedad avanzada. La forma más frecuente es la de estirpe
epitelial siendo de menor frecuencia la de origen germinal.
Los
tumores malignos de células germinales se ven con mucha mayor frecuencia
en mujeres de menos de 20 años mientras que los cánceres epiteliales
aparecen principalmente sobre los 50 años, las mujeres mayores de 65
años tienen más probabilidades de encontrarse en fases avanzadas de la
enfermedad en el momento del diagnóstico inicial siendo también sus
índices de supervivencia menores con relación a mujeres de menor edad.
Factores de Riesgo.a. Factor genético familiar:
aproximadamente entre un 5-10% de las neoplasias de ovario pueden
atribuirse a un origen familiar y se describen tres patrones
hereditarios: Síndrome de cáncer ovárico familiar específico de sitio,
en el cual las mujeres tienen riesgo de sufrir cáncer de ovario solo, un
segundo síndrome es el de cáncer de mama-ovario, en el cual las mujeres
tienen carcinomas de mama y ovario con mayor frecuencia solos o en
combinación, está asociado con el gen BRCA-1 y se ha encontrado
existencia de un segundo gen relacionado el BRCA-2. El tercer tipo es un
tipo familiar de cáncer en el que hombres y mujeres tienen un riesgo
alto de sufrir cáncer de colon y en menor proporción otros cánceres como
carcinomas gástricos, tiroides, sarcoma, ovario (cáncer de ovario-colon
Lynch II), endometrio y mama.
Los
tres síndromes tienen una forma de transmisión vertical, compatible con
una herencia autosómica dominante y las hijas de madres con estos
carcinomas tienen un 50% de riesgo de sufrirlas.
b.
Factores reproductivos: las
nulíparas tienen un riesgo mayor de sufrir carcinoma epitelial de
ovario, Mc Gowan demostró que las nulíparas tienen hasta 2.45 veces más
posibilidades de desarrollar esta neoplasia que las mujeres que habían
tenido tres o más embarazos, reportó así mismo que el riesgo se reduce a
1.27 en aquellas que tuvieron al menos una gestación. Su posible
explicación estaría en el probable efecto protector del estado
endocrinológico del embarazo.
c.
Factores farmacológicos: los
fármacos utilizados para aumentar la fertilidad como el clomifeno
podrían tener un papel en el aumento del riesgo de desarrollar
neoplasias ováricas (Rossing), la utilización de anticonceptivos orales
podrían ser por el contrario un factor protector, Rosenberg y cols
demostraron un riesgo relativo de 0.6 en aquellas mujeres que utilizaron
ACO y la reducción del riesgo pareció persistir hasta 10 años después de
haber suspendido la terapia hormonal. Reducción similar se pudo
determinar en mujeres nulíparas que utilizaron anticonceptivos durante 5
años. La utilización de estrógenos como terapia hormonal de reemplazo en
mujeres posmenopáusicas no parece tener relación con el cáncer de
ovario, algunos estudios sugieren que aumenta el riesgo en un 1.15% y
puede alcanzar un 1.27% si la toma ha sido mayor a 10 años.
d.
Factores ambientales: como
suceden con otros tipos de cánceres epiteliales frecuentes los datos
epidemiológicos sugieren que estos factores ambientales podrían ser
determinantes importantes en el desarrollo del cáncer de ovario. Se ha
sugerido una asociación entre la exposición a talcos y asbestos con la
neoplasia ovárica, así tendría un papel la utilización de talcos en el
área genital, polvos o paños higiénicos en el periné; en cuanto al
asbesto se ha podido inducir en experimentos con animales luego de su
administración intraperitoneal hiperplasia papilar atípica del epitelio
ovárico. Esta teoría cobra validez cuando un sinnúmero de estudios han
demostrado la capacidad de migración de sustancias químicas desde el
periné y vagina hacia la cavidad peritoneal y ovarios. Otro factor como
la dieta no se ha podido demostrar en forma consistente su relación con
esta carcinogénesis, se ha sugerido una posible asociación con aumento
del consumo de grasa animal, carne o proteína total y niveles de
colesterol sérico elevado.
e.
Drogas: el alcohol y el
cigarrillo no se han podido demostrar incidencia en la aparición del
cáncer de ovario, el café tiene una asociación con reducción de la
fertilidad y fecundidad pero no con esta neoplasia.
f.
Irradiación: en el seguimiento
de las mujeres sobrevivientes a las bombas atómicas de Hiroshima y
Nagasaki se determinó un incremento significativo del cáncer de ovario,
con un período de latencia entre 15 y 20 años, no ha habido otros
estudios que demuestren esta asociación.
g.
Otros posibles factores: no
existen pruebas determinantes sobre la asociación viral con estas
neoplasias, se sugiere fuertemente la presencia del virus de la
parotiditis por su gran actividad oncogénica y gonadotrófica; pero hasta
la actualidad su papel carcinogénico en esta patología es discutido.
V.
Etiología.
Se
discuten tres teorías sobre la posible etiología del cáncer de ovario:
1.
Teoría de la "ovulación incesante",
propone que en cada ovulación el epitelio ovárico sufre un trauma por lo
cual hay una renovación celular frecuente la misma que puede ser
sensible a mutaciones por carcinógenos y alteraciones en la reparación
del DNA.
2.
Teoría del "exceso de gonadotropina"
por la cual hay un incremento de la estimulación epitelial provocando un
aumento en la proliferación y diferenciación con riesgo de que en un
momento exista una transformación maligna por asociación con agentes
carcinogénicos.
3.
Teoría de "migración de carcinógenos exógenos"
desde el área genital y perineal hacia la cavidad abdominal.
VI.
Clasificación Histogenética de las Neoplasias de Ovario.
1.
Neoplasias derivadas del epitelio celómico:
•
Tumor seroso
•
Tumor mucinoso
•
Tumor endometrioide
•
Tumor mesonefroide (células claras)
•
Tumor de Brenner. Ca. Indiferenciado
•
Carcinosarcoma y tumor mesodérmico mixto
2.
Neoplasias derivadas de las células germinales:
A.
