Tumores
de Páncreas
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Dr. Carlos Marengo B.
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Dr. Guido Panchana E.
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Dr. Germán Reyes.
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1.- Descripción Anatómica y Funcional
El páncreas es un órgano
alargado, de aspecto lobular localizado en la concavidad del duodeno y que se extiende
hasta el hilio esplénico. Pesa entre 65 y 160 gramos, y presenta una longitud aproximada
de 20-25 cm. El páncreas puede dividirse en cuatro partes: la cabeza, el itsmo o cuello,
la parte central o cuerpo y la extremidad izquierda, cerca del hilio esplénico o cola
(figura 1).
Desde el punto de vista
histológico y fisiológico, el páncreas es una glándula que presenta dos componentes
claramente diferenciados. El páncreas exocrino, es el responsable de la producción y
secreción de jugo pancreático, rico en enzimas necesarias para la digestión de los
alimentos en el intestino. Está constituido por células acinares, centroacinares y
ductales, y representa la casi totalidad de la masa glandular. El páncreas endocrino
está constituido por los islotes de Langerhans, estructuras formadas por diversos tipos
celulares que representan menos del 1% de la masa del páncreas y que son los
responsables, entre otras funciones, del control de la glicemia.
2.- Adenocarcinoma de Páncreas Exocrino
3.- Epidemiología
De entre los tumores
gastrointestinales, el cáncer de páncreas (CP) es el que presenta actualmente la peor
tasa de supervivencia a los 5 años. El CP es la segunda neoplasia más frecuente del tubo
digestivo y la cuarta causa de muerte por neoplasia en Estados Unidos, tanto en el hombre
como en la mujer (1). En nuestro país, la tasa de incidencia anual es de 4 por cada
100.000 habitantes (2). No existe tratamiento curativo y la resección quirúrgica no es
posible en la mayoría de pacientes debido a la extensión - local o a distancia - del
tumor. Por otra parte, la radioterapia y la quimioterapia se han mostrado muy poco
efectivas. Menos del 20% de los pacientes afectos sobreviven al primer año después del
diagnóstico y sólo el 3% están vivos a los 5 años (3)
4.- Factores de riesgo
Actualmente se reconocen numerosos
factores que podrían contribuir al desarrollo de CP. Los factores contribuyentes
postulados incluyen edad (es raro antes de los 40), sexo (es más frecuente en varones),
exposición ocupacional a carcinógenos, dieta rica en grasas, consumo de carne,
pancreatitis hereditaria, raza (es más común en negros) e inmigración desde países con
un riesgo elevado (3,4,5). El incremento de la incidencia en Japón se ha relacionado con
la adquisición de hábitos alimenticios occidentales. El factor de riesgo más
consistente parece ser el tabaquismo (4). El consumo de café podría estar implicado en
el desarrollo de CP, aunque esta controvertida su influencia (6). Antes considerado como
factor de riesgo, la pancreatitis parece ser debida a y no causa de CP (4). Otros factores
como litiasis vesicular, consumo de alcohol, cirugía ulcerosa previa, anemia perniciosa,
e irradiación abdominal han sido implicados (4,7,8,9,10). La asociación de una dieta
rica en grasas, rica en proteínas y una cirugía gástrica previa en el desarrollo de CP,
puede estar relacionada con los niveles altos circulantes de
colecistoquinina (CCK), un estimulador potente del crecimiento del páncreas, que
ha sido implicado como un potenciador de sustancias carcinógenas en modelos animales
(11). El consumo de proteínas de origen vegetal como lentejas, guisantes, judías y
frutos secos puede reducir el riesgo de desarrollo de CP (9). Las dietas ricas en frutas
proporcionan un ingreso alto de licopeno (un carotenoide con propiedades antioxidantes),
compuesto del que se ha especulado que tiene efectos protectores contra el CP. El selenio
es otro antioxidante que ha sido relacionado en la protección contra CP (12). No hay
datos epidemiológicos suficientes para considerar al alcohol como un carcinógeno
pancreático (3,8).
La posible relación entre diabetes y
riesgo de CP ha sido ampliamente discutida en la literatura. Resultados de estudios
recientes indican que existen "factores diabetógenos" específicos de
determinados tumores pancreáticos que directa o indirectamente influencian, por una parte
en los tejidos periféricos (creando una mayor resistencia a la insulina) y, por otra,
alterando o modificando la secreción pancreática endocrina (13,14).
