Miedos en la y tercera edad
Las
fobias, como casi todo el mundo conoce, son aversiones obsesivas
patológicas. El vocablo
viene del griego y quiere decir horror. El problema
en sí radica cuando estos miedos provocan
síntomas capaces de atentar contra la vida del
individuo.
Las hay
de distintas categorías y sus causales son tan variados e
inverosímiles que su lista es lamentablemente infinita, al punto que
la personalidad de un esposo es capaz de
producir terror en su pareja; y así por el estilo.
Hay quienes tienen pánico de envejecer, y otros a trabajar.
Lo
extraño es que, la sociedad compuesta de sujetos, se contagia
precisamente de estas patologías y existen colectividades enteras que
tienen animadversión por los
añosos, o por los gatos, o
por las prostitutas, y en fin, por mil y un elementos
de su mismo seno.
Ello,
naturalmente se manifiesta
por una serie de signos y síntomas, por ejemplo,
la jubilación es un gran
síndrome social
de rechazo y temor a envejecer, el límite de edad
arbitrariamente impuesto
para
ocupar determinados puestos de trabajo y que no va más allá de 35
años, es un signo.
En la
vejez, en cambio, las fobias son a la enfermedad, a la desocupación, a
la inactividad, al no
poderse valer por sí mismo. De ahí que, contra toda
lógica, existen en el
mundo agrupaciones
de jubilados que colocan a sus miembros en diferentes
partes del mundo como asesores de múltiples
proyectos en los que son expertos.
En países
en vías de desarrollo tal experiencia podría decirse que es nula, por
los niveles de preparación
y competencia de los trabajadores, y en general de los
profesionales. A
pesar de esa afirmación, cada vez
es mayor el número de personas que se niega a retirarse
de su puesto de
labores, o a abandonar un oficio
de libre ejercicio que aún desempeña con acierto.
Naturalmente, en comunidades como la nuestra en la que el desempleo
es elevadísimo (del 40 al 60%), la
pelea por una plaza será encarnizada, y la
obtendrá
ni siquiera el más apto, sino el más astuto, pero en ella
no podrá
competir
un ultrasexagenario.
Entre
tanto, la oferta laboral para este tipo de empleado sería especial
y
dirigida a 3 campos específicos:
artesanal, educativo, y administrativo; y dentro de ellos
específicamente,
como supervisores, inspectores,
asesores, instructores, etc. Lógicamente que la demanda
superará a la
oferta y tendrá que establecerse
parámetros para la selección, en los que se deberá
poner en evidencia no
solo la capacidad de desempeño o el conocimiento en el
área, sino el
estado de salud.
Algunos
lectores habituales pensarán que lo antedicho es una utopía
inalcanzable; pero no hay tal, lo expuesto es un
proyecto a pequeña escala
que
el autor conduce desde hace años con paciencia franciscana.
Obedece,
por supuesto, a un detenido estudio del medio, a una planificación
minuciosa, y a la colaboración de una fundación para envejecidos. No
cuenta con burocráticas normas, ni se basa en el ingenuo principio de
capacitar jubilados y sentarse luego a esperar que los contraten.
De
manera que con esos antecedentes, ¿ Se atrevería a contratar
envejecidos ? o ¿ Todavía padece de fobia a esa etapa vital ?.