Teratoma
A.1 Teratoma maduro
•
Teratoma sólido adulto
•
Quiste dermoide
•
Estroma del ovario
•
Neoplasias malignas que aparecen secundariamente al teratoma
quístico maduro
A.2 Teratoma inmaduro (teratoma parcialmente diferenciado)
B.
Disgerminoma.
C.
Sarcoma embrionario.
D.
Tumor del seno endodérmico.
E.
Coriocarcinoma.
F.
Gonadoblastoma.
3. Neoplasias derivadas del estroma gonadal especializado.
A.
Tumores de células de la granulosa-teca
A.1 Tumor de la granulosa
A.2 Tecoma
B. Tumores de Sertoli-Leydig
B.1 Arrenoblastoma
B.2 Tumor de Sertoli
C.
Ginandroblastoma
D.
Tumores de células lipídicas
4. Neoplasias derivadas del mesénquima inespecífico.
A.
Fibroma, hemangioma, leiomioma, lipoma
B.
Linfoma
C.
Sarcoma
5. Neoplasias que metastatizan al ovario
A.
Tubo gastrointestinal (Krukenberg)
B.
Mama
C.
Endometrio
D.
Linfoma.
VII: Clínica.
Su diagnóstico
precoz es difícil, esto hace de su sospecha y diagnóstico un reto. Los
síntomas más frecuentes son: dolor abdominal, distensión del abdomen,
flatulencias o dispepsia y presión de la
pelvis. Alrededor del 50% de las pacientes presentan ascitis y masa
pelviano-abdominales en el momento del diagnóstico. A medida que el
tumor crece, las pacientes pueden notar flatulencia abdominal y aumento
del perímetro del abdomen. La enfermedad avanzada se asocia con
anorexia, dolor intenso, pérdida de peso, nauseas. En las primeras
etapas el dolor se debe a distensión de la capa ovárica y en etapa
tardía puede deberse a hemorragia dentro del tumor o necrosis y aún
torsión o rotura de este.
El
signo clínico más frecuente es la distensión abdominal, que dificulta la
evaluación. La ascitis es un fuerte indicio de malignidad aunque una
enorme estructura quística ovárica puede ocupar el abdomen y dar lugar a
ondas de líquidos clínicamente similares a ascitis. Pueden presentarse
también adenopatías en territorios supraclaviculares, inguinales y
axilares. Los genitales externos de las pacientes suelen ser normales;
aunque la exploración con espéculo puede revelar un cuello uterino
desviado por la compresión extrínseca.
Signos clínicos más frecuentes:
•
Inicio: sintomatología inespecífica: trastornos digestivos
leves, dispepsia, aumentan de frecuencia urinaria.
•
Pérdida de peso
•
Dolor abdominal de intensidad variable
•
Trastornos menstruales: amenorrea, menorragias, polimenorreas,
metrorragias, etc.
•
Masa pélvica uni o bilateral
•
Ascitis
III. Diagnóstico.
El
diagnóstico de cáncer de ovario requiere un alto índice de sospecha y la
suma a ésta de una evaluación completa que debe partir de una historia
familiar de la paciente, anamnesis exhaustiva y un examen físico
integral que incluya un examen ginecológico detenido.
1. Historia clínica.
Los datos de antecedentes familiares de cáncer de ovario y su forma de
transmisión son importantes, forma de inicio de la enfermedad y
sintomatología asociada digestiva, urinaria, mamaria. Son de importancia
también los antecedentes gineco-obstétricos y la historia de
anticonceptivos utilizados.
El
examen físico debe determinar existencia de adenopatías en territorios
evaluables clínicamente, presencia de ascitis, masa pélvica anexial por
tacto bimanual recto vaginal. Establecer si se trata de una masa uni o
bilateral. Las características de la masa son importantes puesto que su
característica sólida, bilateral en ocasiones, fija y mayor de 10 cm
está asociada en la mayoría de casos a enfermedad maligna, por el
contrario la presencia de masa quística, móvil y unilateral se asocia
con gran frecuencia a enfermedad benigna.
Deberá considerarse también el hecho que pueden haber otras masas
pélvicas aparentemente anexiales que no necesariamente sean dependientes
de ovario y que entran en el diagnóstico diferencial: diverticulitis,
absceso tuboovárico, carcinoma de ciego o sigmoides, riñón pélvico,
mioma uterino o intraligamentoso.
2.
Laboratorio clínico:
Los análisis de laboratorio habituales no tienen gran interés en el
diagnóstico de los tumores de ovario, su principal valor reside en que
permiten determinar repercusión sistémica de infecciones pélvicas y
evaluar la función renal.
3.
Rx standard de tórax.
Permitirá evaluar la existencia de imágenes metastásicas, derrame
pleural o patología cardiopulmonar asociada, la decisión de realizar
exámenes complementarios como TAC de tórax dependerá de los hallazgos
radiológicos.
4.
Ecografía abdomino-pélvica.
Aporta datos importantes sobre las características de la masa: uni o
bilateralidad, sólida o quística, presencia de papilas intralesionales,
ascitis, implantes peritoneales, adenopatías retroperitoneales, lesiones
metastásicas en hígado, pieloectasia.
Su
papel es discutido en cuanto a la detección del cáncer precoz y los
resultados entre los diversos autores han sido contradictorios. En los
momentos actuales se prefiere la sonografía transvaginal que permite
incrementar la exactitud del descubrimiento de las expansiones
anexiales.
Un
avance más reciente de la técnica ecográfica es la utilización del
Doppler color transvaginal la misma que al permitir una valoración del
flujo vascular puede proporcionar información adicional sobre el
potencial de malignidad de las masas anexiales.
5.
TAC Abdomen y pelvis.
Con y sin contraste tiene una gran utilidad como complemento a la
ecografía al igual que la resonancia magnética nuclear.
6.
Pielograma intravenoso.
Util en la determinación de afecciones pélvicas adyacentes, ectopia
renal, desplazamiento ureteral u obstrucción tumoral.
7.
Proctosigmoideoscopia y Enema de Bario.
Estudios necesarios cuando la paciente tiene sintomatología intestinal
baja asociada.
8.
Citología cérvico vaginal.
Tiene
importancia para valorar la integridad del resto del área ginecológica y
descartar procesos asociados infecciosos o neoplásicos.