5.- Patogénesis
Alrededor del 95% de los cánceres
de páncreas se originan en el páncreas exocrino y se clasifican histológicamente como
adenocarcinomas de origen ductal. Aproximadamente 3/4 de los carcinomas ductales de
páncreas crecen en la parte proximal. Estos tumores usualmente se diagnostican en un
estadío más temprano debido al desarrollo de ictericia obstructiva. Los tumores del
cuerpo o cola pancreáticos son a menudo diagnosticados en un estadío más tardío debido
a la falta de síntomas(15). Las neoplasias quísticas del páncreas (figuras 2 y 3)
también crecen a partir del páncreas exocrino y se clasifican como benignas (cistadenoma
seroso), potencialmente malignas (cistadenoma mucinoso) o malignas (cistadenocarcinoma).
Estas neoplasias quísticas son mucho menos frecuentes que los carcinomas ductales,
tienden a ocurrir en mujeres y se pueden encontrar en toda la glándula (16,17).
El CP metastatiza de forma agresiva y en la
gran mayoría de los casos presenta diseminación en el momento del diagnóstico.
Aproximadamente el 90% de los tumores tienen invasión perineural, un 70-80% diseminación
linfática, un 50% invasión venosa, y un 20-25% afectación duodenal. El hígado, el
peritoneo y los ganglios linfáticos regionales son las estructuras más comúnmente
afectadas (17). Entre un 20-40% de CP tienen carcinomas sincrónicos in situ e
hiperplasia ductal. Hiperplasia ductal, cambios nodulares y alteraciones en la función
endocrina del páncreas pueden preceder a la aparición de tumores malignos (15,18,19).
6.- Manifestaciones
Clínicas
Los síntomas tempranos del CP
incluyen entre otros: anorexia, pérdida de peso, dolor abdominal y náusea.
Desafortunadamente, la inespecificidad de estos síntomas a menudo contribuye a retrasar
el diagnóstico. Solamente se desarrollan síntomas específicos después de la invasión
u obstrucción de una estructura vecina. Debido a que la mayoría de los carcinomas de
páncreas se localizan en la cabeza pancreática, la obstrucción del árbol biliar, con
la ictericia resultante, es la forma de presentación más característica. La ictericia
es progresiva y a menudo se asocia con prurito. El dolor se considera un síntoma común
en el paciente con CP. Suele ser silente, de localización epigástrica, a menudo
irradiado hacia la espalda, empeora en la posición supina y se alivia inclinándose hacia
adelante. El dolor puede ser causado por la invasión tumoral del plexo esplácnico y del
retroperitoneo, o por la oclusión del conducto pancreático. Aunque la existencia de un
dolor intratable está frecuentemente asociado a CP, rara vez ocurre como manifestación
temprana (21). La obstrucción duodenal con náuseas y vómitos, usualmente es una
manifestación tardía del CP. Ocasionalmente algún paciente puede debutar con
pancreatitis (22).
El examen físico detecta una masa
abdominal en el 24-28% de los pacientes, edema maleolar en 17%, fiebre en un 16%,
distensión abdominal en el 12%, vesícula biliar palpable (signo de Courvoisier asociado
con cáncer de cabeza de páncreas) en 10% y tromboflebitis (síndrome de Trousseau) en
10% (23,24). Las náuseas y los vómitos se asocian más frecuentemente con la presencia
de metástasis hepáticas. La media de pérdida de peso es de 12 kg, siendo mayor en los
pacientes con tumores no resecables o con metástasis hepáticas. La falta de ingesta de
calorías es uno de los factores que más contribuye a la pérdida de peso. Los tumores
localizados en el cuerpo o en la cola producen más pérdida de peso que los localizados
en la cabeza. La mayoría de los pacientes tienen una duración de síntomas inferior a
los dos meses. La diabetes está presente en el 33% de los pacientes con cáncer avanzado,
pero aproximadamente un 15% de los pacientes puede presentar diabetes de novo poco tiempo
antes del diagnóstico de CP (13,14).
El adenocarcinoma de páncreas ha sido
descrito como una causa rara de pancreatitis o de abscesos pancreáticos, con una
prevalencia total de pancreatitis aguda en el 13% de los casos (21,24). Entre el 2 y el
24% de los pacientes con pancreatitis crónica tienen CP (25).
7.- Diagnóstico y Estadiaje
En el momento del diagnóstico
sólo el 15% de los tumores están localizados en la glándula pancreática, en un 25%
aparece invasión loco-regional y en el 60% restante existe invasión local asociada a
presencia de metástasis a distancia. El diagnóstico tardío contribuye, de forma
significativa, al mal pronóstico del CP. Además, cuando existe la sospecha clínica de
CP, el diagnóstico no siempre es fácil.
