Historia de la Medicina Crítica Ecuatoriana
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RESEÑA HISTORICA

Historia de la Medicina Crítica Ecuatoriana

A manera de prólogo, escribir una reseña histórica de la especialidad de Medicina Crítica es una tarea complicada y lo es por dos razones fundamentales.

La primera es que la historia está viva y en ella hemos estado personalmente  sumergidos en los últimos 25 de sus 30 años de existencia en el país, esto desequilibra nuestra objetividad y genera pasiones que podrían distorsionar los sucesos.

La segunda es que no existen muchos referentes que permitan establecer la sucesión de hechos, en ese punto solo se puede mencionar una revisión ligera y anecdótica contenida en la primera publicación 1  de la especialidad editada y varios testimonios entre los cuales, sin duda, el propio, es el más abundante. Siendo así exagerado el celo por contar una historia objetiva, me delato anticipadamente al lector confesándole que las omisiones serán por descuido y los juicios de valor por imprudencia.

Conviene, entonces, pedirles disculpas y rogarles omitan perder su tiempo en leer estos reglones, en caso de que piensen que el ensayo sea la última verdad de todos los sucesos o que los relatos conlleven una enorme carga afectiva.

La especialidad, tal como ahora se la conoce, fue definida por primera vez en 1972. Un grupo de expertos, pionero de la Federación Mundial, aceptó la propuesta de la Asociación Mexicana:

“Medicina Crítica, es la rama de la medicina que tiene por objeto la prevención, el diagnóstico, y el tratamiento de las alteraciones fisiológicas, potencialmente letales pero aún reversibles”2

El nacimiento de la práctica de la Medicina Crítica en el mundo no tiene fecha claramente establecida, es tan antigua como la propia medicina. Apenas hace unos meses, en julio de 1999, la Federación Panamericana de Medicina Crítica en su 6to Congreso realizado en Quito festejó, aparentemente, el cumpleaños cincuenta de la especialidad. En realidad esto fue un recurso ingenioso de mercadeo: un Congreso en la Mitad del Mundo para festejar el medio siglo de su existencia. Recuerdo que la idea nació en Portugal, durante el Quinto Congreso Panamericano Ibérico, al que asistí como invitado y en representación del país, como Presidente de la Sociedad Ecuatoriana. En esta reunión, la propuesta ecuatoriana de constituirse en sede del nuevo evento fue aceptada y, adicionalmente, fui designado como miembro del Directorio de la Federación. La nominación fue obtenida tras competir con países más grandes y de mayor trayectoria en la especialidad; lo cual nos obligó a improvisar un discurso de agradecimiento y compromiso como futuros anfitriones, en la sesión de clausura de Lisboa. Allí reflexionamos sobre algunos aspectos de la especialidad, compartidos ya con diversos colegas asistentes, con quienes habíamos analizado la importancia de las epidemias de polio que afectaron a Europa y Estados Unidos a mediados del siglo, como punto de partida de la especialidad. Fue, precisamente, a consecuencia de esas devastadoras epidemias que se conformaron las unidades que, concentrando pacientes graves, con patología y manejo similares, tuvieron resultados halagadores. Nos pareció oportuno, entonces, convertí la propuesta del Congreso de Quito en el festejo del aniversario número cincuenta de la especialidad, así fue como lo lanzamos.

La verdad es que la precisión de la fecha inicial del suceso carece de importancia, no cabe duda que la especialidad toma cuerpo identificable desde mediados de este siglo y que tiene antecedentes tan remotos como los de las guerras Napoleónicas o la de Crimea donde se concentraron, por primera vez pacientes graves, para recibir atención especial. 3

Cincuenta o ciento cincuenta años parecen no hacer diferencia cuando confirmamos que el verdadero cuerpo de la especialidad es todavía joven, tan joven como para no tener confines que prevean su desarrollo futuro ni sus límites para aumentar su radio de acción. La especialidad, es curiosos ni siquiera ha podido definir todavía  un nombre exacto y de consenso para designarla: Terapia o Medicina Intensiva, Medicina de Emergencia o Medicina Crítica, o simplemente Cuidados Intensivos. Sea el término que se escoja, es ahora una práctica cotidiana en cualquier hospital del mundo y reconoce las actividades generales de asistencia médica emergente en las patologías graves, potencialmente recuperables.

La Medicina Intensiva en nuestro país dio sus primeros frutos de los esfuerzos desplegados por el Dr. Lelio Alvarado 1 para instaurar la unidad coronaria del Hospital del Seguro de Guayaquil; probablemente la primera experiencia de concentración de pacientes cardíacos  coronarios.

Aquí, en la Capital, el Hospital del IESS, inició una sala general de Terapia Intensiva dos años más tarde 1 (1974) y p9or allí cruzaron colegas que intentaron consolidarla como un lugar permanente para la recepción de pacientes críticos.