9.
Citología de la ascitis.
La paracentesis diagnóstica con la intención de obtener un bloque de
células para estudio es innecesaria y se convierte en un procedimiento
de riesgo en los casos de quiste maligno cerrado que al ocasionar la
ruptura del mismo provoca difusión de células malignas por la cavidad
peritoneal modificando el curso y la historia natural de la enfermedad.
10 . Marcador Tumoral. CA-125:
Es un determinante antigénico que corresponde a un anticuerpo monoclonal
de Ig1 murina generado contra la línea celular de un carcinoma epitelial
de ovario, su rango de normalidad de admite hasta las 35 u/, tiene una
alta sensibilidad que alcanza el 82% de las pacientes con cáncer de
ovario epitelial pero poca especificidad y su utilidad en el diagnóstico
de la enfermedad subclínica aún no ha sido determinada.
Existen algunas condiciones no malignas que pueden elevar las
concentraciones de este marcador tumoral: enfermedad inflamatoria
pélvica aguda, adenomiosis, endometriosis, quistes ováricos funcionales,
síndrome de Meigs, menstruación, miomas uterinos, hepatitis activa,
pancreatitis aguda, cirrosis, colitis, insuficiencia cardíaca
congestiva, diabetes mal controlada, diverticulitis, mesotelioma,
ascitis no maligna, pericarditis, neumonía, poliarteritis nodosa,
enfermedad renal, lupus eritematoso sistémico, entre otras.
X. Historia Natural.
La diseminación del cáncer de ovario es fundamentalmente por
implantación peritoneal, por contiguidad y por vía linfática y
hematógena.
Tempranamente las células exfoliadas del tumor se implantan en las
superficies de la cavidad peritoneal siguiendo el trayecto circulatorio
del líquido peritoneal, siendo el epiplón un área propensa al desarrollo
de focos neoplásicos secundarios. Las micrometástasis iniciales luego se
transformarán en grandes nódulos que coalescerán y formarán un bloque
tumoral voluminoso; junto a la diseminación peritoneal aparece la
ascitis que fundamentalmente es de tipo mecánico por bloqueo de la
absorción linfática y por alteraciones de la permeabilidad del lecho
peritoneal posiblemente mediada por agentes químicos tipo
prostaglandinas y polipéptidos vasoactivos de origen probablemente
tumoral.
Cuando la
enfermedad progresa la diseminación linfática alcanza los ganglios
pélvicos y paraórticos, las células tumorales desprendidas penetran en
los plexos linfáticos del ovario extendiéndose a lo largo de los canales
que discurren junto a los vasos sanguíneos gonadales hacia los ganglios
situados en las proximidades del polo inferior del riñón y de allí en
dirección a la línea media hasta llegar a los grupos ganglionares de la
región paraórtica y regiones contiguas de la vena cava. Se ha reportado
que en los estadios III puede haber compromiso ganglionar pélvico de
hasta sobre un 70% (Burghart y cols); en cuanto al compromiso de los
ganglios paraórticos su porcentaje de compromiso por estadios varía
entre un 18% para el I y alcanza un 67% para el estadio IV.
La
otra forma de diseminación es la hematógena, sin embargo afecta un 2-3%
de los casos, es usualmente vista en estadios avanzados, los órganos
blancos son el hígado y el pulmón.
XI. Estadiaje.
El estadiaje del cáncer de ovario es quirúrgico y se basa en los
hallazgos operatorios al principio de la intervención. El objetivo
fundamental de la laparotomía es el diagnóstico, el estadiaje y al
citoreducción máxima.
Se
recomienda para el abordaje una incisión longitudinal media supra e
infraumbilical con protección de los bordes con gasa humedecida, la
incisión debe ser lo suficientemente amplia puesto que es una enfermedad
de diseminación principalmente serosa y deben examinarse todas las
superficies peritoneales, de encontrarse ascitis es mandatorio evacuar
la misma y enviar una muestra para estudio citológico, de no haberla se
realiza una lavado peritoneal con solución salina y se recolectan cuatro
muestras: una de la cara inferior del diafragma, una de pelvis y una de
cada espacio parietocólico. Junto con la visualización de la superficie
serosa deben ser igualmente palpadas las estructuras como cara inferior
del diafragma, superficie del hígado, bazo, intestinos, ambas hojas del
mesenterio y los órganos del retroperitoneo. La exploración del epiplon
debe ser exhaustiva y detenida eliminando sea por extirpación o biopsia
cualquier lesión sospechosa o adherida.
Se
procede entonces a examinar las características de la masa, tamaño,
adherencia e invasión a otras estructuras. Cuando se ha encontrado una
enfermedad limitada a la pelvis se deberá tener mucho cuidado en no
romper la cápsula de la neoplasia lo que ocasionaría su diseminación. En
casos de masa unilateral es recomendable realizar anexectomía y biopsia
por congelación, cuando la paciente es joven, nulípara y se trata de una
lesión encapsulada con tipo histológico favorable y bien diferenciada se
preservará el aparato genital realizándose además omentectomía
infracólica, biopsias peritoneales, diafragmáticas y de ganglios
linfáticos pélvicos, si la paciente es multípara se realizará una
cirugía radical (histerectomía total abdominal más salpingooforectomía
bilateral).
Toda lesión endurecida, adherida o sospechosa debe ser escindida y no
incindida y enviadas para estudio y descartar enfermedad microscópica.
Aunque no se practique en forma rutinaria se puede realizar disección de
los ganglios retroperitoneales en casos seleccionados.
Clasificación por Estadios según la Figo para el Carcinoma de Ovario
(1987).
Estadio I:
Crecimiento limitado a los ovarios.
Ia:
crecimiento limitado a un ovario; no hay ascitis que contenga células
malignas; no hay tumor en las superficies externas; cápsula intacta.
Ib:
crecimiento limitado a ambos ovarios; no hay ascitis que contenga
células malignas; no hay tumor en las superficies externas; cápsula
intacta.
Ic:
tumor en estadio Ia o en estadio Ib, pero con tumor en la superficie de
uno o ambos ovarios; o con la cápsula rota; o con ascitis que contenga
células malignas; o con lavados peritoneales positivos.