La pronta evaluación del paciente con
ictericia, sin embargo, ofrece la oportunidad de un diagnóstico temprano. Cualquier
paciente con ictericia debe ser sometido a una técnica de diagnóstico por imagen, bien
sea ecografía o tomografía axial computarizada (TAC). Ambos test pueden confirmar la
naturaleza obstructiva de la ictericia, mostrando dilatación de los conductos intra y
extrahepáticos. La TAC se considera generalmente más efectiva para valorar el nivel de
obstrucción, demostrando la presencia de una masa pancreática (figura 4) y detectando la
presencia de metástasis hepáticas o invasión vascular local (26). La Resonancia
Magnética Nuclear (RMN) no tiene, aparentemente, ventajas sobre la TAC en la evaluación
del CP.
Tanto la ecografía como
la TAC permiten la punción-aspiración percutánea (PAAF) de cualquier masa pancreática
y la obtención de un material que posibilita un diagnóstico histológico definitivo en
una proporción importante de estos pacientes (27). En casos de cáncer avanzado, la
confirmación histológica preoperatoria de la enfermedad puede evitar una laparotomía
innecesaria. Estudios recientes utilizando técnicas de reacción en cadena de la
polimerasa (PCR) para la detección de mutaciones en el gen K-ras, demuestran que la
sensibilidad diagnóstica de la PAAF de masas pancreáticas puede incrementarse hasta un
80% con una especificidad del 100% (28,29).
La angiografía con inyección arterial en
el tronco celiaco y en la arteria mesentérica superior con estudio en la fase venosa,
proporciona la mejor demostración de la anatomía vascular y la afectación u oclusión
de grandes vasos. También la arteriografía puede detectar posibles variaciones
anatómicas que pueden modificar el manejo operatorio (30,31). La invasión local de los
vasos viscerales adyacentes contraindica la resección.
La endoscopia con ultrasonidos (ecografía
endoscópica) es una técnica relativamente nueva, mínimamente invasiva. Su principal
utilidad es detectar pequeñas lesiones pancreáticas (<2cm) y la afectación
linfática y vascular (26). La experiencia con esta técnica, que es dependiente del
operador, es limitada y no puede ser utilizada de forma generalizada.
Las localizaciones más comunes de
diseminación a distancia en CP son las metástasis hepáticas e implantes peritoneales.
Cuando la diseminación a distancia está presente, la supervivencia es tan limitada que
está indicado un manejo conservador. Las metástasis peritoneales y en el epiplon
usualmente tienen 1 o 2 mm de diámetro y se detectan únicamente por visualización
directa. Cuando la laparoscopia diagnóstica se utiliza en pacientes antes de la
intervención quirúrgica se ha descrito que, hasta un 40% de los pacientes que no
mostraban afectación extrapan-creática en base a la TAC, presentaban pequeñas
metástasis hepáticas o implantes peritoneales que contraindican la resección (32).
Adicionalmente durante la laparoscopia se puede realizar un lavado de la cavidad
peritoneal y el estudio citológico de la muestra obtenida. La información obtenida del
estadiaje preoperatorio de los pacientes con CP, es la base para la planificación del
tratamiento para cada paciente.
Se han propuesto una amplia variedad de
marcadores séricos tumorales con fines diagnósticos y de seguimiento en pacientes con
CP. El más extensamente estudiado ha sido el CA 19-9. Este test serológico, que está
ampliamente disponible, no es específico para CP, debido a que se encuentra elevado en
otros carcinomas digestivos. Además, los niveles de CA 19-9 frecuentemente son normales
en estadíos iniciales del CP y por lo tanto no se considera como técnica de screening.
Encontrar niveles altos de CA 19-9 nos puede servir para poder diferenciar condiciones
benignas de malignas. Después de la resección, la determinación de los niveles de CA
19-9 puede ser útil como valor pronóstico y como marcador de seguimiento del paciente
(3).
Se ha publicado que la elastasa
inmunoreactiva sería más sensible que el CA 19-9 para el CP localizado en la cabeza del
páncreas, mientras que el CA 19-9 lo sería en aquellos tumores que se localizan en el
cuerpo-cola pancreático (33). Parece que las concentraciones de elastasa podrían estar
elevadas en estadíos iniciales del CP, mientras que los niveles séricos de CA 19-9
están elevados en estadíos más tardíos. El papel clínico de algunos de estos
marcadores necesita ser examinado exhaustivamente antes de que su uso sea recomendado de
forma más amplia.
