EDITORIAL
LA
CIENCIA EN PAISES SUBDESARROLLADOS
Jaime
Benitez S., MD
La
dependencia científica que
los países en vías de desarrollo, tenemos con los países
desarrollados se fundamenta especialmente en la falta de interés
por parte de la comunidad científica internacional del primer
mundo, hacia las investigaciones y publicaciones de los
investigadores del tercer mundo. Esto sumado al poco estímulo
por parte de nuestros investigadores y promotores de ciencia,
hacen que la producción científica en nuestros países sea
casi nula 1. Además en los países en vías de
desarrollo los trabajadores de la salud tienen enormes carencias
de información, un elemento vital de una efectiva atención de
la salud. En palabras de James Grant, quien fuera director
ejecutivo de la UNICEF, “la tarea más urgente que se nos
presenta es llevar el conocimiento médico y de salud a quienes
más lo necesitan”. De los aproximadamente 50 millones de
personas que murieron cada año a finales de la década de los
ochenta, dos tercios pudieron haberse salvado mediante la
aplicación de este conocimiento2. Procurar el acceso
de los trabajadores de la salud de los países en desarrollo a
información confiable sobre salud es potencialmente la
estrategia más efectiva en términos de costos y la más viable
para una mejoría sostenida del cuidado de la salud. Es viable
porque quienes proporcionan información sobre salud tienen el
deseo y asumen el compromiso de hacerlo posible y porque la
tecnología de la información presenta nuevas y alentadoras
oportunidades para complementar los métodos tradicionales de
difusión. Y es sostenida porque el acceso a la información es
el sine que non del desarrollo profesional para todos los
trabajadores de la salud: es el activo más vital de cualquier
sistema de atención de la salud 3-4.
Es
frustrante conocer la realidad respecto a la producción científica
y a las publicaciones médicas en los países latinoamericanos.
Las publicaciones médicas en nuestros países tienen muchos
obstáculos, como son los problemas socioeconómicos (escasez de
recursos para investigación básica), el limitado acceso a las
fuentes bibliográficas (en estos últimos años la computación
y el Internet han facilitados las tareas de búsqueda), elevado
costo de suscripción a prestigiosas y especializadas revistas,
barreras idiomáticas y nuestro trabajo asistencial diario, todo
esto se confabula para que la investigación sea muy exigua5.
El
número de publicaciones científicas de los países del tercer
mundo, ha disminuido de 80 en 1981 a tan solo 50 en 1993. El
porcentaje de trabajos publicados por investigadores del tercer
mundo, alcanza más o menos el 8% del total de publicaciones
mientras que Estados Unidos solamente, superó el 30% de los
trabajos. El 90% de las revistas científicas en Latinoamérica,
no están incluidas en ningún índice, lo cual las condena al
anonimato. Este es un ejemplo patético de la discriminación a
las que están sometidos los investigadores de países del
tercer mundo, los cuales a pesar de representar el 24% del total
de científicos del mundo, son prácticamente ignorados por la
comunidad científica internacional1. Latino América
ha contribuido en parte al desarrollo de nuevos medicamentos y
su participación varía de 10% a 60% en distintos proyectos,
situación que muy probablemente aumentará en función del
resurgimiento del
desarrollo económico que esta transformando al
“subcontinente” en una región de alta productividad y
eficacia. Queda claramente evidenciado, que hay dos estándares
en investigación, una para las comunidades ricas y otra para
los pobres.
Los
editores y revisores de revistas internacionales de prestigio,
están más propensos a rechazar trabajos de investigación que
provengan de una institución localizada en un país en vías de
desarrollo. Los trabajos de investigadores del tercer mundo no
suelen ser publicados en revistas de primera línea, por lo
tanto, deben ser publicados en revistas locales. Como las
revistas locales no suelen estar indexadas, casi nadie las lee y
dichos trabajos caen en el olvido1.
Es
tiempo de unir esfuerzo entre todas las instituciones científicas,
académicas y universitarias de América Latina, para buscar un
consenso, en cuanto a la valoración del trabajo científico
nuestro, sin pretender apartarnos por completo de la gran
corriente general de la ciencia, sin engañarnos que podemos
cumplir todos los requisitos de las naciones desarrolladas y no
continuemos subvalorando lo que se hace, escribe y publica en
Latinoamérica5. Esa dependencia científica son los
países desarrollados, solo vamos a ir acortándola , cuando
comencemos los latinoamericanos a producir y a escribir sobre
nuestras realidades y problemas que respondan a nuestras
necesidades y ayuden a nuestro desarrollo, porque los grandes
problemas de salud pública en Latinoamérica, no se van a
solucionar con experiencias extranjeras, sino brindándoles al
cuerpo médico latinoamericano, revisión y actualización de
los conocimientos de las principales enfermedades que tienen
gran impacto en la morbimortalidad de nuestros pacientes en América
Latina, creando modelos de atención de salud que pueden fácilmente
adoptarse a nuestras realidades latinoamericanas.
Dr. Jaime Benitez Solís
Hospital Alcívar
Bibliografía.-
1, Bruto O.
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Neurología 1995; 3:41 – 42.
2.
Grant, J. Opening session, world summit on medical education.
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1997; 3:54-55.
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1994; 309:939-942.
5. Mendoza-Vega
J. Ciencia, investigación, publicaciones y países “en vías
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8. Benites J.
Aptitud ante la crisis. Revista Ecuatoriana de Medicina Crítica
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