Estadio II:
El
crecimiento afecta a uno o varios ovarios con extensión pélvica.
IIa: extensión y/o metástasis y/o trompas
IIb: extensión a otros tejidos pélvicos.
IIc: el tumor en estadio IIa o estadio IIb, pero con tumor en la
superficie de uno o ambos ovarios; o con cápsula o cápsulas rotas; o con
ascitis que contenga células malignas; o con lavados peritoneales
positivos.
Estadio III:
El
tumor afecta a uno o ambos ovarios con implantes peritoneales fuera de
la pelvis y/o ganglios retroperitoneales o inguinales positivos; las
metástasis hepáticas superficiales equivalen al estadio III; tumor
limitado a la pelvis verdadera; pero con extensión maligna al intestino
delgado o epiplon, comprobada histológicamente.
IIIa: tumor macroscópicamente limitado a la pelvis verdadera con
ganglios negativos, pero siembra microscópica de las superficies
peritoneales abdominales, histológicamente confirmada.
IIIb: tumor en uno o ambos ovarios; implantes en las superficies
peritoneales abdominales histológicamente comprobados, ninguno de los
cuales supera los 2 cm de diámetro; ganglios negativos.
IIIc: implantes abdominales de 2 cm de diámetro y/o ganglios
retroperitoneales o inguinales positivos.
Estadio IV:
Crecimiento que afecta a uno o ambos ovarios con metástasis a distancia;
si hay derrame pleural, los resultados de las pruebas citológicas tienen
que ser positivos para incluir un caso en el estadio IV; las metástasis
en el parénquima hepático equivalen al estadio IV.
XII. Factores Pronóstico.
El pronóstico del cáncer de ovario se basa fundamentalmente en:
1.
Estadio de la enfermedad y volumen tumoral antes de la laparotomía
2.
Grado de diferenciación
3.
Histología: peor pronóstico tienen los mucinosos y de células claras
4.
Residuos tumorales menores de 2 cm luego de la cirugía citoreductora
5.
Condiciones de la paciente: edad, status funcional, enfermedades
asociadas.
XIII: Tratamiento del Cáncer de Ovario Epitelial.
La exploración quirúrgica ocupa un lugar esencial tanto en el
diagnóstico, estadiaje y en el tratamiento, convirtiéndose según se
realice un adecuado gesto quirúrgico inclusive en un verdadero factor
pronóstico; la cirugía se impone sobre cualquier otro tipo de
tratamiento adyuvante sea este quimoterapia o radioterapia.
ESTADIO I a-b-c:
El mejor tratamiento y el adecuado para las lesiones en estadio I es la
histerectomía abdominal total con salpingooforectomía bilateral, según
las instituciones se puede acompañar de omentectomía procedimiento
recomendado por que esta estructura puede ser albergue de implantes
microscópicos y sobre todo cuando se prevé un tratamiento
intraperitoneal con radioisótopos puesto que el epiplon es un órgano de
intensa captación del radiofármaco.
Hay
evidencia de un 10-20% de posibilidades de compromiso ganglionar en el
estadio I sin embargo la utilidad de la linfadenectomía diagnóstica o
terapéutica es discutida.
El
tratamiento coadyuvante más adecuado para las enfermas con lesiones con
estadio I en las que se ha practicado una histerectomía total con
salpingooforectomía bilateral es una cuestión aún no definida, la
mayoría de autores no recomiendan la quimioterapia para las pacientes
con estadio I grado 1 de diferenciación, aunque en las lesiones de bajo
grado el médico debe considerar los posibles riesgos y beneficios de la
quimioterapia y prefieren utilizar la quimioterapia posterior a la
cirugía a partir de los estadios Ib y Ic con histología grado 2 o
indiferenciada. Actualmente el tratamiento adyuvante suele ser un
análogo del platino solo o en combinación con un agente alquilante y/o
taxol.
En el caso de mujeres jóvenes con expectativa por mantener su fertilidad
y portadoras de una enfermedad estadio Ia e histología bien diferenciada
pueden ser sometidas a salpingooforectomía unilateral y biopsia del
ovario contralateral con un riesgo de recurrencia mínimamente aumentado,
la condición es que durante la intervención se haya realizado una
cuidadosa intervención diagnóstica y terapéutica.
ESTADIO II a-b-c:
La mayoría de centros coinciden en que el tratamiento de elección de
inicio es la histerectomía abdominal total con doble salpingooforectomía
y omentectomía, sin embargo aún no existe consenso sobre el tratamiento
adyuvante postoperatorio así se proponen instilación intraperitoneal de
fósforo 32, otros centros prefieren la utilización de irradiación
abdominal o pélvica, otras instituciones la combinación de quimioterapia
y radioterapia y otros centros exclusivamente la utilización de
quimioterapia.
Una situación que
no admite discusión es que las pacientes con estadio II la totalidad de
su abdomen
debe considerarse en riesgo y el plan terapéutico adyuvante debe incluir
por ello la totalidad del abdomen y de las superficies peritoneales; la
decisión del plan terapéutico postoperatorio se basará también en la
efectividad citoreductora de la cirugía y la cantidad de enfermedad
residual, resumiendo podemos decir que se recomienda:
a. Con enfermedad residual posquirúrgica mínima (lesiones menores a 2
cm): quimioterapia sistémica a base de paclitaxel
(taxol)-platino TP o carboplatino; otro protocolo con
ciclofosfamida-cisplatino CP y otro con ciclofosfamida-carboplatino.
Cualquiera de los protocolos en combinación con radioterapia abdominal
total incluida pelvis. Se ha dejado de lado la instilación
intraperitoneal de P32 por los riesgos de complicaciones intestinales
que conlleva su administración.
b.
Con enfermedad residual macroscópica mayor a 2 cm:
es recomendable el manejo quimioterápico y fundamentalmente se utilizan
protocolos con: paclitaxel con cisplatino o carboplatino,
ciclofosfamida+ cisplatino, ciclofosfamida+ carboplatino.