8.- Tratamiento
Sólo un 17% de los pacientes
diagnosticados de CP están vivos después del primer año del diagnóstico. La tasa de
supervivencia a los 5 años de los pacientes que tienen tumores menores de 2 cm de
diámetro y que puedan ser resecados, es de aproximadamente 30-37%. La resecabilidad del
tumor disminuye conforme los niveles de CA 19-9 se incrementan, siendo sólo un 6.8% de
los pacientes que tienen niveles superiores a 1.000 U/ml los que se pueden someter a
resección quirúrgica. Los pacientes no tratados tienen una media de supervivencia de 3 a
4 meses. Desafortunadamente, los programas de tratamiento actuales para el CP avanzado son
generalmente inefectivos y raramente resultan en remisión o en curación de la
enfermedad. Los esquemas terapéuticos disponibles incluyen cirugía, quimioterapia,
radioterapia postoperatoria, o combinaciones de éstos.
La resección quirúrgica del CP permanece
como la mejor opción terapéutica aunque pocos pacientes logran su curación. Los tumores
no resecables predominan, convirtiendo la mayoría de los procedimientos en paliativos.
Sólo alrededor de un 10% de los tumores de cabeza de páncreas son resecables y
potencialmente curables en el momento de la cirugía. De éstos, la tasa de supervivencia
a los 3 y a los 5 años es de solamente el 15% y 4% respectivamente. La tasa de
supervivencia para los tumores del cuerpo o de la cola es mucho menor.
La resección pancreático-duodenal
permanece como la intervención más comúnmente realizada para el tratamiento de los
pacientes con CP con intención curativa. Se acepta que la pancreatectomía total no
ofrece ninguna ventaja sobre la resección de la cabeza pancreática en términos de
mortalidad relacionada al tumor, mientras que añade morbi-mortalidad quirúrgica.
Los estudios efectuados con líneas
tumorales pancreáticas humanas presentan una alta resistencia a los fármacos. El agente
más estudiado es el 5-FU con una tasa de respuesta de alrededor de un 20% (34). La
combinación más frecuente es FAM (5-FU, adriamicina, mitomicina) y SMF (streptomicina,
mitomicina, 5-FU). FAM logra una paliación en el 30-40% de los casos, pero no tiene
efecto en la supervivencia (34).
Una nueva clase de agentes
terapéuticos, los modificadores de la respuesta biológica, han sido utilizados en
pacientes con tumores gastrointestinales avanzados (35). La combinación de interferón
gamma recombinante y de factor de necrosis tumoral humano se utilizó en el tratamiento de
5 pacientes con CP; sólo un caso presentó respuesta y ésta fue parcial.
Debido a la respuesta a la manipulación
hormonal de CP en modelos animales, se han realizado varios estudios prospectivos,
randomizados, utilizando terapia antihormonal en pacientes con CP no resecable. El uso de
tamoxifen (36), estramustine (37) y análogos de LHRH (38) no han mostrado una actividad
terapéutica significativa en el control del CP humano.
También se han ensayado anticuerpos
monoclonales como alternativa terapéutica. Recientemente, en un estudio multicéntrico
realizado en Alemania utilizando MoAb BW 494/32 en pacientes con CP avanzado, sólo en 1
de los 29 pacientes (3%) se consiguió una remisión parcial, 9 (31%) tuvieron enfermedad
estable por unos pocos meses (39).
Considerando los efectos estimuladores de
la CCK en el CP experimental, Abbruzzese utilizó un antagonista del receptor de la CCK
altamente específico (MK-329) en 18 pacientes con CP avanzado. A la dosis utilizada y sin
conocer el estatus de los receptores de CCK en los pacientes tratados, el estudio no
demostró tener ningún efecto beneficioso en la progresión del tumor, el dolor o el
estado nutricional (40).
Aunque el CP se considera como un tumor
radioresistente, la radiación puede paliar los síntomas locales de la enfermedad
avanzada. La dosis que se puede dar por radiación externa es usualmente demasiado baja
para controlar un tumor voluminoso no resecable. Esto ha llevado a diferentes
instituciones a intentar otros medios, como son radiación intraoperatoria o utilizar
diferentes agentes radiobiológicos, como los neutrones. Debido a que la radiación sola
no ha demostrado beneficios significativos, la mayoría de los estudios actuales utilizan
un abordaje combinado (40).