No es de extrañarse que los albores de la medicina crítica en el país se ubiquen en la década de los 70´, las primeras conferencias del Dr. Max Harry Weil en los Angeles (USA) pueden considerarse las actividades académicas iniciales a escala mundial; en 1973 se realizó el Primer Congreso Mundial organizado por Alan Gilston y en 1977 el segundo Congreso en Paris, en este último se integró el Comité inicial para planificación de la Federación Mundial que designó al Dr. Alberto Villazón de México, padre de la Medicina Crítica en América Latina, como representante de los países de habla hispana, designándose también a México como sede del tercer evento para 1981, país y año que vieron nacer a la Federación Panamericana Ibérica de Medicina Crítica. 3

Cada país cuenta su historia, pero nadie puede excluir la información previa, los años 70’ fueron para la Medicina Intensiva, años de expansión y consolidación. Ora los anestesiólogos, acostumbrados al manejo de las salas de recuperación, ora cirujanos y clínicos interesados en la perspectiva de la naciente actividad médica crearon diversas unidades, habitualmente de carácter general y más tarde como unidades de especialidad de cada rama y en diversas patologías. Las unidades coronarias comprobaron los beneficios de la monitorización cardíaca en el IAM, un brusco descenso de la mortalidad evidenció la necesidad de instaurarlas, más tarde las unidades quirúrgicas, las de quemados, las de trauma y así sucesivamente hasta llegar al punto actual donde no se puede prescindir de ellas.

En Quito no fueron los anestesiólogos los pioneros de la especialidad, más bien fueron neumólogos, cardiólogos y clínicos los interesados, salvo quizá, en el Hospital Militar donde sí fueron ellos los que la impulsaron. En Guayaquil fueron también anestesiólogos los pioneros y promotores de la especialidad.

En los albores de la década de los 70’ se fueron estructurando las Unidades de Terapia Intensiva, el crecimiento fue lento hasta la década siguiente en la que progresivamente se adaptaron unidades en el resto de los hospitales y clínicas del país. En 1974 la Terapia Intensiva del IESS de Quito se convierte en la pionera de una organización incipiente de la especialidad, inclusive quienes trabajaron en ella en esos tiempos, están dedicados en la actualidad a otras actividades clínicas de la medicina interna y prácticamente ninguno salió activo en la Medicina Crítica.

A esta empresa se unieron el Hospital Militar de  quito, el Hospital del IESS y el Naval de Guayaquil. Se destaca por lo tanto la importancia del Seguro Social y de Sanidad Militar en los inicios de la especialidad, ellos entendieron la necesidad y varios colegas impulsamos con entusiasmo el fortalecimiento de las mismas.

A principios de la década del 80’, precisamente el 10 de abril, en el salón auditorio del Hospital General de las FFAA de Quito se reunieron 18 profesionales: de Quito (13) Guayaquil (4) Cuenca (1) y resolvieron formar la Sociedad Ecuatoriana de Cuidados Intensivos. 4 En esta reunión se designo la primera directiva presidida por el Dr. Cristóbal Sarzosa (Neumólogo de Quito) y en la Comisión de Estatutos como presidente al Dr. Alberto Lasso (Anestesiólogo de Quito). Recién el 25 de febrero de 1982, el Ministerio de salud Pública, con acuerdo ministerial # 358 aprueba la creación de la SOCIEDAD ECUATORIANA DE CUIDADOS INTENSIVOS (SECI). Los médicos que fundaron la sociedad se mostraron en el proceso de legalización muy activos, casi de inmediato habían contactado con los organismos internacionales e, inclusive, participaron en representación del Ecuador en el Congreso Mundial de Paris y en el Panamericano de México.

Las actividades académicas también se reforzaron en estos años iniciales en Guayaquil, el 4 de septiembre del 82’; con el auspicio de la sociedad de Anestesiología y el Colegio de Médicos se dicta el curso Internacional de Medicina Crítica, Terapia Intensiva y Anestesiología y un año más tarde La Universidad Estatal, el Colegio Médico y la Clínica Alcívar realizan en septiembre, el Curso Internacional de Actualización en Trauma Shock y Sepsis. En Quito, la naciente sociedad organiza el Primer Curso Internacional de Medicina Crítica el 13 de noviembre del 82’ y el Colegio de Médicos organiza cinco eventos consecutivos en la Provincia de Pichincha, de carácter nacional y con la denominación de Cursos de Medicina Crítica y Emergencias, todos ellos durante el período comprendido entre junio del 82’ y julio del 84’. No tengo referencias de cursos anteriores dictados sobre la materia de la especialidad, sin embargo debe destacarse que otras especialidades habían incluido en varias ocasiones temas referentes a este ámbito y que fueron los antecedentes de estos cursos docentes los que abrieron las puertas a otras innumerables actividades.

En principio los Estatutos de la Sociedad tomaron las bases legales de la Sociedad de Cirugía, en ellos se contemplaba una Sociedad Nacional y la constitución futura de núcleos provinciales. Penosamente debieron pasar muchos años, quizá demasiados para que la institucionalidad de la SECI tome cuerpo y se fortalezca. Recién en 1993 se actualizan y modifican los Estatutos, cambia su nombre a Sociedad Ecuatoriana de Medicina Crítica, se realizó el primer Congreso Nacional y en 1995 se establece el núcleo del Azuay. También en ese año se incorporan los pediatras neonatólogos y se acepta la participación de las enfermeras al interior de la organización.

La Sociedad, al paso de los años, es testigo de la sustitución de una buena parte de sus promotores iniciales ahora dedicados a otras especialidades y al esfuerzo y promoción de nuevos especialistas que empiezan a llegar al país. El balance, sin embargo, muestra desequilibrios y en algunas ocasiones refleja las situaciones internas comunes de las instituciones del país caracterizadas por los signos de desarticulación regional, intereses circunstanciales, abulia administrativa y conflictos personales, todo lo cual se refleja en participaciones directrices autocráticas, períodos excesivamente prolongados de cargos directivos sin elecciones, conflictos grupales y escasa proyección nacional.