Es importante el tamaño de volumen residual que Griffiths y cols en 102
pacientes demostraron una sobrevida global de 28 meses en pacientes con
lesiones menores de 2 cm y una sobrevida de 11 meses de enfermas con
lesiones mayores a 2 cm, datos similares reportó Wharton y cols quienes
en 104 pacientes encontraron una sobrevida de 27 meses de pacientes con
lesiones de menos de 2 cm versus una sobrevida de 15 meses de aquellas
que tenían lesión macroscópicas mayores de 2 cm.
ESTADIO III:
La cirugía mantiene su importancia en este estadio, debe así realizarse
todos los esfuerzos para efectuar una operación lo más citoreductora
posible dentro del margen de seguridad necesario, así se ha demostrado
que en estadio III la sobrevida promedio luego de una óptima cirugía es
de 39 meses mientras que luego de una cirugía que dejó grandes volúmenes
residuales la sobrevida disminuye en forma global a 17 meses.
La
irradiación adyuvante postoperatoria es recomendada al igual que en el
estadio II cuando el tumor residual no supera los 2 cm de tamaño con el
objeto de mejorar su efectividad, deberá considerarse la morbilidad a
largo plazo inducida por las radiaciones, cuando las lesiones superan
este volumen se debe iniciar quimioterapia, actualmente se prefieren
esquemas de protocolos de varios fármacos puesto que los resultados
preliminares son halagadoras sobre la monoterapia, aunque así mismo se
ha visto que se incrementa la morbilidad.
Una
segunda laparotomía después de finalizada la quimioterapia para aquellas
pacientes en etapa III con estudios radiológicos negativos, sin
evidencia clínica de enfermedad y con marcador tumoral negativo puede
ser considerada siendo sus posibles beneficios determinar prematuramente
la existencia de enfermedad persistente y evaluar la respuesta al
tratamiento.
ESTADIO IV:
Constituye un axioma del cirujano oncólogo o del ginecólogo oncólogo
cuando se encuentra una enfermedad diseminada del cáncer epitelial de
ovario realizar una extirpación de la mayor cantidad de tumor posible
posterior a ello se considera la administración de quimioterapia.
XIV: Papel de la Cirugía.
El principio quirúrgico ante cualquier intervención por probable Ca de
ovario es extirpar la mayor cantidad posible de tumor, desde años atrás
este era un fundamento pues tenía como base la paliación que se
conseguía con este procedimiento pero en la actualidad su verdadera base
está en la detumoración que luego permite una mejor acción y máxima
eficacia del tratamiento adyuvante posterior que se traduce en aumento
de sobrevida. Munnell en su publicación cita una supervivencia a 5 años
del 28% en pacientes sometidas a técnica quirúrgica máxima en
comparación con aquellas sometidas a resección parcial (9%) y con las
que fueron sometidas únicamente a biopsia (3%), todas en estadio III de
la enfermedad. Datos similares han sido reportados por Aure y cols
cuando durante la cirugía realizaba reducción de la carga tumoral
macroscópica.
Se
ha determinado que la cirugía por sí misma no contribuye a la
supervivencia si es que no se reseca toda lesión macroscópica > 1.6 cm;
esto es importante por el hecho que siendo el Ca de ovario epitelial una
lesión quimiosensible, la quimioterapia aumentará su eficacia luego de
una citoreducción adecuada.
La
extirpación de grandes masa ováricas y de la parte afecta de epiplón
reduce la carga tumoral en un 80-90% aproximadamente, sin embargo la
técnica quirúrgica debe ser depurada y tendiente a traumatizar lo menos
posible el resto de estructuras puesto una morbilidad inducida por la
cirugía retrasa el tratamiento coadyuvante posterior lo que traerá un
efecto negativo en la supervivencia a largo plazo.
Un
punto controversial es la definición del momento ideal para la cirugía
citoreductora así se la podría realizar previo al inicio de la
quimioterapia, luego de 1-3 ciclos para luego reiniciarla o esperar por
la cirugía hasta después de finalizada la quimioterapia.
Si
bien hay también autores que son contrarios a la cirugía citoreductora,
la mayoría coinciden en sus beneficios que se reflejan en un incremento
de la supervivencia libre de progresión así como en la supervivencia
global.
XV: Papel de la Radioterapia.
El análisis de las recurrencias postirradiación de la enfermedad con
estadio I y II demostró que la mayoría de éstas ocurren fuera de la
pelvis, puesto que la difusión de las células malignas es a través de
toda la cavidad abdominal, de allí que las pacientes con carcinoma
epitelial de ovario seleccionadas para irradiación postoperatoria deben
ser tratadas sobre todo el abdomen y radioterapia adicional sobre la
pelvis. En la irradiación abdominal se inicia con pórticos amplios que
abarquen la totalidad de abdomen alcanzando una dosis de 25-30Gy durante
4-5 semanas con fraccionamiento de 1.7 a 1.8 GY/día con protección de
riñón, lóbulo derecho del hígado a dosis adecuada según tolerancia
específica.
Los
órganos a tomar en cuenta por la toxicidad inducida por la radioterapia
son el intestino delgado, riñones, médula ósea y peritoneo, estas
estructuras constituyen un factor limitante para la administración de
radiaciones, se han podido establecer una relación entre el tamaño
tumoral de las lesiones del carcinoma epitelial de ovario y las dosis
tumoricidas, así para enfermedad microscópica la dosis recomendada es de
25-30Gy, para tamaño entre 0.5 y 2 cm la dosis ideal es de 45-50 Gy;
pero cuando el volumen tumoral es mayor a 2 cm la dosis tumoricida es de
50-60Gy, como es de considerar el tratamiento de radioterapia será
eficaz cuando la enfermedad residual sea mínima por la dosis que se
espera llegar y por la limitación de órganos de riesgo.
El
papel de la radioterapia continúa siendo controversial a pesar de
múltiples ensayos que manifiestan su beneficio, la irradiación
abdómino-pélvica ha demostrado tener un efecto curativo pero está en
relación directa al volumen tumoral macroscópico residual de ahí que un
programa radioterápico debería llevarse en pacientes adecuadamente
seleccionados, resultados halagadores se han obtenido con quimioterapia
asociada en tratamientos de rescate con drogas como cisplatino con
respuestas relativamente buenas pero sin datos que avalen un incremento
de la sobrevida.