Poco éxito se ha conseguido con el
tratamiento quirúrgico y radioterapéutico convencional, aunque se están desarrollando
innovaciones en estos métodos terapéuticos. Los agentes citotóxicos convencionales
parecen tener muy poco beneficio, y es probable que sea necesaria una mejor comprensión
de la biología de la carcinogénesis pancreática para definir objetivos terapéuticos
apropiados.
En nuestra opinión, todos los pacientes en
los que se sospeche un CP de región periampular debe efectuarse una exploración para la
posible resección del tumor. Es importante conocer la existencia de carcinomas
periampulares, duodeno periampular, ampolla de Vater y colédoco distal, que producen
síntomas casi idénticos a los del cáncer de cabeza de páncreas, y que teniendo un
origen diferente, la indicación operatoria para el tratamiento oncológico curativo es la
misma que las resecciones hechas en el tratamiento del cáncer de la cabeza del páncreas,
con la diferencia que se registran una supervivencia a largo plazo más favorable (41).
El tratamiento quirúrgico del CP debe
realizarse por un equipo de cirujanos que traten el CP con cierta frecuencia y estén
familiarizados con los procedimientos a realizar así como con las indicaciones diversas
de acuerdo al caso, aspirando realizar una resección pancreática con una mortalidad
operatoria global de menos del 8%.
Dentro de la estrategia quirúrgica que
seguimos en el Servicio de Cirugía Oncológica Digestiva en el Instituto Oncológico
Nacional ION Solca de Guayaquil, observamos cuidadosamente:
1. Tamaño y localización de la lesión
tumoral primaria.
2. Invasión de estructuras contiguas como
vena porta, vena mesentérica superior.
3. Evidencia de metástasis regionales
linfáticas o peritoneales.
Después de la exploración antes
mencionada, realizamos una biopsia de la lesión primaria y/o de cualquier ganglio
linfático o zona sospechosa evidente, dando más importancia al estudio por congelación,
cuando no poseemos el diagnóstico histológico preoperatorio, obtenido por punción del
tumor mediante un procedimiento radioguiado (27). La biopsia la realizamos: a) con
bisturí, de la lesión en la superficie del páncreas; b) por punción de la tumoración,
de preferencia a través del duodeno; c) citología de un aspirado obtenido directamente
de la lesión. Es controversial aún la utilidad, precisión y riesgo que comporta una
biopsia pancreática. La precisión es de aproximadamente un 85% con una incidencia de un
15% de falsos negativos. Tiene una morbilidad del 5% y una mortalidad de menos del 1%
(41). Durante la realización de la biopsia se debe evitar comprometer los vasos y el
conducto pancreático.
De acuerdo a nuestra experiencia,
consideramos que es preferible una confirmación histológica del diagnóstico, pero no es
esencial en pacientes con tumores pequeños, potencialmente curables, lo antes mencionado
coincide con el manejo quirúrgico realizado en la Cleveland Clinic (41), así como en el
Departamento de Cirugía Oncológica Digestiva del Instituto Gustavo Roussy de París
(42).
Después de realizar la evaluación in situ
del tumor, de su alcance regional y confirmar la extirpabilidad de la lesión, los
procedimientos utilizados por nosotros son:
Duodenopancreatectomía cefálica (DPC):
procedimiento conocido como operación de Whipple (43), quien la describió en 1935 para
el cáncer de la ampolla de Vater, es hoy en día, en nuestra opinión, la técnica
quirúrgica que más se acerca a la curabilidad del paciente, siempre que su diagnóstico
haya sido precoz y que el paciente esté dentro del grupo de tumores resecables. Este
procedimiento ha sido usado universalmente, obteniéndose, lastimosamente, resultados
desalentadores en todas partes, USA, Europa y Asia (42). Se reporta, en general, una
mortalidad operatoria del 8% y una sobrevida a los 5 años de alrededor del 11%, con un
altísimo porcentaje de hallazgos transoperatorios que transforman en irresecables
pacientes que preoperatoriamente parecían curables. Debemos insistir que los resultados
de las lesiones ampulares, peripancreáticas y duodenales son bastante mejores en
relación al cáncer de cabeza de páncreas. Cabe mencionar que una de las controversias
de la pancreatectomía es el manejo del páncreas distal. En el Instituto de Oncología
(Solca) de Guayaquil, preferimos realizar una invaginación del asa yeyunal sobre el
cuerpo pancreático, lo que nos permite evitar casi en un 100% el derrame de líquido