XVI: Papel de la Quimioterapia.
Monoquimioterapia
Los agentes más estudiados son los alquilantes (ciclofosfamida,
clorambucilo, nitrosureas) con los cuales se han tenido índices de
respuesta relativamente altos; sin embargo actualmente son fármacos no
alquilantes (hexametilmelamina, doxorrubicina, methotrexate, cisplatino
y 5-fluoracilo) los que se están ensayando especialmente como terapia de
segunda línea o de rescate.
Griffith y cols reportan en estadios III/IV con ciclofosfamida
porcentajes de respuesta entre 43-61% siendo los porcentajes mayores
correspondientes a dosis intensiva, porcentajes similares con
clorambucilo.
Entre los agentes
no alquilantes se ha demostrado que la doxorrubicina no es eficaz como
terapia de segunda línea cuando previamente se ha empleado alquilantes;
de los agentes antimetabolitos, el methotrexate tiene una baja eficacia
con índices de respuesta de un 29%
que
lo convierte en una alternativa como monoterapia de segunda línea y deja
campo para pensar en mejorar la respuesta como parte de un tratamiento
combinado.
El
platinol ha conseguido índices de respuesta como monoterapia de un 26% y
actualmente es el fármaco de mayor estudio dentro de la quimioterapia
combinada.
El
taxol tiene una gran actividad en el cáncer de ovario, inicialmente se
ha conseguido respuestas de 25-35% como agente único y al momento se lo
incluye como protocolo de tratamiento de primera línea en combinación
con otros agentes.
La
navelbina (tartrato de vinorelbina) es otro agente en estudio que ha
demostrado gran actividad en el cáncer de ovario como terapia de
rescate, con tasas de respuesta de un 30% en aquellos pacientes
resistentes al platino.
Poliquimioterapia.
Su estudio se ha estimulado por la respuesta baja en algunos pacientes,
resistencia y aún recurrencia. Varios son los esquemas ensayados como
cisplatino+doxorrubicina, cisplatino+doxorrubicna +ciclofosfamida (PAC).
En
la actualidad el Grupo de Ginecología Oncológica (GOG) lleva un estudio
aleatorio que combina cisplatino y ciclofosfamida o taxol; el grupo más
prometedor fue el brazo del taxol de 388 pacientes el grupo de taxol
tuvo una tasa de respuesta global de 77% versus 64% del grupo de
ciclofosfamida, así mismo una mayor tasa de respuesta clínica completa
(54% vs. 33%), otro hallazgo importante en el grupo de cisplatino y
taxol fue una sobrevida libre de enfermedad residual macroscópica mayor
(41%) en relación al brazo cisplatino+ ciclofosfamida (25%). El riesgo
de progresión fue un 32% menor entre las pacientes tratadas con taxol en
comparación con las pacientes tratadas con el régimen con
ciclofosfamida, al momento está en estudio la tasa de supervivencia a
largo plazo y la utilidad del taxol en enfermedad de volumen grande
(neoadyuvante)
XVII: Seguimiento.
Obligatoriamente
debe realizarse un control óptimo de las pacientes sobre todo contando
con el antecedente que se trata de una patología de curso indolente,
rápido e insidioso, si bien la estrategia ideal aún no está definida,
cada paciente tiene que ser individualizada en su seguimiento.
La
recomendación es realizar una evaluación clínica, luego de una segunda
laparotomía de revisión, cada tres meses durante los primeros dos años,
dichos controles incluyen examen físico y ginecológico, CA-125 y
estudios de imagen, sin olvidarnos que muchos implantes aún de varios
centímetros de tamaño pueden escapar a un buen examen físico y aún a un
estudio radiológico, a partir del segundo año se pueden espaciar los
controles según el caso a cada 4-6 meses.
En
el carcinoma epitelial de ovario los mayores o menores niveles de CA 125
se han relacionado con la progresión o regresión de la enfermedad en más
del 90% de las enfermas; los niveles constantemente elevados del CA 125
se asocia con persistencia de la enfermedad y la recurrencia es
anunciada por elevaciones hasta en un 85% de las pacientes que tuvieron
previamente niveles del marcador elevados.
Según Knapp la elevación del CA 125 preceden en 1-14 meses a la
recurrencia de la enfermedad. Prácticamente todas las enfermas con
niveles de CA 125 elevado antes de una segunda laparotomía tienen cáncer
residual o padecerán la enfermedad en los siguientes 4-6 meses; aunque
es de anotar que los niveles no representan al volumen de enfermedad
residual y también que hasta en 1/3 parte de las pacientes la enfermedad
residual puede ir acompañada de niveles normales aún con lesiones de
hasta 2 cm de tamaño.
Actualmente la elevación del CA 125 en un 50% por encima de la
normalidad por dos ocasiones es considerada como indicativa de
probabilidad de recurrencia sobre todo si sobrepasa las 100 unidades;
sin embargo los niveles altos no son justificación para iniciar
terapéutica de rescate sin haber documentado histológicamente recidiva
de la enfermedad.
XVIII: Second Look
La cirugía de reevaluación, intervención de revisión o segunda mirada es
referida desde la década de los 40 y se la realizaba cada 6 meses con la
intención de diagnosticar recurrencias precoces y ofrecer posibilidad de
curación.
Son
tres básicamente sus indicaciones principales:
1.
volver a determinar el estadio en un apaciente con posible enfermedad
localizada que no fue sometida de inicio a un procedimiento de estadiaje
óptimo
2.
valorar el efecto de la quimioterapia para evaluar la extensión de la
regresión o de la progresión en el caso de enfermas con enfermedad
voluminosa meses después que inició la quimioterapia
3.
evaluar a las pacientes que están clínicamente libresde enfermedad
después de recibir una quimioterapia suficiente y son valoradas por su
posible curación y para la interrupción del tratamiento con
quimioterápicos.
En
esencia se trata de repetir una óptima intervención de estadiaje,
teniendo sobre todo cuidado en aquellas pacientes que aparentemente
están libres de enfermedad y la cirugía es tendiente para descartar
enfermedad residual mínima, por lo cual la exploración debe ser completa
y con toma difusa de biopsias.
Cuando se encuentra afección residual focal se reseca quirúrgicamente el
área afectada y deben colocarse clips metálicos en previsión de una
posible radioterapia regional.
En
los estadios I y II existen una buen correlación entre una segunda
intervención negativa y el control de la enfermedad, sin embargo en los
estadios III y IV hasta en un 50% de las pacientes con segunda mirada
negativa pueden recaer esto sobre todo por que se trata de una
enfermedad difusa y por que a pesar de una visualización cuidadosa y de
las múltiples biopsias es difícil determinar residuos microscópicos.
En
resumen la cirugía de reevaluación proporciona una importante
información sobre la respuesta al tratamiento y permite elegir
tempranamente una terapia de rescate, por ello sigue teniendo valor
aunque no se haya demostrado un impacto positivo en la supervivencia
La
laparoscopia para reestadificación tiene opiniones a favor y en contra
así sus limitaciones están en cuanto no se puede explorar el
retroperitoneo, la visibilidad puede estar limitada sobre todo por
adherencias a nivel pelviano, existe imposibilidad para una evaluación
completa de todas las estructuras sobre todo por el carácter
infiltrativo difuso de la enfermedad y al encontrarse enfermedad
residual el resultado es confiable pero una exploración negativa no
siempre es confiable. Por otra parte se pueden encontrar ciertas
ventajas como una recuperación del paciente el mismo día, se puede
realizar bajo anestesia local, permite efectuar una citología
endoperitoneal de manera sencilla y ayuda en la decisión de la utilidad
o no de una segunda cirugía citoreductora.
XIX: Cáncer de Ovario Epitelial Recurrente.
El
enfoque de una enfermedad recidivante es complejo por el curso
usualmente agresivo de la enfermedad, si bien se trata de un tumor
sólido altamente quimiosensible en el cual la quimioterapia de primera
línea tiene un índice de respuestas de hasta un 70-80%, la mayoría de
estas pacientes cuando recidivan mueren con enfermedad quimioresistente
y apenas una cuarta parte de las pacientes que recidivaron sobreviven a
los 5 años.
Los
ensayos de mono o poliquimioterápicos en segunda línea ha sido
decepcionante y la tendencia es de utilizar múltiples fármacos,
usualmente aquellos no empleados en la terapia de inicio, una excepción
constituye el platino, droga con la cual si se consigue durante una
primera línea de quimioterapia una respuesta y un intervalo libre de
enfermedad de 6 meses y puede seguir siendo considera como útil y
emplearse en esquemas asociados en la segunda línea de tratamiento; así
autores como Setlzer y cols y Markman y cols han descrito respuestas
entre un 72 y 77% en terapia de segunda línea con platino en pacientes
buenas respondedoras al platinol en la primera línea.
En
pacientes refractarias al platino una buena alternativa es la
utilización del paclitaxel en dosis estándar con índices de respuesta de
un 22-23%, sin embargo las respuestas han sido de corta duración; al
momento se realizan en el mundo entero estudios incrementando la dosis
del paclitaxel e incluso combinando con otras drogas como el mismo
platino.
Hasta el momento no
se ha podido demostrar un beneficio mayor en aquellas pacientes que
luego de ser diagnosticadas de una recidiva recibieron tratamiento con
quimioterapia y radioterapia abdominal, refiriendo apenas un 30% de
respuesta con remisión de poca duración y de éstas un 90% recurrirán a
corto plazo.
XX.
Manejo del Disgerminoma.
Es el tumor de células germinales maligno más común, corresponde
aproximadamente al 3% de las neoplasias malignas ováricas, a diferencia
del carcinoma epitelial, el 80% ocurre en pacientes jóvenes, usualmente
menores de 30 años con su incidencia mayor en la segunda y tercera
décadas. La sintomatología es similar a la del carcinoma epitelial,
teniendo un aparecimiento de los síntomas en un tiempo de 2-3 meses.
La
diseminación linfática hacia pulmones, cerebro e hígado es rara y
siempre es precedida por metástasis linfática a ganglios periaórticos y
del hilio renal izquierdo, la invasión local y la extensión
extracapsular es rara pero cuando existe ocasiona una diseminación
intrabdominal.
El
diagnóstico del disgerminoma puro además de los estudios de estadiaje
similares para el carcinoma epitelial comprende marcadores como AFP y
HCG, cuando es puro la AFP es normal y puede haber un discreto
incremento de la HCG.
El
estadiaje quirúrgico es necesario pero la extensión de la cirugía varía;
así para el estadio IA se requiere salpingooforectomía unilateral e
inspección de la cavidad peritoneal completa, una biopsia debe
desarrollarse de las áreas sospechosas y de los ganglios
retroperitoneales, la incidencia aproximada de metástasis ganglionares
es de aproximadamente 20%.
Una
cirugía extensa como histerectomía total abdominal y salpingooforectomía
bilateral debe desarrollarse para estadíos IB en adelante.
Los
disgerminomas se caracterizan por su radiosensibilidad y
tradicionalmente reciben radioterapia adyuvante con resultados
excelentes, prescribiéndose la misma sobre los ganglios periaórticos y
hemipélvicos en el caso del estadio IA, siendo las dosis usuales
moderadas: 25-30Gy.
En
la serie de DePalo se reporta una sobrevida global de 100 y una
sobrevida libre de enfermedad a 5 años de 90% para pacientes portadores
de enfermedad estadio I.
Más de dos tercios de las recaídas se localizan en el ovario
contralateral, retroperitoneo, pelvis o cavidad abdominal, pudiendo
presentarse metástasis hematógena en un 20% de los pacientes, las
recurrencias en mediastino y fosas supraclaviculares son raras.
Aproximadamente un 75% de las recidivas ocurren el primer año y un 80%
dentro de los primeros dos años, así el monitoreo con marcadores
tumorales cada dos meses y estudios de imagen cada 3-6 meses en los
primeros dos años es necesario.
Las
recurrencias se tratan con quimioterapia o puede ser de elección una
radioterapia regional de acuerdo a la localización, la terapia de
rescate frecuentemente es exitosa puesto que mantiene su quimio y
radiosensibilidad.