pancreático. Además la técnica es segura y más sencilla de realizar. Otra
modificación que hacemos es una anastomosis latero-lateral entre las asas yeyunales
aferente y eferente, de modo que evitamos que el jugo pancreático y la bilis suban al
estómago produciendo ocasionalmente regurgitación.: procedimiento conocido como
operación de Whipple (43), quien la describió en 1935 para el cáncer de la ampolla de
Vater, es hoy en día, en nuestra opinión, la técnica quirúrgica que más se acerca a
la curabilidad del paciente, siempre que su diagnóstico haya sido precoz y que el
paciente esté dentro del grupo de tumores resecables. Este procedimiento ha sido usado
universalmente, obteniéndose, lastimosamente, resultados desalentadores en todas partes,
USA, Europa y Asia (42). Se reporta, en general, una mortalidad operatoria del 8% y una
sobrevida a los 5 años de alrededor del 11%, con un altísimo porcentaje de hallazgos
transoperatorios que transforman en irresecables pacientes que preoperatoriamente
parecían curables. Debemos insistir que los resultados de las lesiones ampulares,
peripancreáticas y duodenales son bastante mejores en relación al cáncer de cabeza de
páncreas. Cabe mencionar que una de las controversias de la pancreatectomía es el manejo
del páncreas distal. En el Instituto de Oncología (Solca) de Guayaquil, preferimos
realizar una invaginación del asa yeyunal sobre el cuerpo pancreático, lo que nos
permite evitar casi en un 100% el derrame de líquido pancreático. Además la técnica es
segura y más sencilla de realizar. Otra modificación que hacemos es una anastomosis
latero-lateral entre las asas yeyunales aferente y eferente, de modo que evitamos que el
jugo pancreático y la bilis suban al estómago produciendo ocasionalmente regurgitación.
Intervención paliativa:
Cuando
queda en evidencia la irresecabilidad del cáncer de cabeza de páncreas, consideramos que
siempre es útil la derivación biliar y digestiva. Habitualmente sugerimos realizar
ambas, pero puede realizarse sólo una de ellas de acuerdo a las circunstancias de cada
caso. Para la derivación biliar, utilizamos la alternativa más factible:
colecistoduodeno anastomosis, colédocoduodeno anastomosis, colecisto o colédocoyeyuno
anastomosis. La derivación permitirá la disminución de la presión en la vía biliar y
el alivio de la ictericia, lo que mejora el estado general del paciente, más aún si
podemos viabilizar la vía digestiva. Cuando queda en evidencia la irresecabilidad del
cáncer de cabeza de páncreas, consideramos que siempre es útil la derivación biliar y
digestiva. Habitualmente sugerimos realizar ambas, pero puede realizarse sólo una de
ellas de acuerdo a las circunstancias de cada caso. Para la derivación biliar, utilizamos
la alternativa más factible: colecistoduodeno anastomosis, colédocoduodeno anastomosis,
colecisto o colédocoyeyuno anastomosis. La derivación permitirá la disminución de la
presión en la vía biliar y el alivio de la ictericia, lo que mejora el estado general
del paciente, más aún si podemos viabilizar la vía digestiva.
Actualmente existe la tendencia de grupos
de cirujanos hacia técnicas conservadoras, argumentando menor mortalidad operatoria con
una sobrevida parecida a quienes fueron tratados con una resección pancreática. Si bien
somos conscientes de la morbilidad de la DPC, consideramos que es la mejor alternativa
hasta este momento para los pacientes con cáncer de cabeza de páncreas diagnosticados
precozmente.
Pancreatectomía distal:
Cuando se
logra diagnosticar precozmente una lesión oncológica distal, la resección puede
resultar curativa, pero lo usual es lo contrario y el cáncer de la cola de páncreas
está casi siempre muy avanzado, infiltrando órganos vecinos y elementos vasculares
importantes, siendo así imposible su resección. En estos casos, tratamos siempre de
documentar el diagnóstico con una biopsia y cerramos el abdomen. Cuando se logra
diagnosticar precozmente una lesión oncológica distal, la resección puede resultar
curativa, pero lo usual es lo contrario y el cáncer de la cola de páncreas está casi
siempre muy avanzado, infiltrando órganos vecinos y elementos vasculares importantes,
siendo así imposible su resección. En estos casos, tratamos siempre de documentar el
diagnóstico con una biopsia y cerramos el abdomen.
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