La
quimioterapia tiene un papel importante en el tratamiento adyuvante en
los disgerminomas con enfermedad avanzada o incompletamente resecados.
Los protocolos se basan en el cisplatino y el Grupo de Ginecología
Oncológica (GOG) lleva a cabo un estudio con dos brazos: cisplatino,
+vinblastina y bleomicina (PVB) y otro brazo con bleomicina+ etopósido y
cisplatino, en ambos brazos se han conseguido sobrevida promedio de 26
meses y de estos el 70% sometidos a segunda laparotomía estuvieron
libres de enfermedad.
Estos estudios sugieren que los disgerminomas recurrentes o avanzados
deben recibir platino en su esquema de quimioterapia.
XXI: Sobrevida.
La variable más importante que influye en el pronóstico de todos los
cánceres de ovario es el estadio o extensión de la enfermedad y por ende
en su supervivencia.
Según el informe de la FIGO en 1994 las cifras de supervivencia a 5 años
para el carcinoma epitelial de ovario son:
Estadio Ia: 84%
Ib:
79%
Ic:
73%
IIa: 65%
IIb: 61%
IIc: 54%
IIIa: 52%
IIIb 29%
IIIc: 18%
IV:
14%
En
forma global la sobrevida a 5 años es de alrededor de 31%, como es de
notar la supervivencia es mejor en todos los estadios en que las
pacientes son portadoras de lesiones bien diferenciadas, en quienes se
ha extirpado todo o gran parte del tumor en la intervención y en las que
recibieron irradiación o quimioterapia postoperatoria.
XXII: Bibliografía:
1. Oncología Ginecológica Clínica Disaia Ph.; Creasman W. Harcourt
Brace, 5a Ed. 1999.
2. Sánchez J.; Plaza J.; Marengo C.: Tratamiento quirúrgico del cáncer
de ovario epitelial. Rev. Univ. Guayaquil, 75. 1989: 17-36.
3. Oleas R; Sánchez J; Plaza J; Marengo C: Cáncer de ovario:
epidemiología, biología y correlación clínico-patológica. Oncología:
2,1: 52-57. 1994.
4. Classification of malignant tumours. TNM. Sobin
L.H.; Wittekind Ch. 7a Ed. Wiley-Liss. 1997
5. Principleas and practice of Radiation Oncology. Pérez C.; Brady L.
Lippincott-Raven. 3a. Ed. 1998
6. Radiation Oncology Management DecisionsChao K.; Pérez C.; Brady L.
Lippincott-Raven. 1999.
7. Cancer Medicine. Holland J.; Frei E.; Bart R.. 4a. Ed. Williams &
Wilkins. 1997.
8. Cancer. Principles and Practice of Oncology. De Vita V.; Hellman S.;
Rosemberg S. 5ª Ed. Lippincott - Raven. 1997.
9. Ginecología Quirúrgica. Thompson J.; Rock J. 7a Ed. Panamericana.
1992.
10. Cirugía Oncológica. Veronesi U. Panamericana. 1991.
11. Principles and Practice of Radiation Therapy. Practical
Applications. Washington Ch.; Leaver D. Mosby. 1997.
Las dificultades de la exploración clínica, la falta de factores
predisponentes y factores específicos dificultan el diagnóstico precoz y
el establecimiento de un grupo de riesgo para vigilancia.
El cáncer de ovario permanece hasta la actualidad como un reto en su
diagnóstico, terapéutica y seguimiento, requiriendo cada vez más un
manejo complejo, intensivo y multidisciplinario.
II. Recuento Anatómico.
El ovario es un órgano par, de color grisáceo aperlado, durante los años
reproductivos pesa aproximadamente 3-6 g y mide aproximadamente 1.5 x
2.5 x 4 cm, conforme la mujer avanza en edad éstos se hacen de menor
tamaño y de consistencia más firme.
Su movilidad anatómica está determinada por la presencia de 3
ligamentos: 1) mesoovario que corresponde al borde posterior del
ligamento ancho del útero y que contiene los arcos anastomóticos de la
arteria uterina y ovárica, además un plexo venoso y una porción del
ligamento ovárico. 2) el ligamento ovárico que es una delgada banda
fibrosa que se extiende desde el polo inferior del ovario hasta el
útero; y, 3) ligamento infundíbulo pélvico o ligamento suspensorio del
ovario que forma el borde superior y lateral del ligamento ancho, éste
está en relación con la arteria ovárica, venas ováricas y nervios
acompañantes.
Histológicamente posee dos porciones corteza (capa externa) y médula
(capa interna), la superficie está cubierta por una capa simple de
epitelio cúbico conocido como epitelio germinal que es similar al
mesotelio celómico.
El aporte sanguíneo arterial lo recibe directamente desde la aorta a
través de arterias que nacen inmediatamente por debajo de las arterias
renales. Las venas ováricas drenan en lado izquierdo hacia la vena renal
izquierda y en el lado derecho drena directamente hacia la vena cava.
El drenaje linfático es primariamente hacia los ganglios periaórticos a
nivel de las venas renales, el flujo retrógrado puede ocurrir cuando los
linfáticos ilíacos externos e inguinales están comprometidos. Las fibras
nerviosas autonómicas y sensoriales acompañan a la vasculatura y
conectan al ovario con los plexos aórticos e hipogástricos.
III. Epidemiología.
Su mayor incidencia se la encuentra en países desarrollados, llegando en
los Estados Unidos a constituirse en la sexta causa de muerte,
diagnosticándose alrededor de unos 26.500 nuevos casos en el año 1996 y
ocasionó unas 14.500 muertes en 1995, otros países con incidencia alta
de cáncer de ovario son Canadá, Israel y países del Norte de Europa; la
sobrevida global es inferior al 50% en 5 años.
A nivel mundial en forma global constituye el 4% de todos los cánceres y
representa el 5% de todas las muertes ocasionadas por cáncer.
a. Edad: las neoplasias de ovario se presentan en todas las edades,
incluidas la infancia y la niñez, aproximadamente el 70% son
diagnosticadas entre los 40 y 70 años de edad con un pico máximo entre
los 50 y 60 años.
b. Histología: La incidencia de los tumores de acuerdo a su estirpe
histológica varía de acuerdo a la edad.
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